Yo he visto hoy un lugar. Lugar en el que he estado y como alumno he experimentado y vivido, lo que allí se practica. Debo decir que, ello ha inundado lo más profundo de mi ser. Recibiendo mi clase estaba cuando mi corazón se alteraba por lo que mis pupilas veían. Sus pulsaciones aceleraron y mis sentimientos alertados, se activaron de inmediato y se pusieron a sentir.
Sentía gratitud, sentía emoción y sentía gran reconocimiento a lo que aquel hombre, en ropa deportiva azul, hacía a la persona que, con su maltrecho cuerpo, roto por los años, se dolía de todo él y, protestaba a aquel que ayudándole quería que moviera sus pies.
Era tal la estampa: Qué gratitud sentí, es decir, ¡¡Gracias!! Por todo eso que haces, tan importante es para ti como todas las cosas buenas de tu vida que es tu vivir…
Pensé para mí y, no se lo dije a él, por no romper aquel cuadro, por no estropear aquella escena que de misericordia llena y con mucho amor derramado, sobre un cuerpo envejecido, por sus muchos años cumplidos. Esa abuela que, aguantaba su dolor penetrante… que hasta llegó a enfadarse con el que la rehabilitaba.
Enfado de dolor muy sufrido que, no de ira ni rabia porque el gran profesional de la fisioterapia, le regaló dos cálidos besos y un agradable abrazo. La viejita que chillaba, aguantando sus calambres, enseguida suavizó sus lógicos quejidos al notar la calidez del cariño regalado por aquel maestro que mitigó y suavizó su dolor.
Aquello que ante mí se daba y que llamó mi atención, quedó en mi grabado y hasta mi alma recreó. La acción del rehabilitador, su honor en la profesión, su entrega y dedicación.
Todo en él normal y habitual en su jornada de trabajo que también practican muy bien, con categoría y tesón el resto del equipo del Gym de la Residencia Entre Álamos.
Son tres, ¿dos hombres y una mujer?… Sí, son tres. No sé si son humanos, pero, tres son ellos. Los que, en aquel habitáculo, que más que sala de fisio o de gimnasia, es una antesala del cielo… dije bien, del Cielo. Porque allí se gana y ejercita con todo lo necesario para conquistarlo. Y estos fisioterapeutas que allí trabajan ya lo han ganado.
Títulos, másteres, diplomas, cursos y conferencias y más, tienen en un currículum que llena varias hojas de papel, amén de tener otro de virtudes y principios como son: El cariño, la bondad y paciencia, la benevolencia y comprensión, todo refrendado con amor de verdad que llena su trabajo. Y estos más que aquellos elevan su profesión.
Son Jorge, 25 años de experiencia como fisio en esta Residencia; Rodri, (año y medio) y Ana (dos años), los que, desde la primera hora, casi al alba, ya se mueven entre máquinas. “Las máquinas compone huesos y tendones extraviados”. Preparan y organizan el comienzo de su jornada. Las estáticas bicicletas, las espalderas y mancuernas, los discos, las esterillas de yoga o las pesas rusas. ¡Todo listo y preparado!
Su “macuto” interior también viene ordenado. Lo traen repleto, de su profesión lo mejor, de su corazón el amor y de su conciencia la responsabilidad. Todo mezclado con sus principios, le sale la jornada repleta y “redonda”, aliviando columnas y huesos de aquellos que allí se acercan y que previamente auscultados son aconsejados para hacer la rehabilitación.
Difícil tarea esta, arreglar una estructura corporal cuando esta está gastada y oxidada por el paso de los tiempos. Su paciencia y tesón con la que trabajan los tres, sabedores de su difícil logro en deteriorados huesos, pero les guía y anima su entrega y el saber que si no logran curar al menos logran entretener a ese montón de años que montado en una máquina de rehabilitación acompañado y guiado, muy bien atendido y mejor tratado por tres insignes señores de los masajes y tirones, distraen, al menos a esos viejitos que cada mañana refunfuñones visitan esperanzados a los tres mejores fisios con sus grandes corazones. Esperando sus caricias, sus ánimos y achuchones.
Aquello que, ante mí se daba y que llamó mi atención, quedó en mi grabado y hasta mi alma recreó, los sentimientos de un equipo de fisioterapeutas de honor irrefutable y de profesionalidad manifiesta.
¡Jorge! ¡Rodri! ¡Ana! Gracias. Muchas gracias. Sois grandes.
(NOTA DEL AUTOR: Mi reconocimiento a los tres fisioterapeutas del gimnasio de la Residencia Entre Álamos, por su profesionalidad y cariño que derraman a caudales sobre todas las personas que visitan su centro de trabajo: El gimnasio)
Ver más artículos de
Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y
Autor del libro ‘El amanecer con humo’