Juan Franco Crespo: «La isla más occidental de Grecia: Corfú»

La provincia o la isla más occidental de Grecia ocupa una estratégica posición en el Mar Jónico y, con el canal de Corfú, le confieren su peculiar particularidad, se trata de la frontera natural de este grupo insular frente a Albania de la que apenas la separan un par de kilómetros en la zona más cercana y durante la denominada guerra fría era la denominada tierra de libertad para los que huían del paraíso que había instalado el Partido de los Trabajadores en Albania.

La gente huía de la miseria, pero sobre todo de la opresión, aunque claro está que el caso albanés era mucho menos atractivo que el cubano y pocas veces te encontrabas noticias de las cotidianas evasiones con los más rudimentarios métodos. Curiosamente, para su tamaño y su importancia económica, Albania era una potencia en el mundo de la radio y cuando estuve ante Radio Tirana se acabó la batería de la máquina fotográfica, aún no llevábamos encima la virguería de las máquinas móviles o telefonía celular como denominan por algunos lares y que nos inmortalizan para solaz y disfrute de los «agregadores fotográficos» que van de perillas para los servicios policiales [también para la ciberdelincuencia que se las ingenia para suplantarte y extraer algo de los incautos, cuando pergeñaba estas cuartillas, el país con más estafas de esos mendas era Singapur].

Los omnipresentes representantes de la Iglesia Ortodoxa

La isla tiene una longitud de unos 60 kilómetros y una superficie de algo menos de 600 kilómetros [de hecho la decena de lecturas y estadísticas no encontré un dato concreto o exacto], cuenta con una agradable temperatura y el mar atempera su orografía cubierta de árboles, mayoritariamente agrícolas. El olivo es el más abundante y el que le genera gran parte de sus ingresos [suponemos que este año aún ganarán más al precio que los especuladores están colocando el aceite en el mercado español]. Es relativamente fácil desplazarse por ella gracias a la herencia de la administración británica que la dotó de abundantes caminos que, modernizados, aún están en uso.

A pesar de su pequeñez, tiene un rico pasado histórico y cultural, Homero ya la recogía en sus crónicas bajo el topónimo de Scherio; entonces las tierras eran el país de los fealos y por allí estuvieron también los liburnios ibéricos. Los corintios la colonizarían en el 734 a. C. y, progresaron tanto en aquellos tiempos que levantaron los recelos de la capital Corinto: como resultado se enfrentaron a muerte y vencieron en una terrible batalla naval que pasaría a los anales de la historia helénica como la primera de las muchas que conocerían estas tierras; sería independiente hasta más o menos la llegada, en el 229 a. C., de los romanos y desde entonces los sucesos históricos de la región son fácilmente rastreables. Los isleños pidieron unirse a Grecia en 1863 y hasta hoy; la provincia o grupo insular está compuesta por la isla homónima -a su vez capital- Fano, Maslera, Paxos, Antipaxos, Mathraci, etc. En total apenas sobrepasan los 100.000 habitantes que anualmente acogen a más de un millón de visitantes, casi la mitad de los residentes viven en Kerkirá o Corfú.

Placa en memoria de los judíos inmolados en el Holocausto

Como curiosidad, y para los amigos del cambio climático, diremos que no siempre el territorio fue una isla sino que es el producto de un hecho que aconteció en el año 8.000 a. C., cuando, al final de las glaciaciones del Hemisferio Norte, se produjo el aumento del nivel del mar y éste perfiló su forma actual.

Recorrer la parte histórica de su capital es un verdadero sedante para el alma: ¡Cuánta tranquilidad!, y sobre todo, cuánta historia acumulada en un trozo de tierra que fue visitada a lo largo de milenios por pueblos de toda clase y condición; quizá la más reseñable sea la de los turcos que fueron rechazados en varias ocasiones por los valientes pobladores que defendieron su fortaleza y no lograron ser sometidos por los invasores.

La estación naval que me traía recuerdos de mi paso por la marina y la estación costera de la isla

La ciudad, coqueta y tranquila, es un oasis cuando las masas la abandonan, aunque, cuando los cruceros la llenan, momentáneamente, el bullicio es general, el viajero que tiene buenas articulaciones y suficiente autonomía encontrará gratificante el paseo que aconsejamos sea realizado con tranquilidad, dosificado, disfrutado en plenitud porque su trazado urbano merece la pena y, llegado el caso, tomarse un café, una cerveza, un respiro, observar tranquilamente ciertos hábitos, sobre todo en los lugares de culto donde la ropa es un componente imprescindible para no molestar a la comunidad, especialmente si están en el servicio religioso: no deja de ser un hecho social con su simbología para los creyentes, una forma de congraciarse con el lugareño.

Las jocosas camisetas al lado de la Iglesia Ortodoxa que sacaban la sonrisa de los peatones

Los amantes de los museos tienen varios que merecen la pena ser visitados, no son grandes y la curiosidad puede verse recompensada con lo que allí nos encontramos, el Arqueológico y el Bizantino son los más recomendables para una visita fugaz y, si le quedó tiempo, relájese en la famosa Explanada, sus soportales son ideales para tomar el pulso a esta zona de la capital y, si puede darse el gusto, olvídese de las multinacionales cerveceras y tómese alguna de las locales, déjese aconsejar por las camareras y ¡Suerte!, la de jengibre es peculiar, pero no todos los paladares la resisten. Piense que está pisando un territorio que, desde el 2007, está inscrito en el Patrimonio de la UNESCO.

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio

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