Manuela, aquella tarde tenía en mente que había de disponer todo para que mañana, Vicente, su marido, lo tuviera preparado para marchar al tajo. Sí, mañana comenzaban la aceituna. La “vará” de la aceituna que este año se presentaba buena con invierno muy frío. Pero ¿Cuándo no hace frío en invierno en nuestro pueblo? Manuela ponía sobre la silla del dormitorio la ropa que su marido Vicente había de ponerse para el trabajo y marchó a la cocina a “echarle la merienda”. Era ya tarde, su hombre ya se había acostado, por eso sus movimientos y faenas en la cocina los hacía controlados, cuidados para no despertarle.
– Dios quiera- Se dijo Manuela en un repentino pensamiento- Qué la“vareaura” y cosecha de la aceituna, se dé bien y saquemos un dinerillo para pagar deudas.
Pardeaba ya la aurora, que, con una azulada niebla por el frío de aquel claro día, con alguna nube sobre la sierra del pueblo que se confunde ya, con el humo de las chimeneas que encendidas y preparando desayunos arrojan al cielo el humo que cada mañana cubre el cielo de Benalúa. Los ‘ajumaos’, sus gentes, se preparan con recios desayunos para partir al campo.
Las calles del pueblo, esta mañana, se presentaban distintas, más animadas. Peones con sus talegas al hombro colgadas, sus varas sobre el otro, manos en los bolsillos y algunos con su cigarro en la boca, caminaban ligero en busca de su cuadrilla en el punto de encuentro para partir al olivar.
Vicente y sus compañeros de cuadrilla habían quedado en la ‘Noguerilla de Eufrasio’. Bastantes mulos y algún burro con sus aparejos equipados y de envases cargados, partían igualmente a los tajos de trabajo para acarrear la aceituna en la tarde, hacia la almazara al terminar la jornada. Él, con sus dos buenas acémilas “arreatadas” y en busca de sus peones se dirigía
La característica lumbre al llegar a los olivos, casi ninguna mañana falta, siempre hay uno de los peones que tras encender el cigarrillo antes de “agarrarse” prende fuego a unas hojas a unos tallos de olivo que quedan junto a los árboles al retirar los fardos de los ya vareados. A su llegada han espantado las aves que se alimentaban tranquilas en el olivar. Un grupo de zorzales en vuelo rasante, rápidos y veloces cruzan por los claros de las ramas de los olivos. Las totovías, más tranquilas, se alejan andando sin dejar de picar. Alguna abubilla que se alimentaba en los excrementos de los mulos en el centro de una camada de olivos sale rápida con ágil vuelo tras habernos “amenazado” desplegando su cresta.
Muchos más pájaros en bandada en acrobáticos vuelos, a su alrededor suenan sus aleteos y nos regalan sus trinos. Saben que están más seguros de posibles depredadores, si no se alejan mucho de los humanos, sabedores de que las aves rapaces de actitud más arisca, no les gusta la compañía de los hombres.
Junto al fuego se charla y se propone cualquier circunstancia del trabajo del día, por donde seguirán el tajo, qué olivos recogerán hoy, cuantas hiladas de estos quedan, mientras se cuelgan las talegas y el hato de las ramas de cualquier olivo donde luego harán la merienda.
Frente a ellos, azulones chorros de humo por el sol traspasados, tras distorsionar sus rayos se observan a lo lejos, son otros grupos de aceituneros que, igual que ellos están recién llegados al tajo. De algunos lejanos se oyen sus conversaciones. Suele ocurrir en los campos. Qué, en función del día, de su estado ambiental, de la atmosfera, presión isobárica, sentido de los vientos. Sonidos emitidos y conversaciones habidas entre personas, a ciertas distancias, algunas veces lejanas, se oye el ruido y sonido emitido, con claridad. Increíble circunstancia conocida por los hombres del campo que les obliga a hablar, según qué cosas, con cierto reparo. Hay veces que se oye el rumor del pueblo, en días muy tranquilos, con sus pregones los distintos vendedores, algún grito de alguien enfadado y hasta conversaciones de los vecinos, se han oído y se oyen desde los Salobres, El Santuario, el Yesar… por lo que es curioso estar en el campo y saber qué pescado venden hoy los “pescaeros” ambulantes en el pueblo.
