Y ahora todos a la verbena, toda una noche queda por delante para divertirse y gozar de las benevolencias de nuestro pueblo y del saber estar de sus gentes. El último cohete de la palma real fue disparado cuando el santo se encerraba y ya sonaban acordes de la orquesta verbenera que los músicos afinaban para la larga “jornada” de bailes y canciones que les esperaban.
Toda la pista, todas las mesas, todos los espacios que allí había se ocuparon por gente que, aun llevando sus mejores galas y vestidos, se disponían a divertirse más que ayer y casi como mañana.
La orquesta comenzaba con su canción de apertura y seguían con canciones y coplas alegres y movidas para incitar al respetable. La pista ya estaba a tope, los jóvenes ojeaban a quien pedir para bailar y ellas de reojo observaban si algún mozo le venía a buscar. Algunas se “hacían valer” y mascullaba un no, del cual, después alguna se arrepentía.
No había problema entre aquellas que se sabían pretendidas y esperaban el mejor momento de las fiestas para que cuando su hombre volviera a pedirle decirle el sí. Por lo demás todo se desarrollaba con muy buen ambiente. Los camareros se esmeraban en servir pronto lo que les demandaban en las mesas y, la verdad es que había alguno de aquellos que las ocupaban que, echándole mucha cara, con una Mirinda o una Fanta pasaban toda la noche y no reponen nada. Y para qué pedir si ellas tenían bastante con sus miradas a la pista, buscar a esta o aquella de la que le habían dicho que era “mu echa pa’lante” o examinar el vestido de fulana que decía que mucho le había costado y, según comprobaban desde su mesa, se decían…-Pues no es para tanto.
-¡¡Mira, mira!! cómo se abrazan aquellos…
– Y cómo se pegan. ¡Qué poca…!
Que así se divertían, que lo pasaban muy bien, que “cortaban muchos trajes” y se le pasaba la velada en un “santiamén” y no gastan nada.
Era muy tarde, pasaban las cinco de la madrugada. Los bailones y demás visitantes de la verbena comenzaron a marchar y hacían su última visita a tomar un chocolate con churros, muy calentitos y apetitosos, así como otros visitaban alguna mesita de turrón y sometieron a sus dientes a la prueba de partir aquel verdadero y rico turrón de entonces. Mientras tanto, aún los columpios giraban y giraban en sus alocados viajes a ningún sitio. Algunos llenaban las tabernas y bebían de aquella cerveza que solo solía venir en tiempo de fiestas, así como otros no dejaban sus vinos marca “Blanco Pasto” de las bodegas Castañeda. Cubatas y otras parecidas bebidas apenas si se bebían, si acoso unas copas de anís o alguna de coñac.
Eran las siete, la orquesta y sus músicos se encontraban exhaustos de tanto soplar a sus instrumentos, pero la gente aun demandaban más baile, pasadas las siete la orquesta adopta una táctica a fin de cansar a los bailarines. Comenzaban una larga serie de canciones muy rápidas que hicieran mover mucho los esqueletos. Ni eso apenas daba resultado. ¿Cómo aguanta la gente de este pueblo! se decían por bajines unos músicos a otros, pero ya era cierto que con los primeros rayos del sol aquello más rápido iba acabando y ya despejaba y dejaría a los músicos en su merecido descanso.
Ya solo caminaban por las calles, aquellos últimos consumidores de bares, que con sus pasos iban mostrando qué habían hecho las últimas horas de aquel día grande de las Fiestas. Se cruzaban entre ellos, cuando ya iban a sus casas a dormir y no sabían qué decir. Los había que se despedían con unas buenas noches cuando era totalmente de día con el sol ya muy arriba del horizonte y los había aquellos que decían buenos días y no iban muy equivocados, pero y, ¿aquellos que decían buenas noches o tardes? Todos en un lío les había metido toda la fiesta y sus trasnoches o el vinito o cerveza que habían consumido.
Con la diana floreada de aquel último día de despedida La Banda y orquesta del Ave María. Gracias, muchas gracias muchachos por los buenos ratos pasados con vuestras notas y acordes al viento lanzados, motivos de bellas canciones con que nos habéis deleitado.
Tener cuidado con las bolsas de lo que nos habéis afanado. Nosotros lo sabemos que, cada año os lleváis parte de nuestra cosecha de almendras, membrillos y otros que en el campo os “encontráis”. Pero debido a esto es, qué tradición se ha hecho esto que relato y es por lo que os queremos dejar a propósito esa parte de frutos, para vosotros regalados. No son afanados, sino donados.
El día de fin de fiestas, es más tranquilo y sosegado, se entregan trofeos y premios de los torneos celebrados. Fútbol, dominó, carrera de sacos, corrida de cintas y juego de cartas. Las autoridades del pueblo en la velada de noche hacen entrega de ello a los campeones.
La orquesta de la verbena toca por última noche, han creado entre los jóvenes benaluenses grupo de fans, así como amigos y distintos conocidos. La noche verbenera se vuelve más familiar, se dedican muchas canciones entre los asistentes del lugar. Se forman grupos que en corro despiden con algarabía y con cierta tristeza la Fiesta, Ya no queda más remedio que esperar a la siguiente.
Hay nuevas parejas, varias parejas de novios. Alguna de las antiguas, las fiestas sirvieron para poner fin a su idilio. De todo ocurre en la fiesta, de todo se hablará ahora, durante unos largos meses hasta que se vaya olvidando…
¡¡¡Boommm!!!, El trueno gordo, como decían ellos. Son las doce. ¡La Fiesta ha acabado!
La traca final. Que pena ya se nos va y se nos va muy en serio, pero debemos agradecer los días de ocio pasado y estar orgullosos que todo transcurrió con la nobleza propia de la gente de mi pueblo.
Sí, poca liquidez había, poco dinero tenían, pero lo que no les faltaba eran ganas de vivir y de participar. Para eso no es necesario mucho oro ni mucha plata.
La orquesta seguía tocando en el “charle” del pueblo.
(Charle, como en Benalúa de las villas decían a la verbena).
Final.
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Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y
autor del libro ‘El amanecer con humo’
Comentarios
2 respuestas a «Gregorio Martín García: «¿Cómo eran las fiestas patronales de Benalúa de las Villas? 4/4»»
En cuatro entregas de tus escritos no se puede abarcar todo lo que encierra en sí nuestro querido pueblo, pero muy reducido has dado un maravilloso repaso de lo más entrañable y peculiar de el muy bueno.
Pasa en mi escrito lo mismo que a tí en tu comentario, que estás aprendiendo y en muy pocas palabras ya nos dices mucho de lo que nos quieres contar. Eso se llama evolucionar. Yo algo mejor en mis escritos pero tu si que adelantas y, mucho, en tus comentarios. Un abrazo amigo Paco.