Como André Breton opina que «un poema dice exactamente lo que quiere decir» y, como un chiste, no tiene que explicarse.
En la jornada del jueves, uno de los máximos exponentes de la corriente de los novísimos, Guillermo Carnero (Valencia, 1947) participaba en un doble acto celebrado, por la mañana, en el Aula Federico García Lorca de la Facultad de Filosofía y Letras dentro del ciclo ‘El Intelectual y su Memoria’, donde sería entrevistado por Tomás Hernández y Álvaro Salvador, al parecer con cierta polémica y división de opiniones con algunas de las participantes.
Por la tarde, en el Centro Artístico, ofreció una conferencia sobre ‘Cultura, arte e intimismo poético’. Este poeta vinculado al clasicismo grecolatino, el Renacimiento y el Barroco, al XVIII y el XIX clasicista y romántico, el Simbolismo y el Modernismo, y a poeta como Luis Cernuda, Constantino Cavafis o Pablo García Baena, sería introducido igualmente por Álvaro Salvador quien realizó un breve recorrido por los doce libros de su producción poética reunidos en algunas colecciones con estudio preliminar de Carlos Boussoño, e indicó que está a punto de salir la segunda parte ‘Jardín concluso’ (Ed. Cátedra), edición al cuidado de la catedrática de Literatura Española en la Universidad de Venecia, Elide Pittarello.
Asimismo habló de su trayectoria como profesor en las universidades de Valencia y Alicante hasta su jubilación en 2012. También lo hizo de su faceta como investigador acerca del grupo poético Cántico de Córdoba con Pablo García Baena a al cabeza, y de sus estudios sobre los prerrománticos y su especialización sobre el siglo XVIII y XIX así como de la poesía contemporánea.
Por su parte, Guillermo Carnero agradecía que se le hubiese dejado total libertad para organizar este acto que había pretendido «no fuese una lectura a palo seco de poemas, ni una clase de teoría literaria, sino algo intermedio». Y así durante aproximadamente una hora ofreció interesantes reflexiones «con el mínimo de tecnicismos» y con la ayuda de algunas imágenes y de varias hojas de poemas propios y ajenos repartidos entre los presentes. Comentó como al cambio estético a mediados de los 60, propició la expresión del propio yo a través de la cultura, que junto con el arte han sido para él elementos primordiales en el conocimiento del mundo y de sí mismo.
Así mismo, indicó que «no pretendía explicar poemas «pues como los chistes no se explican. Como André Breton opino que un poema dice exactamente lo que quiere decir». En su opinión el lenguaje es algo intraducible a otro, y hay que dejar que actúe en nosotros «con sus palabras, con sus imágenes, con sus símbolos y su pensamiento porque la poesía lo que intenta es representar simultáneamente el pensamiento, la intuición y la emoción, siendo ahí donde está su grandeza y su servidumbre». Después expondría ejemplos a partir del poema ‘El Dios abandona a Antonio’ de Cavafis y ‘Ninfa y pastor, por Ticiano’ de Cernuda. Entre los poemas entregados a los asistentes también se incluía ‘El embarco para Cyterea’ extraído de su libro ‘Dibujo de la muerte’, ‘Páestum’ de ‘Variaciones y figuras’; ‘Catedral de Ávila’ de Divisibilidad indefinida’; especial dedicación tuvo con ‘Melusina’ de Verano inglés’,…
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