La Consejería de Educación y Deporte ha elaborado una propuesta de nuevo currículum en la enseñanza obligatoria para el curso 2022/23. Se contempla en dicha propuesta un aumento de 105 horas entre la lengua española y las extranjeras, así como casi 90 horas en matemáticas.
Como profesor de matemáticas que he sido considero que el aumento de horas en materias básicas e instrumentales como la lengua y las matemáticas es un acierto, incluso se debería ampliar a 5 horas semanales. Saber leer y escribir como primer objetivo y saber usar las matemáticas para resolver problemas sencillos, como segundo, son competencias que debería adquirir cualquier titulado en ESO. Hay muchos que no las tienen. Y pienso que ello podría mejorar con la propuesta. Sin embargo, no basta el aumento de horas en esas materias. También hay que cambiar las condiciones del entorno educativo. Si queremos una enseñanza individualizada y personalizada, se han de contemplar cuestiones tan importantes como bajada de la ratio, desdoble de grupos, atención a la diversidad o a la recuperación de alumnos que no progresan en su aprendizaje etc.… Todo ello requiere una memoria económica que detalle las partidas dedicadas a los recursos humanos y materiales necesarios. No sea que, como siempre, todo se quede en palabrería y buenas intenciones.
Habrá también que recuperar un atributo indispensable para el progreso educativo: el respeto al maestro. La educación se ha universalizado hasta los 16 años y ello, no cabe duda, es positivo, pero, al mismo tiempo, se ha abaratado, rebajándose las exigencias formativas. El que la educación en este tramo sea obligatoria no implica haber llegado a ese grado de minimalismo. Y no nos podemos olvidar del profesorado. El mismo Álvaro Marchesi, secretario de Estado de Educación en los gobiernos de Felipe González y padre intelectual de la LOGSE, reconocía, en una entrevista publicada en el número 268 de la revista del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, que la ley se olvidó totalmente del profesorado y las leyes posteriores también, por ello, es de justicia aprobar un estatuto que dignifique las condiciones laborales y sociales del docente. Y, al mismo tiempo, mejore su formación inicial y continua.
Pensemos también que otorgar el éxito sin un buen aprendizaje es un engaño que lastra el futuro. No es cuestión de números y estadísticas sino de resultados reales. Hay que ir al fondo de la cuestión y no quedarnos en la superficie. Lo primero que hemos de contemplar al implementar cualquier modelo educativo es el tipo de hombre que queremos conseguir con su desarrollo ¿Queremos cabezas que embistan, como diría D. Antonio Machado, o que piensen? Pues, visto lo visto, parece que nos decantamos por lo primero. Los profesores Fernández Liria, García Fernández y Galindo Fernández, parecen tenerlo claro. Afirman en su ensayo “Escuela y barbarie” que se pretende imponer un Nuevo Orden Educativo para formar a la persona de modo que esté al servicio de la economía global. Y los nuevos modelos educativos parece que están diseñados para ello. ¿No debería ser al revés? Educar para que la economía esté al servicio de la persona.
Por lo que observamos en las redes sociales y en Internet, la pretensión de las grandes empresas tecnológicas y los gigantes de la información es apagar el conocimiento y encender la ignorancia y estulticia. Con el fin de controlar con facilidad la voluntad de los ciudadanos e influir no sólo en sus acciones y decisiones, sino también en sus emociones y sentimientos. Y únicamente podemos frenar este proceso con la educación. Pero, una educación para formar un ciudadano culto, autónomo, libre, independiente, crítico y no manipulable.
Por ello, pienso que el conocimiento, el saber real, racional, científico, en base al análisis y la reflexión serena, materializado en las diferentes ciencias y en la filosofía, tienen que ser la referencia en la que se asiente, de verdad, con orgullo, un sistema educativo.
Necesitamos un modelo educativo que vuelva a dar a los conocimientos el protagonismo que deben tener en el currículum escolar, porque hay que “saber” para luego poder “saber hacer”. No lo olvidemos. Y ¿qué mejor que definirlo con la participación de todos los actores de la educación en el marco de un Pacto Educativo?
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docente jubilado