Virtudes Montoro: «¿Cómo entrenarse para ser más felices, para hacer más felices a nuestros hijos/as?»

En el anterior artículo vimos que la clave de la felicidad, que la base de un cerebro sano, es la bondad, así lo ha demostrado empírica y científicamente el neuropsicólogo, uno de las personas más influyentes del siglo XXI, Richard Davidson en multitud de investigaciones que ha llevado a cabo. Como apunta Davidson, gracias a la neuroplasticidad cerebral, es posible entrenarnos para conseguir ser más felices, más sanos.  Vimos como es la bondad la clave, cuanto más benévolos somos, más felices nos sentimos y somos.  Bien, y ¿cómo podemos hacer este entrenamiento específicamente?

 

Expondré algunos ejercicios prácticos que podemos llevar a cabo en nuestro día a día, tan fáciles que con su instauración, podemos convertirlos en hábitos, y de ahí en conductas, que sin duda nos harán más felices, objetivo sin duda de cada uno de nosotros y nosotras. Pero antes, permítanme, que haga referencia a otro importante psicólogo, Dan Gilbert. Hace poco leí un artículo de él que me fascinó. Gilbert indicaba, como personas que lo habían perdido todo, grandes fortunas, fama, etc, declaraban encontrarse mejor, más felices tras la pérdida de todo aquello material que protagonizaba su vida. Esta capacidad de resiliencia, que todos llevamos dentro nos hace sobreponernos a las pérdidas, ahora sí, más importantes a las que nos vemos sometidos. Hablo de la pérdida de seres amados,o pérdida del sentido de la vida.

De alguna manera somos flexibles juncos, que tras besar el suelo, somos capaces de alzarnos, de proseguir nuestra vida, ahora con ese aprendizaje que nos hace mejores, ese aprendizaje humano que nos advierte que detrás del sufrimiento siempre hay un aprendizaje, como si el dolor fuese un negro carbón que se convierte en un precioso diamante. Volviendo a Gilbert, este nos da unas claves muy certeras de qué cosas nos hace ser más felices :

  • La actividad física
  • Escuchar música
  • Tener sexo
  • Y sobre todo, lo que más felices nos hace son las demás personas.

Y hasta el último punto quería llegar: los demás. Son las demás personas el centro de nuestro bienestar, de nuestra felicidad. Veamos las claves que nuestra interrelación con los otros, que nuestro entrenamiento en esas conductas prosociales, nos conduce a ser y estar más sanos mentalmente, o sea más felices:

*Entrenar la compasión: esto significa que realmente nos importen los demás, que genuinamente el sufrimiento ajeno nos importe tanto como para movilizarnos a intentar paliarlo: desde la atenta escucha activa, desde la empatía, desde alguna acción concreta que alivie al otro. Acciones como el voluntariado nos reporta una inmensa felicidad, un estado de serenidad y realización personal sin igual.

*Dar sinceramente las gracias, conectando con la otra persona, mirándole directamente a los ojos, ofrecerle un gracias por aquello que hace por nosotros, desde servirnos un café, hasta ayudarnos en alguna tarea.

*Mostrar una sonrisa sincera a los demás, mostrar cordialidad, amabilidad. Una sonrisa es el primer paso hacia una agradable vida.
El neurólogo Víctor Frankl, autor del libro “El hombre en busca de sentido”, lectura que recomiendo encarecidamente, nos decía que en el momento en el que somos capaces de reírnos de nuestras tragedias las hemos sobredimensionado, las hemos despersonalizado. Frankl, que estuvo durante casi dos años en un campo de concentración, en el libro referido, jamás habló de forma despectiva de sus verdugos, aprendió de alguna manera que…

*El perdón nos libera. Perdonar aquello que nos conduce a un malestar insufrible, intentarlo al menos. La meditación Metta de Davidson puede ser un buen comienzo para practicar la compasión y el perdón.

*Frankl, también nos enseñó a que tener un objetivo vital, es también una forma de conseguir nuestro bienestar, a él le sirvió para sobrevivir en el campo de concentración, el objetivo de volver a ver a su esposa, recordar su rostro. Refugiarse en el amor que conservaba dentro lo salvó.

*Practica meditación, silencio, escucha música, aquello que te permita estar contigo y hacerte sentir bien en tu propia compañía.

*Entender que todos tenemos percepciones erróneas, que las tienes tú y los demás, que nadie tiene la verdad, que todos estamos locos en distintos grados, nos ayuda a comprender y no personalizar los ataques de los demás. Difícil, sí, pero es posible conseguirlo con entrenamiento.

*Escribe tres cualidades positivas al final del día, durante una semana, sobre personas que para bien o para mal sean importantes para ti. A la semana siguiente, elige otras personas y continúa con este ejercicio.

“Amar a los demás nos induce a amarnos a nosotros mismos, perdonar a los otros nos facilita perdonarnos a nosotros mismos, entender y comprender a los demás revierte en nuestro propio beneficio. .”

Amar a los demás nos induce a amarnos a nosotros mismos, perdonar a los otros nos facilita perdonarnos a nosotros mismos, entender y comprender a los demás revierte en nuestro propio beneficio. Parece fácil, y puede serlo, si nos proponemos hacerlo, ejercitarlo y vivir así. Merece la pena ser feliz e intentarlo, cuando comprendemos que nuestra felicidad pasa por los demás. Somos simientes, nuestros frutos, nuestros hijos, aprenden de nosotros, y nosotros de ellos. Es fácil encontrar muestras de compasión en los niños ¿por qué en nosotros, no?

Quisiera dejar un poema inspiración de las enseñanzas que aprendí de estos autores, y en las que sigo entrenándome día tras día, perdonándome cuando no lo consigo. Pertenece a Clavícula Rota, un poemario que pronto verá la luz:

Creces cuando desaprendes,
cuando hallas una sola respuesta, creces
Cuando te rompiste, cuando rompiste,
cuando te diste cuenta y lloraste por todos
No pretendes llegar, sólo estar y continuar con el alma arrastrando y el frío en los dientes,
con las manchas de todos los fallos
Adentro se hace la vida, en los susurros, en los ánimos,
en la compresión de tu propia letanía, de la ajena, en los días de sacudida, en los terremotos emocionales

Hay formas vitales que maduran en los suburbios, allí son más fuertes
Busco una sombra para hablarle;
la mía, la oscuridad que soy

Maldecimos demasiado, a menudo, sin fundamento
No hay leña y nos quemamos en fuego, en silencio
Ovejas ciegas, mudas, sordas, cojas,
ovejas-abejas uniformadas,
sólo nos falta conmemorar el día del dedo índice

Crecemos, sí, desde dentro,
desde todos los adentros hechos pedazos

Sí, anudemos los cordones ajenos
todavía no bajó nadie del cielo

Virtudes Montoro López

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Virtudes Montoro López

Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso

 

 

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