No es mi propósito ensayar aquí el elogio del educador en los valores de la paz, la solidaridad y la concordia, ni la apología del incansable —y a veces incomprendido— defensor del patrimonio histórico y cultural, ni tampoco la semblanza del humanista, siempre ávido de nuevos conocimientos y saberes. Sencillamente quiero hablarles del poeta que es Miguel Carrascosa.
Pero antes, me concederán que pergeñe un boceto apresurado de su personalidad. Definen a Miguel su bondad natural, su laboriosidad, y la tenacidad en la defensa de unos valores cívicos, éticos y religiosos que gozan de alcance universal. Pero, por encima de todo, yo destacaría su pasión por la palabra. No sólo por la palabra escrita plasmada en texto literario, sino también por la palabra como instrumento de diálogo entre los hombres y los pueblos. Miguel es un conversador excepcional, que sabe escuchar a su interlocutor, aceptando incluso sus ideas aunque discrepen de las propias. Como reza el título de un libro de Federico Mayor Zaragoza, Miguel cree en la fuerza de la palabra.
Para quienes tenemos la fortuna de ser amigos de Miguel, es un verdadero placer visitarle a él y a su mujer, María del Amor, en su Carmen de los Tahalíes, en el Albayzín. Allí, convertido en jardinero del verso, nos regala el oído con una casi ininterrumpida sucesión de poemas, declamados con una dicción clara, precisa y emocionada. Nos invitará luego a subir los peldaños que conducen al torreón de la casa, abierto a los cuatro vientos, y donde Miguel atesora sus libros y sus recuerdos, para contemplar desde allí el mágico atardecer sobre Sierra Elvira. Miguel os hablará entonces con entusiasmo juvenil del nuevo libro que piensa publicar, del proyecto que quiere poner en práctica. Es allí, lo sabemos, donde escribe la mayoría de sus poemas.
Miguel Carrascosa se dio a conocer como poeta con La Alpujarra en coplas y otros poemas, libro publicado en Granada en 1988, que luego habría de incorporar, enriquecido con nuevos versos, a su Poemario del atardecer. Antología. I. Hallamos en estos romances alpujarreños la evocación de un paraíso perdido, del que primero fueron expulsados los moriscos, y, siglos después, los descendientes de los repobladores, a quienes la miseria forzó a emigrar muy lejos. Mientras tanto, los viejos cultivos, las antiguas tradiciones, quedan abandonados. Late en el libro un menosprecio de Corte y una alabanza de aldea, un designio de retornar a un pasado rural idealizado, que quizá no haya existido en lugar ni tiempo algunos, sino en la geografía de la emoción y en la nostalgia de lo que pudo ser y no fue.
Poemario del atardecer. Antología. I, el segundo libro de poesía de Miguel, fue publicado en 2010 por el Ayuntamiento de Granada, dentro de la Colección Granada Literaria. En el Prólogo, Fernando de Villena glosaba con sabiduría lingüística y poética los versos de Miguel, destacando sobre todo «su extraordinaria musicalidad», expresada mediante diversas figuras retóricas, y «una gran sensibilidad ante la naturaleza, un júbilo vital ante todo lo bello que Dios ha puesto ante nosotros».
Poemario del atardecer (II Antología) es, por ahora, el último libro de Miguel Carrascosa, aún inédito. Componen el texto cuatro secciones, tituladas, respectivamente, Poemas religiosos, Poemas heridos, Otros poemas y Poemas románticos. La primera y más extensa sección del libro, Poemas religiosos, es un cántico espiritual donde fulgura la fe estremecida y a la vez comprometida que profesa Miguel. Algunos de estos poemas son breves epístolas morales donde el lector ávido de trascendencia puede hallar un norte al que dirigirse, una regla exacta de vida extraída siempre del código del amor. Miguel recuerda a quienes lo han olvidado, que la Palabra siempre está viniendo,
En los dolores y gozos que nos acompañan,
mientras vivimos en este mundo nuestro,
caminando bajo el sol que nos alumbra,
bajo el dosel de las estrellas que nos miran,
sorprendidas, desde el alto cielo.
En otras ocasiones, los versos se apartan de la temática religiosa para celebrar el amor conyugal y paternal: el amor a la mujer, a la vez esposa y madre, y a los hijos. Miguel pone el acento en el amor consistente y duradero, en el amor como compromiso vital, más allá de efímeras complacencias o fugitivos placeres, glosando los versos que Miguel de Cervantes pone en boca del pastor Elicio de La Galatea: El amor es infinito, / si se funda en ser honesto, / y aquel que se acaba presto, / no es amor sino apetito.
En la segunda sección del libro, Poemas heridos, Miguel levanta la voz para denunciar las injusticias y proclamar su solidaridad con los marginados y los excluidos, los faltos de amor, los traicionados y los perseguidos: los crucificados de la historia. Aquellos a quienes Luis Buñuel, en una espléndida película, incluida en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, llamó justamente Los olvidados. Una pesadilla acusadora, la de todos aquellos seres humanos que sufren, víctimas del hambre y de la guerra, interrumpe bruscamente el sueño de Miguel, que ya no vuelve a conciliar, urgido por la necesidad de poner por escrito su denuncia. El poeta abandona el lirismo para adoptar un tono cívico, una voz colectiva, tensa de rebeldía e indignación ante el sufrimiento y la injusticia. Estos poemas se acercan a la prosa, sin resultar prosaicos. Pero yo quisiera llamar su atención sobre un delicado, íntimo y personalísimo poema, ¡Celia, arriba el ánimo…!, donde el padre solícito que es Miguel clama conmovido ante el dolor de su hija:
El dolor ha llamado a tu puerta
y ha penetrado, sigiloso,
en tus jóvenes entrañas,
amenazando, escondido y siniestro,
tu limpia existencia.
Como ha escrito Claudio Magris, «la gran poesía sabe cantar la pasión erótica, pero hace falta una poesía sublime para representar la más tortuosa y profunda —más radical, más absoluta— que se siente por los hijos y de la que es tan difícil hablar».
En Otros poemas, Miguel Carrascosa rinde homenaje a la familia, a la amistad y a la laboriosidad de sus mayores. Miguel es un artista consumado a la hora de recrear poéticamente un universo campesino hoy por desgracia periclitado. Reparemos en los bucólicos versos de ¡Sólo entonces…!:
Cuando sople, enfurecido,
el cierzo inmisericorde.Cuando hayan sido barridas
por el viento las hojas marchitas
del último otoño.Cuando aparezca, abundante y fresca,
la hierba en ribazos y besanas.Cuando se alfombren de verde los
trigales, y transcurridas las lunas,
los sembrados se cubran de amapolas
y el viento meza incesante las espigas.
Por último, los cinco Poemas románticos reflejan, en palabras del poeta, «algunas de las características que definen y personalizan el modo de concebir y de hacer poesía de nuestros recordados y admirados autores del Romanticismo». En la elegía A los aljibes del viejo Albayzín aflora la pasión de Miguel por el antiguo Arrabal de los Halconeros, y la evocación de unos memorables versos de Manuel Machado:
¡Quién pudiera abrir tus cauces
y sentir, con alborozo,
el mensaje de tus aguas
anunciando nuevos gozos…!¡Ay, ay,
las fuentes del Albayzín,
entre el ciprés y la rosa,
han hecho canto el murmullo
del “agua oculta que llora…”
Ver artículos relacionados: |
|