Hace un buen día de sol. Aún, alguna sombra de olivo conserva escarcha de la pasada noche, pero expuestos al sol, éste ya va picando, fuera jersey. Y se aprovecha para echar de la damajuana un trago de agua fresca, casi helada, quedó a la intemperie, junto al hato en la noche pasada.
Se avanza en la recolección, el trajín de vareo, el cambio de fardos, cribado del fruto recogido y el sol calentando hace que la cuadrilla entre en un estado de sopor. Todos trabajan, todos callados, todos en sus puestos y por un tiempo así, en que solo se oye el golpear de las varas sacudiendo ramas y el fruto golpeando el fardo. Y parece que los absorbe el trabajo. El más joven de ellos, desde lo alto del olivo donde se halla vareando, puesto que por edad se asume y que los demás le otorgan.
A todos cuenta su desagradable experiencia en la discoteca el fin de semana pasado, cogió la “pea”. Se bebió tres “cubatas” bien cargados encima de cuatro o cinco cervezas.
Al hilo de la conversación otro de ellos “tercia”, aprovechando que se habla de cervezas y cubatas.
Con la visera de su gorra echada a los ojos, para evitar el deslumbre de los rayos solares, y con ello resguarda sus ojos del más que posible golpe de una aceituna que venida lanzada por el vareo, se estrelle en uno de sus globos oculares. Dirigiéndose a la cuadrilla con tono un tanto jocoso y lo suficientemente elevado para que le oyera el amo, dijo:
– Y, ¿Este año es qué no hay “remate”? No nos han dicho nada y eso es muy importante.
Vicente, “el jefe y dueño” requiriendo a aquel le espetó:
– Pega palos y mueve el culo que no haces mas que pensar en “juergas”.
Los demás rieron, pero ya todos siguieron con el mismo tema, recordaron que el pasado año no acabó de salir bien el remate de la aceituna.
– Eso de hacer el remate a los dos o tres días de haber acabado y en el pueblo. Eso no es remate ni es “ná”, eso es un bodrio.
Dijo un tercero simulando enfado para seguir con la ironía que el amo hizo a su compañero por no pegar palos ni mover el culo.
-Entonces, ¿Qué quieres? Pues bien, que te pusiste de embutidos “morao” y jamón hasta arriba y lo regaste con cerveza y de aquel vino extra que os llevé.
Todos comenzaron a hablar a la vez, en una especie de discusión de ideas y pareceres que les hizo elevar la voz y al tiempo por acto reflejo aumentaron los palos al olivo y su frecuencia.
Unos daban razón al dueño, otros lo contrario. La cuadrilla se animó.
-Vamos a quitar los mantos de éste que ya está.
Advirtió el manijero, que añadió:
-Vamos al trabajo y dejarnos de discusiones que tenemos de cuadrilla de aceituneros, lo que yo de cura. Y… menos disponer, que el “la remate” ya tengo pensado como va a ser.
– ¿Cómo? ¿Cómo?
Inquirieron todos a la vez, cesando por unos momentos de varear y mirando a aquel.
-Este año haremos la fiesta en el tajo y al terminar el último olivo, como debe de ser. Comenzamos aquí y terminamos en el pueblo, como siempre fueron los “arremates”.
– Sí, sí.
Asintieron todos.
– ¡Vamos! Indicó el manijero. Todos sabían a donde iban… ¡a merendar!, que, por costumbre, defecto u otro cualquier motivo, en Benalúa se dice merienda a lo que es almuerzo, ya que la merienda vendría luego más tarde.
Es la merienda en la aceituna un momento muy grato, todo el que en la aceituna has estado este acto lo ha comentado como muy agradable y esperado.
Tres cuartos de hora se emplea en devorar buenos fiambres del cerdo sacrificado hace pocas fechas. Un cigarro de sobremesa, mas bien haría falta decir de “sobretierra” porque sobre ella se sientan y semitendidos descansando, “meriendan”.
La jornada se dio bien y se recolectó buena cantidad de kilos que quedaron inscritos y asentados en el vale que recibió Vicente del pesador de báscula de la almazara, en Benalúa Cooperativa.
Aquel año se recogió buena cosecha, no se perdieron muchos días por ello la ‘vará’ fue larga por la buena recolección. La cuadrilla sacó buenos dineros y el “amo” buena cosecha.
