Antonio Luis García Ruiz: «La obligación moral del acuerdo judicial»

Más importante, es confiar y creer en lo que se hace, hacerlo honestamente, contar con la colaboración de los implicados y poner todo nuestro empeño en conseguirlo.


Finalizada la tregua política de este ecléctico verano, beneficiados de la inacción vacacional de nuestros gobernantes, aliviados o atormentados por los gozos y las sombras, por las pocas verdades y las muchas mentiras, que oímos cada día. Abordamos el comienzo del curso (escolar, académico, jurídico, político, económico, etc.) con esperanza, ilusión y proyectos personales o profesionales de todo tipo. Pero no hablo de utopía, sino de realidades; las fábricas, las empresas, las instituciones, las organizaciones políticas y sociales, etc. tienen la necesidad ineludible de planificar sus acciones, sus estrategias y las metas a conseguir en los próximos meses. Dichos diseños requieren unos conocimientos, unas habilidades específicas y muy profesionales. Pero, más importante que todo ello, es confiar y creer en lo que se hace, hacerlo con honestidad, contar con la colaboración de los implicados y poner todo nuestro empeño en conseguirlo.

Sé que muchos de ustedes, se preguntarán ¿esperanza, confianza, ilusión? ¿dónde está eso? ¿en qué país vivimos? Ciertamente que llevamos unos años, que vamos de mal en peor; que se ha producido una coyuntura, o si lo quieren una conjura incomprensible, temible y turbulenta, entre elementos y factores de todo orden (pésima gestión política, radicalismos, pandemia, catástrofes naturales, migraciones incontroladas, dictaduras incuestionadas, etc.) y, por si fuera poco, el triunfo del fundamentalismo talibán en Afganistán, que nos ha dejado a media Europa y al resto del mundo desconcertados y deprimidos. Pero, también existe la otra cara de la moneda; en mi opinión, en España y aún más en Andalucía, las cosas no han ido tan mal. No ha habido pleno, pero Granada se ha quedado sola este verano, las carreteras saturadas, los bares y chiringuitos a tope, los hoteles han podido salvar la temporada, encontrar empresas de albañilería imposible y comer o dormir en Santiago de Compostela sin reserva previa, ni pensarlo.

Dice el refrán que “ la esperanza es lo último que se pierde”, y yo diría, que es lo único que nunca se puede perder. Por catastrófica que sea una situación, por riguroso que sea nuestro análisis, por muchas puertas cerradas que haya a la vista, siempre hemos de mantener un hilo de esperanza, un rayo de luz, una llamada al optimismo; porque no hacerlo, equivale a aceptar la derrota, la renuncia y la entrega total a embaucadores y embusteros. En estas condiciones nacionales e internacionales, se hace más imprescindible que nunca, el acuerdo y el consenso político de todos los partidos y en todos los asuntos relevantes. Pero, al menos, entre los dos principales el PSOE y el PP y en lo referente al Consejo General del Poder Judicial, que no se puede aplazar más. Existe una obligación moral y legal, una grave responsabilidad política de llegar a un acuerdo estatal, entre el gobierno y los partidos de la oposición; más todavía, cuando este, actúa con deslealtad a la Constitución, a España y a los españoles.

Parece que muchos políticos, aún no han aprendido de la verdadera memoria histórica y quieren repetir la ceguera y la torpeza política de los ciento sesenta y seis años, transcurridos entre la primera Constitución Española (Cádiz 1812) y la actual Constitución de 1978. Durante este sombrío periodo, hubo ocho constituciones, tres revoluciones, dos repúblicas, dos dictaduras, todas las leyes franquistas, intentos de golpes de estado, levantamientos, enfrentamientos, luchas fratricidas, violencia callejera, asesinatos, etc.

El acuerdo, la concordia, la estabilidad política, económica y social, que es lo que realmente produce progreso, equidad y bienestar, brillaron por su ausencia. Pero afortunadamente, tras la muerte de Franco, una luz estelar iluminó a España, junto con una pléyade de excepcionales políticos de todos los partidos. Apoyados por el rey y encabezados por Adolfo Suárez, realizaron un extraordinario y ejemplarizante esfuerzo de inteligencia, generosidad y grandeza, al consensuar y redactar nuestra actual constitución, que fue abrumadoramente aprobada (91´81 %) en referéndum el 6 de Diciembre de 1978.

Desde aquel día, en España hemos vivido la mayor época de concordia y bienestar de nuestra historia; hemos llegado a lo más alto en autonomía, nivel de vida, redistribución de la riqueza, infraestructuras, sanidad, servicios, educación, justicia, libertad, etc. Hoy, todavía la situación de España, su patrimonio y su cultura siguen siendo envidiables. Pisar suelo español y vivir en España, es el sueño dorado de millones de personas, procedentes de Europa y del resto del mundo. Pero, sin embargo, ahora estamos corriendo el riesgo de perderlo todo, de acercarnos a la ruina; de manera cínica, inconsciente e irracional. La cesión de competencias y prebendas del gobierno central, a independentista y a otras minorías radicales, es continua. La Generalitat, tienen urgencia en conseguir la independencia, además de una potente razón: resolver la situación personal de Puigdemont, el individuo que abandonó su puesto y huyó, para no correr ningún riesgo. Ello, es razón suficiente para actuar con inteligencia y urgencia.

 

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ANTONIO LUIS GARCÍA

Catedrático y escritor

 

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