Jesús Fernández Osorio: «Una experiencia ecológica a inicios del siglo XX: la Fiesta del Árbol»

Tras tres entregas sobre ‘El oficio de maestro; una profesión al servicio del pueblo’, Jesús Fernández Osorio continua sus colaboraciones en IDEAL EN CLASE con distintos temas monográficos. Hoy la Fiesta del Árbol.

 

La reciente Cumbre del Clima celebrada en Madrid nos ha vuelto a poner de relieve los cada vez más evidentes e irreversibles efectos del cambio climático. Entre otras medidas, se hace, pues, inevitable –además de la reducción drástica de las emisiones de efecto invernadero– dar toda la importancia posible a la conservación e incremento de las superficies arboladas en nuestro planeta. Plantar árboles. Sembrar vida. Volver a generar la mayor sensibilidad medioambiental posible hacia estos seres vivos que en silencio nos acompañan, nos alimentan, nos proporcionan oxígeno, nos alegran el corazón y embellecen nuestros días; los árboles. Tal como, de un modo incipiente y festivo, ya se pudo comprobar en nuestro país, hace más de un siglo, con el inicio de las primeras plantaciones organizadas de árboles. Plantas que desde siempre han supuesto una generosa contribución a la educación y al estrechamiento de profundos vínculos emocionales con los niños y niñas de todas las épocas.

Nos referimos a un acontecimiento que revestirá una especial importancia en los pueblos granadinos en las primeras décadas del siglo XX, y cuya divulgación se encargará especialmente a los maestros. Hablamos de la conocida Fiesta del Árbol. Fiesta, supuestamente “importada de Inglaterra”, que en nuestra provincia será especialmente impulsada por los gobernadores civiles. Así, desde el día 5 de enero de 1915 se declarará obligatoria la celebración de la Fiesta del Árbol en todos los términos municipales y, desde 1924, “se dispuso que todos los Ayuntamientos de España procedieran a la plantación mínima anual de cien árboles” (1). Se establecía asimismo la constitución en cada localidad de una Junta Local, que se encargaría de llevar a cabo el acto en su jurisdicción.

De entre las numerosas celebraciones anuales del Día del Árbol que se sucederán en lo largo de los años en los pueblos granadinos, hoy nos vamos a detener en la llevada a cabo en el pueblo de Albuñán en el año 1926. Pueblo este, como es sabido, geográficamente emplazado en el altiplano del Marquesado del Zenete, aunque, junto con su vecino Cogollos de Guadix, nunca se incluirá en los terrenos entregados en señorío, a finales del siglo XV, al todopoderoso arzobispo de Toledo, Pedro González del Mendoza, el Cardenal Mendoza –territorio que muy poco tiempo después pasará a manos de su hijo, don Rodrigo de Mendoza–.

“con frases sencillas, con frases que tocaron en el de los pequeños y grandes oyentes, hízoles comprender los innumerables beneficios que aporta el árbol a la humanidad y el deber que se imponían de guardarlo y custodiarlo como la joya más preciada del vivir”

La extensa crónica del principal noticiario granadino, «El Defensor de Granada», se inicia con el sugestivo título de: “El Defensor en Albuñán”. A continuación se harán eco del motivo de la visita a la “pequeña villa”. Obviamente, no será otro que el hecho de que al día siguiente se tenía prevista la celebración de la Fiesta del Árbol. Allí, “nos aguardan al pie de la limpia ermita, que está a la entrada, el maestro de escuela y tres de sus alumnos. Penetramos en el pueblo. El señor cura, el secretario, la señorita profesora y todos los vecinos de aquel tranquilo lugar se nos ofrecen cariñosos, brindándonos sus puros afectos y una ideal hospitalidad”. Esa misma tarde tendrá lugar, tal como habría preparado el maestro, una conferencia “en el amplio salón del Ayuntamiento (que es a un tiempo local-escuela)”. Local que, según nos dicen, se quedará pequeño por la asistencia del “vecindario en masa”.

Al día siguiente, 28 de febrero, “nos despertó muy de mañana la campana de la iglesia, que llamaba ufana a los fieles para que cumpliesen un precepto divino. Después de oír misa, a las diez de la mañana el estampido de los cohetes anuncia la entrada al pueblo del delegado gubernativo, que es recibido por las autoridades y niños y niñas de las escuelas […] y numeroso público”. A continuación, ya en las escuelas, el delegado del gobernador “con frases sencillas, con frases que tocaron en el de los pequeños y grandes oyentes, hízoles comprender los innumerables beneficios que aporta el árbol a la humanidad y el deber que se imponían de guardarlo y custodiarlo como la joya más preciada del vivir”. Otro repique de campanas anunciará la presencia del obispo, Ángel Marquina Corrales. La bienvenida le será leída por una de las niñas, en presencia de todas las autoridades locales y párrocos de toda la comarca. “El señor Obispo penetró en la iglesia en medio de atronadores vítores y administró el Sacramento de la Confirmación a más de un centenar de niños,” para pasar, a continuación, a bendecir “las futuras plantaciones”. Se plantaron ciento treinta “arbolitos”.

Terminado el festivo acto, pasaron nuevamente a la iglesia donde se sucedieron los discursos de algunas niñas y niños, algunas estrofas literarias por parte del maestro y para terminar el obispo dirigió “su autorizada y cariñosa palabra. Y con vivas de todos los protagonistas la fiesta terminó” (2).

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(1) El Defensor de Granada, 08/12/1926, p. 1. Composición de la Junta Local de la Fiesta del Árbol: el alcalde, el cura párroco, el médico, el maestro de escuela de mayor categoría, dos mayores contribuyentes y, además, otra persona que por amor al árbol se hubiere significado.

(2) Ibídem, 05/03/1926, p. 3. Recibieron muchas felicitaciones los organizadores: el maestro, Agustín Serrano de Haro; el párroco de Albuñán, Francisco Delgado Saavedra y el secretario del Ayuntamiento, Antonio Hidalgo Cobo.

Ver también: 

«El oficio de maestro; una profesión al servicio del pueblo (I)»

«El oficio de maestro; una profesión al servicio del pueblo (II)»

«El oficio de maestro; una profesión al servicio del pueblo ( y III)»

Jesús Fernández Osorio

Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).

Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.

Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen

y ‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX

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