Esta mañana, ya, del avanzado marzo, algo más temprano que de costumbre, los peones de Vicente, en grupo y algo alegres, parecía haber bebido alguna copa de anís o aguardiente, y quizá seco. Se dirigieron a la puerta de Vicente que ya sacaba y aparejaba sus bestias. Ayudaron al amo a cargar en los mulos unas cajas de cerveza, unas garrafas de buena pleita forradas y llenas de buen vino, otros paquetes y bolsas. Todo lo necesario para organizar una fiesta para celebrar la buena cosecha, la buena vará de aceituna y la camaradería y buenas formas de la cuadrilla, que ya andaban con un poco de “alpiste” afectados…reían mucho y sus formas los delataban. ¡Pronto han comenzado!
Hoy no les adornaba el hombro la talega de la merienda, hoy el amo hacia de anfitrión y allá partieron todos al haza de Vicente que sería final de temporada ya que apenas pocos olivos les quedaban y terminarían el trabajo para las doce aproximadamente. Si no se complicaba. Casos se han dado que habiendo empezado antes a beber que a varear. Esto no lo han acabado porque ni lo han comenzado. ¿Culpa?, su estado. Ya no veían ni el palo. Por lo que los pocos olivos que quedan para remate se los endiñan, para que los coseche solo el amo.
A punto estuvo que ocurriera de similar manera, la faena que restaba. Allí ya, todo el mundo bebía y nadie vareaba, porque tiempo les faltaba para devorar entrantes, tapas y buenos pinchos de tortilla para de seguido comenzar a danzar con ridículos mohines y acrobáticos movimientos. Había gana de “juerga” y no de aceituna. Los restantes olivos nadie los atendía, el manijero hombre más serio, ayudaba a Vicente mientras que el resto de gente, cuadrilla y algún invitado no solo no ayudaban, sino que obstruían el trabajo y a aquellos molestaban. Hicieron un buen corro alrededor de una gran fogata. Todos cantaban todos bailaban y al ruido de lo cantado y gritado otra cuadrilla no muy lejana alertaron y hasta ellos vinieron a comprobar que pasaba…Bueno, eso poco les importaba, tomaron enseguida el plato que les ofrecieron y con el vaso hasta arriba lleno propusieron un brindis por la buena cosecha y por la “saluz pa tos los que aquí mus hemos juntao”. Un gran aplauso rubricó la frase pronunciada en perfecto benaluense y de su “Real Academia”.
Los gritos de volumen subían, el baile de los regionales eran, que ellos de cualquier manera interpretaban. “La Reja, La Malagueña Rondeña”. Bailes estos que tradicionalmente se han adoptado como los típicos de nuestro pueblo, que muy artísticamente fueron interpretados por los Grupos de Coros y Danzas de Benalúa de las Villas de los años 60 y 70, se encargaron de despolvar y bailar rescatándolos del olvido Coros estos organizados por nuestro gran párroco y sacerdote, Don Francisco Lombardo Valverde.
La algarabía del momento estaba en su cima. Los soporíferos cuerpos ya se notaban afectados, pero comiendo choto al ajillo de una gran cazuela que Manuela, por encargo de su marido Vicente, había preparado.
El manijero apareció disfrazado de chimpancé, con una cadena al cuello y llevado por el niño de la cuadrilla, aquel que subido en los olivos pasó la “vará”.
La explosión de risa fue apoteósica, el niño y el chimpancé, a cuál más simpáticos y graciosos, lo hacían muy bien, lo que originaba enormes cascadas de risas y gritos aumentados por el estado etílico de todos, qué hartos de cerveza y degustado un gran vino, llenaron la tripa de toda clase de alimenticios manjares reforzados por un gran choto que el amo compró y el ama guisó…y ¡Par diez! Que estaba bueno.
Ya era más de media tarde y la fiesta no decaía. Tomaron un café bien cargado en un gran termo traído. Ello los animó, aunque ya lo estaban, pero subió grados la excitación. Alguien propuso salir para el pueblo.
Allá marchaban en grupo “incompacto” porque compacto no podía ser por circunstancias y culpa de volátil menjunje bebido en cantidad. El gran gorila y su adiestrador marchaban delante desechos en brincos y piruetas del animal mientras que el domador tiraba y tiraba de la cadena intentando apaciguar a tan feroz fiera.
