A los que hemos estado dedicados a la educación y a los que hemos amado la profesión en el viejo sentido de la paideia (en griego παιδεία ), todavía nos pesa poderosamente como una enorme losa, el significado que se desprende del término. La paideia es educación o formación en el proceso de crianza del niño (en griego παις es niño); es decir, la razón misma de lo que llamamos enseñanza y que, en última instancia, era para los griegos la base para la formación del niño como persona y ciudadano libre, que no es poco. En cualquier caso, no sería del todo malo en estos tiempos que corren echar un vistazo a Werner Jaeguer que sabía mucho sobre esto.
Isócrates (436-338 A.C.), orador, político y educador, entendía que para los fines del Estado se hacía necesaria una reforma educativa, basada fundamentalmente en formar a hombres políticos (digo hombres políticos, porque hasta donde sabemos no había ninguna mujer en su escuela). Su idea era reformar al Estado a través de sus enseñanzas, paideia, a la nueva juventud con la finalidad de que sus discípulos fueran predicadores que ejercieran un efecto multiplicador de un pensamiento, que a fin de cuentas, pretendía devolver a Grecia su esplendoroso pasado.
Hecho este preámbulo, digamos, por otra parte, que en la historia de nuestro planeta el mundo del saber técnico-científico y sus avances siempre se han podido sumar, lentamente, de manera mecánica, es decir, conquista a conquista; por el contrario, en la paideia todo se debe comenzar con cada generación, pues los conceptos o ideas asimiladas por los pueblos al transcurso de distintas generaciones siempre han sido muy frágiles y lo que aparecía asentado en su momento, había que sostenerlo muy firmemente para que no se diluyera o se derribase fácilmente, Por tanto, la transmisión de la ética, la sensibilidad, la belleza, los pensares, los sentires o la estética se han producido con cada generación que ha venido al mundo como todas las demás.
Sin embargo, hoy, nuestra civilización occidental ha decidido que esto no siga por este camino y se ha instalado el odio al tiempo de los padres y al de los abuelos; ahora todo es cultura alternativa o, quizá, paideia alternativa, o sea nada, y ahí está entre nosotros. Los seres y los acontecimientos no son lo que son, sino lo que se decide que sean en cada momento. La verdad ya no es la adecuación del pensamiento a la conciencia, como no es tampoco la adecuación de la inteligencia a la realidad, sino que esta se construye según convenga hacerlo. De hecho, con el lenguaje se cimenta lo real de cada instante, haciendo que lo que es no sea y lo que no es sea. Esto no es nuevo, pues el lenguaje, también oculta el pensamiento y logra rebautizar el nombre de las cosas para adaptar esquemas mentales a «los nuevos tiempos».
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De esta manera un maestro puede quedarse pajarico razonando un problema matemático desde una perspectiva socio-afectiva. También pudiera ser que otro sesudo maestro -sin que le entre la risa – sea capaz de conseguir el objetivo de la contribución de las matemáticas al desarrollo de los distintos ámbitos del conocimiento humano desde una perspectiva de género
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Así que, en los planes de estudio de la nueva Reforma Educativa, que se nos han venido encima de la noche a la mañana, se nos quiere hacer ver la existencia de algo que no responde al conjunto de sensibilidades heredadas, aprendidas y asumidas por el yo de cada cual; esto es, se intenta dar objetividad práctica a algo que no existe más que en la mente del legislador. De esta manera un maestro puede quedarse pajarico razonando un problema matemático desde una perspectiva socio-afectiva. También pudiera ser que otro sesudo maestro -sin que le entre la risa – sea capaz de conseguir el objetivo de la contribución de las matemáticas al desarrollo de los distintos ámbitos del conocimiento humano desde una perspectiva de género. Vamos, que la gacetilla legislativa que nos presentan tiene más excentricidades que el obispo de Solsona.
Esta vacua oratoria legislativa-administrativa, en verdad, no tiene entidad ni apoyatura alguna en lo aprendido y conformado por la tradición, capaz de simbolizar lo real, que es lo propiamente humano, por mucho que intenten normalizarla y sacralizarla como algo verdadero o cierto desde las administraciones. En el fondo, no deja de ser una maniobra hartera, en una especie de terrorismo intelectual, que sirve para camuflar el número de aprobados y, también, como respuesta a determinadas exigencias de algunos grupos feministas. Evaluar – imagino que por igual – con esta retórica tan ambigua la exactitud o inexactitud de una respuesta de una ciencia exacta, me parece una majadería; pues, atendiendo a esta lógica de la estupidez, lo inexacto también puede considerarse como una variante de creatividad personal del alumno o de la alumna, y esto es una locura.
Vamos, un disparate. Y así no se puede malgastar el dinero en educación y hacer cautivos de la ignorancia a nuestros hijos con tal de disfrazar los guarismos del fracaso escolar. Esto es hacer perder el tiempo al futuro de nuestros niños y de nuestras niñas en aras a un igualitarismo, que hace tabla rasa enfangando y desprotegiendo a los que quieren aprender y no pueden, porque se les ha secuestrado su yo y no pueden irlo construyendo con ayuda del maestro en el ejercicio intelectual del esfuerzo y, cómo no, en la búsqueda de la exactitud que requiere el saber científico. En fin, otro día hablaremos más del asunto de esta nueva forma de enseñanza sobrevenida, que está liquidando ya nuestras categorías y esquemas mentales.
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