¿CÓMO LO HAGO?
De todo lo que aquí se expone, cada cual tiene que aplicar esta mirada desde su posición, desde su realidad: nadie mejor que tú sabe lo que puede, quiere y/o debe hacer. Para ello, no es necesario enfrascarse en discusiones terminológicas: proyectos, aprendizaje colaborativo, cooperativo, centros de interés… todo conduce a lo mismo: la inclusión y el cambio.
Ejercicio 10.
Recupera lo expuesto y justificado en el ejercicio 9. Con ello, vas a trabajar tu triple eje de las decisiones: traza tres líneas al modo del símbolo de la paz en el que una será tu “quiero”, otra tu “puedo” y la que quede, será tu “debo” y numéralas del 0 al 10, siendo la cantidad menor el punto donde confluyen las tres. Seguidamente, puntúa con la calificación mencionada a cada argumento o justificación citado en el ejercicio anterior. Tú decides.
Partiendo de lo mencionado, descontextualiza, rompe, desplanifica, improvisa, sorpréndete y sorpréndeles, date y dales la oportunidad de la experimentación. Siempre será preferible reconducir en lugar de castigar, ofrecer oportunidades en vez de mostrar marcos limitantes, consensuar a cambio de imponer. En consecuencia, el aula o grupo se percibe como espacio de convivencia: ¿qué queremos conseguir, por tanto, cuando expulsamos a alguien de este compartir continuo? La expulsión no es exclusivamente el acto de echarlo de clase, también implica nuestra falta de atención, desconsideración, poner a algunas y algunos por encima de otros y otras… tú marcas los límites de tu experiencia.
Si consideramos la pregunta con la que se abre este apartado y nos centramos, por ejemplo, en el alumnado de Secundaria, con frecuencia es notorio observar su hastío por el sistema y que ha perdido la espontaneidad, bien porque en nuestra práctica somos dominantes absolutos de las sesiones de clase, bien porque el alumnado ha realizado intentos por participar pero se han visto rechazados bruscamente, o bien porque hemos considerado que no eran oportunas ya que, bajo nuestra mirada “sabia”, solamente buscaban “escaquearse y no hacer nada”. En este parecer es donde entramos en juego, donde activamos el cambio de nuestro rol: potenciamos su responsabilidad y motivación1.
Ejercicio 11.
Califica la relación con tu alumnado con 3 adjetivos. A continuación, ponle una nota de 0 a 10. En el caso de no haber conseguido los adjetivos solicitados o conseguirlos a regañadientes, o bien si tu calificación no ha obtenido la nota máxima: ¿cuál es el motivo?
Tras años de repetición sistemática de actividades, pruebas y demás, esta propuesta tiene buena acogida; sin embargo no es flor de un día, sino que requiere y es preferible un proceso paulatino2, a fuego lento, para ir descubriendo nuevas vías de aprendizaje, decidiendo cuáles son nuestras expectativas y objetivos al respecto: tú decides, ya sean en cuanto a su puesta en práctica, resultado, elaboración o todo a la par. Igualmente, has de decidir si vas a ser más reflexivo y analítico o más bien juicioso: todo ello depende de lo que busques o quieras conseguir, siempre actuando de forma coherente.
REFLEXIÓN FINAL
Como suele ocurrir, una imagen vale más que mil palabras. Esta gráfica del psiquiatra estadounidense William Glasser ilustra una parte de lo que se pretende compartir y transmitir en esta propuesta… la otra parte la decides y la pones tú.
Ejercicio 12.
Traigo ahora a tu memoria la imagen del ejercicio 1: ¿sigues siendo el mismo pez?
Conceptos enlazados.
1.- Responsabilidad y motivación.
Ambas ideas no han de aparecer de forma conjunta, aunque si lo hacen el resultado es excelente. Distanciado de lo que habitualmente se suele considerar, tanto uno como otro son estrictamente individuales y dificílmente imponibles, es decir, que aquello de “asumir responsabilidades” y no entender por qué nuestro alumnado no está “motivado” a pesar de todo lo que se le ofrece tiene una respuesta clara: han de venir de dentro.
La responsabilidad es “la habilidad para responder” atendiendo con ello a las herramientas o instrumentos con lo que se cuenta para actuar. Visto así, ¿cómo dotamos a nuestro alumnado de esa “responsabilidad”? Por otra parte, la motivación sí puede ser generada, sobre todo, si es a través de preguntas, ya que será el alumno el que buscará las respuestas en su interior. A pesar de ello, lo idóneo es que sea propia en el alumnado, por la razón de que la “motivación” no es otra cosa que “tener motivos para hacer algo”: ¿los provocamos? ¿Los seguimos cuando ellas y ellos los tienen?
2.- Proceso paulatino.
Se incita aquí a no tener prisas, fundamentalmente, para no caer en la desesperación nosotros y nosotras ni provocar malentendidos en el alumnado. Para ello, hemos de modular nuestro anhelo por descubrir nuevas experiencias de aprendizaje y caminar lento pero firme.
Cada cual, como en toda esta propuesta, ha de saber cuál es el ritmo que le conviene, donde ha de tener dos consideraciones capitales: a)- consciente de sí mismo o misma, b)- su alumnado. A partir de ahí reflexionar sobre si empezar por experiencias de poca envergadura, que conlleven pocas sesiones como toma de contacto, formas de actuación del grupo, cómo se ve el docente en esta renovada perspectiva…
En este camino, plagado de sensaciones y expectativas, hemos de habituarnos a convivir con el error, con la incertidumbre, con las confusiones y problemáticas que nunca antes nos habían planteado ni sucedido. El proceso por el que se transita puede ser explicado de la siguiente forma: el primer momento lo denominaremos incompetencia inconsciente, lo que viene a decir, que nuestra práctica no es buena pero ni siquiera nos damos cuenta de ello. A esta le sigue el nivel evolutivo de incompetencia consciente, donde se inicia el desaprendizaje para empezar a aprender, donde empezamos a fijarnos en lo que no ejecutamos de forma conveniente para poder subsanarlo. El tercer momento de desarrollo corresponde a la competencia consciente, a través del que nuestra práctica mejora debido al paso anterior y observamos que hemos encauzado correctamente lo deseado, es decir, lo hago bien, lo sé y también sé el motivo. Por último, el escalón más alto de todos, al que todos y todas estamos invitados a llegar: la competencia inconsciente, esto es, el cambio de mirada y todo lo que conlleva ya actúa en mí de forma globalizada, lo llevo de serie, lo he metabolizado y es natural en mis acciones.
Este proceso puede darse en una sola sesión de trabajo, en varias distintas o quedarnos en el primer escalón, así como tampoco ha de ser lineal, sino que estando en el tercero, por ejemplo, un replanteamiento que nos hagamos nos puede llevar por encima o por debajo otra vez. Igualmente, añadir que este proceso no es exclusivo en y para el docente, sino que es observable en el alumnado, tanto a nivel individual como general.
1 Ver Conceptos enlazados.
2 Ver Conceptos enlazados.
Ver capítulos anteriores:
- «Un cambio en la mirada. Introducción»
- «Un cambio en la mirada. Parte 1»
- «Un cambio en la mirada. Parte 2»
Fernando Carvallo García. Coach educativo, Docente y Secretario de ASEDEM (Asociación Española de Educación Emocional).
Implicado en la transformación de la Escuela para el desarrollo auténtico de las personas.
Creo (de creer y crear) en una Escuela como eje vertebrador de la sociedad.
Sitio web: Transformado la escuela