La entrada en la villa. La hicieron a lo grande. El gorila impactó, los niños acudieron y pronto tenían una gran audiencia lo que les causaba una cierta cortedad, pero animados que eran por el alcohol degustado todos contentos, bailando iban por las calles del pueblo luciendo su arremate.
“Esto si ha sío un’arremate”, se decían entre ellos, ya abrazados entre sí para no medir el suelo. Se fueron disipando, cansados de tanto baile, de oír tanto cante y de comer a lo grande aquellas viandas y postres que le preparó su amo.
Habían desaparecido y sin despedirse, a dormir la siesta fueron después de su remate. Aquel que ya el primer día reclamaron al dueño de los olivos y bien qué lo celebraron, ya quedando para coger la aceituna de Vicente el próximo año y ya se alegran y preparan. ¿Por qué? … “Es que vamos a l`arremate”.
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Esta “fiesta”, este acontecimiento que de antiguo viene y ya se muere en estos presentes años. Características de vida, distantes entre sí, son culpables, por sus cambios evolutivos, traídos hasta aquí a través de los años. Ya se hicieron viejos, ya se hicieron anticuados y fueron desplazados por nuevas costumbres y formas que todo modificaron.
Las máquinas nos invadieron y vinieron a crear nuevos y adelantados protocolos de trabajo. La vara por la vibradora personal, los mantos no se arrastran, los traslada una máquina, la criba de los tajos desapareció, vino la vibradora compacta máquina que todo lo vibra y el fruto arranca de las ramas.
Y el tractor como maquina perfecta de coordinación y complemento de los trabajos. Así, la diversión y la alegría de fin de “la vará” se ha acabado, se ha sustituido, en muchos casos, por una fiesta en la discoteca de moda, acabando con el gran jolgorio de “la remate’.
Ver más artículos de
Autor del libro ‘El amanecer con humo’
Comentarios
4 respuestas a «Gregorio Martín García: «Es que vamos a ‘la remate’»»
LA ACEITUNA ,no por dura qué era su recolección dejaba de ser acontecimiento esperado en el pueblo porque las gentes la esperaban como mana llegado del cielo para en cierta forma apaliar las deudas acumuladas en la tienda en los meses anteriores, eran varios meses de convivencia entre los acituneros les servia unir mas los afectos y la convivencia,días de frío lluvia y nieve sin imparables chubasquero sólo una pelliza qué se empapaba de agua y aumentaba su peso, de cualquier manera has hecho descripción maravillosa de uno de tantos acontecimientos que hacen de nuestro pueblo lugar de gentes buenas y trabajadoras escelente trabajo
Paco, amigo. Tocas con acierto unos temas muy ciertos con ocasión de la «vara» de la aceituna.
1º.- Efectivamente, era maná caido el cielo. Ayudaba a romper las cartillas donde te apuntaban el
«debo». y que todos la conocian como la cartilla del «Fiao».
2º.- Tambien cuierto es que la «vara» de la aceituna hacia nuevos amigos y estrecahza lazos entre las
cuadrillas. Alguna vez hacias amistad que luego despues nunca se olvidaría.
3º.- Sufrido trabajo, mas que por la fuerza física por el escenario y el estado meteorológico donde se
desarrolla. Frio, carambanos, lluvia, nieve, etc.
4º.-El buen hacer de los aceituneros de Benalúa de las Villas, han hecho de la zona uno de los
mejores planteles de olivos de españa.
Pero Paco, que se te ha olvidado algo bueno y muy bueno que tiene la aceituna….¡¡¡LA
MERIENDA!!!
Algunas mañanas de frio hemos pasado en el tajo,como tu bien dices al comenzar el dia alrededor de la lumbre para que se templaran un poco los dedos y poder coger la aceituna del suelo que era lo que hacian las mujeres, mi padre echaba unas cuantas piedras al fuego y despues las metiamos en los bolsillos y se mantenian un buen rato calientes. la fiesta del remate lo mejor,reir y pasarlo lo mejor posible despues de tanto trabajo,que recuerdos mas buenos….gracias por traernos tan buenos recuerdos y tan bien relatados.
Encarni R.G. Tu, me parece que poco has ido a recoger aceituna del suelo, algo pero poco. Pero si, sabes lo que se «guisaba» en el tajo de la aceituna. Gracias por tu comentario.