Muchas generaciones buscando la suerte, muchas generaciones huyendo del hambre, y todo ese tiempo pisando carreteras, abriendo caminos y cruzando los mares, atravesando el Atlántico, partiendo a conquistar las Américas. Y la suerte, la “flauta” para algunos no sonó y aquellos que de aquí se fueron, a los años sus descendientes volvieron, buscando sus raíces, su vínculo con esta tierra, desorientados y tristes, maltratados por los tiempos, con el mismo espíritu aventurero que hizo partir de su lugar de nacimiento, a sus antepasados.
Aquí ya no los conocieron, esta tierra ya no era de ellos ni tampoco la que allí dejaron… estaban desahuciados, sin tierra, lugar de nacimiento ni persona alguna que al comprender por donde pasaron si no le abrían el corazón debieron abrirle la puerta. Pero tan inverosímil todo era que es difícil comprender toda la historia sufrida de esas generaciones, en especial los que suerte no tuvieron aquellos que hace muchos años de nuestra tierra de nuestra villa partieron.
Alguien de nuestro pueblo hace pocos días me contó esta historia y la belleza de ella me hizo comunicarle que estaba decidido a que la misma no se olvidará y con mi sencilla letra perdurará en los tiempos venideros. En principio, lo pensaron, y lo comprendí. Aquella señora que me lo narró tuvo que decidir qué, de su familia se vieran publicadas cosas no conocidas. Y lo acepté. pero por segunda vez insistí. Le comuniqué la narraría, pero con todos o algunos de sus nombres ficticios para proteger lo personal.
Ambos aceptamos y aquí os voy a intentar contar una historia de principios de siglo XX, que se inició y finalizó en Benalúa de las Villas, nuestra tierra que no es la única ocurrida en los tiempos de la emigración a hacer “Las Américas” especialmente a Argentina. Allá se hacían grandes fortunas, ello originó el efecto llamada y para allá marchaban aquellos que la subsistencia le era difícil y con su espíritu de lucha se aventuraban a conquistar un nuevo mundo, una nueva vida, para buscar un futuro.
Y cual cuento de la lechera hubo muchos más que fracasaron. Con hambre se fueron, con hambre hubieron de volver, menos aquellos muchos que en el camino quedaron.
Que ocultas historias habrán quedado, sufridas y selladas por el silencio de la parca, qué tristezas habrán pasado aquellos que embarcaron en una aventura tan larga e incierta.
Tiemblo y temo ¿Por dónde habrán pasado? ¿Cuánto habrán sufrido esos muchos paisanos o familiares que buscando pan y vestido hubieron de ir a buscarlo?,
Dejaron familia, dejaron casa, y marcharon sin amigos y sin su amor de toda una vida. Sus corazones partidos, su alma destrozada salir de su pueblo Benalúa para a Argentina arribar. Casi dos meses “apresados en enormes barcos recluidos” Sin cuidados, tirados sobre tablas y hambrientos todos iban. Sus ojos desquiciados clavados en la popa y en la estela que horada ésta, como lo más cercano que les va quedando de su España de su tierra. Y aquel pañuelo mojado en lágrimas que no cesaban, no paraban de fluir y rodar por sus mejillas para estrellarse contra la sucia cubierta de aquel monstruoso barco… ¡Qué espanto!
*****
Mañana benaluense, de temprana primavera, no solo está el humo de su perenne montera, sino que la niebla envuelve en esta alba la villa. La manada de cabras como cada día ya había partido hacia los pastos de montes florecidos, para alimentar a los animales y almacenar en sus ubres la leche, sustento de nuestras gentes. Los últimos peones al trabajo marchaban con sus talegas al hombro y el cigarrillo acompañando en su camino hasta el tajo.
Aquella señora, vecina del pueblo y casada con un Ramírez, terminaba de barrer su placeta frente a la entrada de su casa y baldear con el cubo. Ya había entrado cuando tocaron a la puerta. Toque tímido era, se notaba por las formas, de alguien desconocido. Antes de salir, María por la ventana del salón echó una ojeada. ¡Era una mujer…! – ¿Qué querrá tan de mañana? se preguntó, mientras deslizaba el cerrojo de la puerta. Tras la cortina apareció una delgada y limpia mujer, vestida normal pero humildemente, porte refinado y de aptitud educada. Era guapa, con línea facial familiar. Un coqueto roete muy alto, tenía formado con su pelo moreno y un pañuelo al cuello atado que, ya había caído desde su cabeza hasta su espalda. En su mano derecha un cesto bien organizado y en su izquierda un paquete que parecía un regalo.
Ambas, con la cortina entre manos, quedaron quietas, ninguna hablaba, solo se miraban, como si el interior de ellas se conociera y se estuvieran saludando. ¡Hacía tantos años!
La extraña mujer rompió el silencio: – Buena señora, ¡Hola! Tenga buenos días y perdone la molestia. Vengo de la Iglesia y del Ayuntamiento donde he intentado consultar unos documentos, pero… antes de nada mire y vea esto.
