José Vaquero Sánchez: «Por un pacto de estado en educación»

La propuesta del Ministerio de Educación para la prueba de madurez de la nueva selectividad ajustada a la LOMLOE ha provocado algo insólito: la unanimidad en el rechazo de todas las comunidades autónomas, incluidas las gobernadas por el PSOE. Quince de ellas anuncian su disposición a negociar la modificación de la prueba y dos se niegan a convenir nada. En mi opinión, esa propuesta es totalmente coherente con el currículo de ESO y Bachillerato aprobado en abril y enmarcado en la ley. No es esa propuesta la que hay que modificar sino la propia ley. Creo que con ella no va a mejorar la educación. Las razones de mi reflexión solo son fruto de mi experiencia educativa. La adquirida a pie de aula, no en los despachos o en los gabinetes de orientación sicopedagógica. Son las siguientes:
A) La ley ha arrancado sin ninguna negociación. ¿Cómo es posible que una ley de tal trascendencia no esté consensuada con todos los sectores sociales, políticos y educativos?

B) No aspira a la permanencia, a no ser que los dirigentes actuales en el poder pretendan ocuparlo en estado vitalicio. Las leyes educativas deben ser durables y estables. Su éxito se mide con los resultados reales obtenidos en su aplicación a lo largo de varias generaciones de estudiantes. ¿Cómo conseguirlo si cada gobierno, al acceder al poder, aprueba una nueva ley derogando la anterior?

C) Aunque permaneciera en el tiempo, baja el nivel de exigencia para pasar de un curso a otro y lo abarata. Por ejemplo, en la ESO, los alumnos pueden promocionar de un curso a otro, independientemente del número de materias suspensas, si así lo decide la Junta de Evaluación. Desaparecen las calificaciones numéricas y los exámenes de recuperación. Prácticamente se prima la promoción automática. Bajará el número de alumnos repetidores, pero aumentará el de los que promocionan de un curso a otro sin tener las aptitudes necesarias para ello. En Bachillerato se puede obtener el título con una asignatura pendiente si se cumplen ciertas condiciones.

D) Los objetivos son muy ambiciosos. Se sabe que muchos de ellos no se cumplirán. Es mejor definir objetivos más modestos y que puedan cumplirse. Yo me conformaría con que, al finalizar la ESO, supieran leer y escribir bien, conociesen la naturaleza y el mundo que les rodea y alcanzasen alguna destreza en el cálculo matemático. La realidad es que muchos alumnos promocionarán sin cumplir los objetivos que se detallan en el currículo.

E) Minimiza la importancia de los contenidos, que son anteriores a las competencias. Para “saber hacer”, antes hay que “saber”. El filósofo francés Jean Claude Michèa (2006) lo explica claramente: llama al aprendizaje por competencias la enseñanza de la ignorancia porque consiste en aprender destrezas y habilidades, prácticas técnicas y aplicaciones de saberes, pero sin necesidad de aprender y comprender esos saberes, conocimientos y tecnología. Y ahí puede estar el error en el desarrollo de un currículo por competencias. Debe ser una vía que nos abra el horizonte a la adquisición de nuevos conocimientos, pero si ese nivel de conocimientos cada vez es más bajo, también seremos cada vez menos competentes.

F) Utiliza la transversalidad para introducir cuestiones ideológicas. Ciñéndome a la asignatura de Matemáticas, de la que fui profesor, subrayo que en el desarrollo de su currículo los profesores han de considerar tanto el “sentido socioafectivo” como la “perspectiva de género”.

G) La educación aumenta su complejidad y burocratización. Los profesores dedicarán más tiempo a tareas administrativas y menos a docentes.

H) Se prima la forja de un hombre técnico, preparado teóricamente para afrontar los cambios laborales, pero se olvida que su fin primordial es el desarrollo personal y la formación integral de la persona.

I) El idioma español pierde su carácter vehicular en algunas comunidades autónomas. Es el marco adecuado para eliminarlo de sus currículos. Pensemos, por ejemplo, en Cataluña.

J) Pretende incluir en un plazo de 10 años a los alumnos de educación especial en centros ordinarios. Esos alumnos requieren una metodología y currículo adaptados a sus capacidades. El integrarlos en centros ordinarios hará que ni unos ni otros sean atendidos debidamente.

K) El profesorado, el gran olvidado, tan importante en cualquier reforma, no ha recibido previamente la formación adecuada a ese cambio tan significativo en el paradigma educativo. Habría que modificar tanto el sistema de acceso como su formación inicial y continua. Ello necesita tiempo y recursos. No puede hacerse a la ligera.

En conclusión, deduzco del estudio de este modelo educativo que, si siguiera adelante, desalentaría el aprendizaje, empobrecería la capacidad crítica, minaría el afán de superación y primaría la mediocridad. Y los más perjudicados, como siempre, serán los alumnos que no puedan comprar su formación o compensar su deficiente educación.

Acabo subrayando que la educación no es un conflicto ideológico en el que “unos” imponen su modelo educativo a “otros”. Es un problema que tenemos que resolver entre todos y, por tanto, todos los sectores implicados han de participar en su solución. Pido, por enésima vez un Pacto de Estado por la Educación.

 

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 JOSÉ VAQUERO SÁNCHEZ,

docente jubilado

 

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Comentarios

Una respuesta a «José Vaquero Sánchez: «Por un pacto de estado en educación»»

  1. Magnífico artículo, José Vaquero. Totalmente de acuerdo; o la Ley de Educación parte del consenso o está abocada al fracaso. España es el país europeo con mayor número de leyes de educación y, como vemos, de poco han servido. Si dicha ley nace contagiada por la política y el sectarismo tiene un recorrido breve y tendencioso. España se merece, de una vez por todas, una Ley de Educación que dignifique la formación de las nuevas generaciones. Un saludo.

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