A veces –estoy por afirmar que “muchas veces”– la realidad supera a la ficción… He tenido la oportunidad de visionar tranquilamente la película “Memento”, ópera de Christopher Nolan que “(…), hunde sus raíces en la psicología. (…) el protagonista padece amnesia anterógrada, (…) un tipo de amnesia que le impide almacenar nuevos recuerdos”, lamenteesmaravillosa.com. Es decir, “(…) la persona afectada no es capaz de recordar algo cuando la información desaparece de la memoria de corto plazo, pues esta información no se consolida en su memoria de largo plazo”, es.wikipedia.org.
Así, fijándome en los últimos acontecimientos acaecidos en nuestra tierra –con especial relevancia en el ámbito político, aunque sin obviar a otros “sectores”–, parece como si estuviesen resucitando en nuestras calles y plazas los miembros de aquella “oscura secta gnóstica, que según los cronistas cristianos Tertuliano e Ireneo existió en el siglo II en el este del Imperio Romano, reverenciaba a los condenados por el dios del Antiguo Testamento, al que consideraban el demonio responsable de separar el principio divino humano del auténtico Dios (muyhistoria.es)”… Indiscutiblemente sus “recuerdos” no habían quedado grabados en sus cabezas.
Pues bien, insisto, aunque siempre defendí, por motivos de salud mental, que, de vez en cuando, había que salir de nuestro entorno para poder valorarlo desde la lejanía, el tiempo y las experiencias propias y ajenas me aconsejan añadir algo a este criterio: de lo que hay que separarse lo más a menudo posible –o imposible– es de aquellos que como “(…) los cainitas veneraban a Judas Iscariote, a Eva y muy especialmente a Caín, al que consideraban su líder espiritual, depositario de un saber esotérico y la primera víctima de aquella divinidad «monstruosa» (muyhistoria.es)”.
Quizá no nos demos cuenta –aunque aún estamos a tiempo de hacerlo–: permitir que nuestros ámbitos sean configurados, incluso “apellidados”, por semejantes personajes es un pecado de lesa majestad; es decir, “contra el pueblo o su seguridad”. Ni debemos ni podemos seguir tolerándolo.
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de
Ramón Burgos
Periodista