De su cesto, por un lado, sacó una muy bien anudada bolsa, comenzó a desliarla, con ceremonioso y deferente gesto, como si en ello estuviera todo por lo que allí estaba. María no era amiga de hablar con forasteros y menos si estos le venían con “misterios”. Pero extrañamente no estaba asustada ni inquieta, la presencia de aquella señora le tranquilizaba, había algo en ella que simpatizaba, le era familiar. Era prudente, educada, algo reservada, pero a la vez cercana.
Terminada de desatar aquella bolsa, sacó unos documentos, se veían viejos, pero bien tratados. La visitante acercó con su mano temblorosa una especie de libreto a María, que al cogerlo comprobó que aquel documento “pesaba”, pesaba su historia, no su forma física y estructura. Y algo muy inquietante en el fondo de su ser sintió al tener entre sus manos aquellos documentos Benaluenses.
La tapa se desdobló y ante ella aparecieron y se mostraron una serie de nombres y apellidos conocidos e iguales que los de su familia: “Ramírez” …-Pero si son como los de mi marido… ¡Exclamó…- ¿Qué es esto?, Algo contrariada insistió: -Tranquila señora que en esos papeles consta tus antepasados.
Era el libro de familia de principios de siglo de Juan Manuel Ramírez Rivas, casado con M.ª del Rosario Gálvez Ramírez, para casarse tuvieron que pedir dispensa, pues eran primos y sus cinco hijos: Consolación, Juan Manuel, José Gregorio, M.ª Dolores y Manuel Saturnino. Los mismos que, hace mucho tiempo en 1927 de aquí partieron a explorar el mundo.
– No se altere pues, siga escuchando lo que he venido a contarle. Y le preguntaré: ¿Conoce a Juan Manuel Ramírez? primo que fue o que es si no ha muerto, de tu suegro Manuel Ramírez Jiménez, nacido en 1898.
Esto que le muestro es su libro de familia de la época, el mismo que se llevaron y que con cariño y esperanza guardaron:
– Me llamo María Laura, soy nieta de Juan Manuel, primo de tu abuelo, que, en el año 1927, marcharon a la Argentina a buscar mejores horizontes. El trabajo les premió e hicieron fortuna, montó una empresa de transporte público de viajeros, autobuses. Por un tiempo todo fue muy bien hasta el punto de que de meta se pusieron que en llegando a cierto estatus económico volverían a España en donde montarían un negocio, quizá similar.
Yo nací allí. Allí me casé y tengo una hija. Hace dos años me separé, precisamente cuando en Argentina se comenzaron a mover los cimientos sociales, todo se alteró, todo vino abajo. Argentina cayó, hasta que llegó el “corralito”. Argentina fracasó. Los primeros en sentir las garras del hambre fuimos los inmigrantes. Ello me ha impulsado a venir aquí a Benalúa a la que conozco perfectamente de lo relatado por mi abuelo, que nunca olvidó, este pueblo, sus raíces ni su familia y de las que me decía que a ellas volviera si algún día necesario nos fuera.
– También ha sido motivo lo que allí ahora se vive y padecemos con esa crisis que hay. Nos estamos quedando sin trabajo y las necesidades se imponen.
A la par que María escuchaba también pensaba que pudiera ser motivo de fraude y engaño de alguien que ha aprendido y sabido de la historia de la familia… pero ¡no!, Tiene suficientes pruebas para creer lo que dice y su cara me es familiar.
Estaba algo aturdida, gran incertidumbre la atenazaba. Desconfía, mil vueltas en su cabeza daba a aquella historia que le contaban. Recordaba que alguna vez su suegro mencionó familiares que marcharon a la Argentina, pero de eso apenas se hablaba… Hacía ya tantos años que se tenía casi olvidado.
– ¡Ay! perdón, no te he dicho que pases.
La tuteó por primera vez, y es que aquella mujer le transmitía, familiaridad, algo que ella no alcanzaba a comprender, a pesar de sus recelos le gustaba su presencia, le gustaba escuchar
– ¡Ah! si, gracias, gracias.
Continuará./…
Ver más artículos de
Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y
Autor del libro ‘El amanecer con humo’
Comentarios
2 respuestas a «Gregorio Martín García: Origen y regreso de un emigrante benaluense. Parte: 1/3»»
Enternecedor relato qué no por menos cuentas una realidad con un sujeto ficticio pero que muy bien ocurre a muchos de los que emigraron y no tuvieron la suerte de triunfar, y ya no pudieron volver a su tierra donde les hubieran recibido con los brazos abiertos, nada que ver con el trato que reciben los que cruzan él estrecho y son agasajados y reciben un trato especial, pero esto es otra historia, viendo en la televisión el programa andaluces por el mundo yo siempre sigo qué salen los que triunfan pero no los qué viven en la pobreza Bonita historia que bien puedo ser de un benaluense.
Paco, todo es historia cierta y muy real, solo un poco adornada para intentar hacer mas atractiva pero todo ocurrió todo paso y todo a gente de nuestro pueblo que tu conocerás si lo intentas adivinar en el escrito. Te diré mas. Es tan real i cierta que el final de la historia termina con la realidad pero tapando a la identidad de la novia que también fue muy real y murió hace muy poco. Una gran mujer, una señora ajuma y de nuestro pueblo y que tu conoces perfectamente. Un saludo y gracias por tu comentario.