Isidro García Cigüenza: «Los derechos animales en la Pedagogía Andariega»

Arriero: ¡Joder, Molinera! Si te dejo en tu cuadra, rebuznas…; si te llevo a dar una vuelta, rebuznas…; si te dejo en el huerto, rebuznas… La verdad es que me tienes un poquito harto con tanta protesta …

Burrita: Contada la película así, van a pensar los lectores que soy una burra caprichosa…

Arriero: Entiendo que te aburras encerrada en la cuadra; que si te llevo al campo ha de ser de reata; que si te dejo en el huerto, sin árboles como está, lo tienes más que trillado. Pero… ¡de ahí a pasarte todo el día pegando berridos…!

B: ¿Ha terminado usted? Porque ahora me toca a mí. Si en la cuadra, encarcelada…; si de paseo, amarrada; y si en el huerto, inactiva… ¿Cuándo se va a enterar de que mis aspiraciones, como la de tantos de ustedes a lo largo de la historia, es la de conseguir la tan soñada Libertad? ¡Mis “Derechos” es lo que pido! “Derechos”, eso sí, sometidos únicamente a las leyes naturales y al respeto que nos debemos los unos a los otros.

A: ¿De qué Derechos y Libertades me hablas, Molinera?

B: Derecho a trabajar, porque los burros queremos ganarnos el pan que nos comemos (es la única manera de que mandando ustedes no desaparezcamos como especie, por cierto). Derecho a procrear, porque de seguir con semejante castración e inseminación artificial acabaremos estériles. Derecho a relacionarnos los équidos entre sí, porque, al igual que ustedes, también nosotros necesitamos la compañía y el afecto de nuestros semejantes, aunque sólo sea para aliviarnos del frío en las noches de invierno, y de las moscas en los días tórridos del verano… Derecho, y concluyo, a piensecito de cebada tres días por semana…

A: Vale, vale… Lo anoto todo en mi libreta…

Isidro (Marcos de Obregón) y sus diálogos con Molinera

B: Grábeselo mejor en su cerebro porque, entre ustedes, los papeles resultan a la postre papel mojado… ¡Ah, y no se olvide de la Deuda Histórica que se nos debe!

A: ¿Deuda Histórica?

B: Sí, Deuda Histórica, efectivamente. Porque los asnos llevamos cientos de años, por no decir milenios, trabajando para ustedes y a destajo: acarreando las piedras, vigas, ladrillos, estucos y cerámicas con que habéis levantado esos palacios, casas, alhambras e iglesias que tanto admiráis y de cuya ejecución os sentís tan orgullosos. Y aún más porque, al igual que ustedes, también nosotros pertenecemos a esa pléyade de pueblos sometidos, etnias esclavizadas, tierras colonizadas, países invadidos, culturas devastadas y libertades suprimidas con que os habéis machacado los humanos unos a otros… Proclamada, por fin, la Carta de los Derechos Humanos, reclamáis ahora para toda la humanidad un desarrollo parigual…, la desaparición de las barreras económicas y de las fronteras sanitarias… ¡Y eso está muy bien! Pero ¿para cuándo vais a hacer extensiva a nosotros, los animales, vuestra equiparación de derechos? ¿Para cuándo, a los demás seres del Planeta: rocas, plantas suelos, mares y aire que lo conformamos?

La burra Molinera bebe agua en el río

A: En eso estamos…

B: Pues daos prisa porque en el inframundo y soterrado espacio microscópico, un revulsivo violento, una oleada de protesta generalizada está a punto de estallar y hacernos a todos añicos. ¡Pobres de ustedes y pobres de nosotros! De no ocurrir un milagro, lo grave está aún por llegar…

A: ¿Te has enterado de algo, Molinera?

B: Resulta evidente vuestra miseria tecnológica. Cuanto más dependéis de adelantos y desarrollos más vulnerables os volvéis. De lo único de que disponéis, a la presente y frente a esta Pandemia, es de la reacción que ofrezca vuestro propio cuerpo. ¿Qué otra cosa son las vacunas, sino la capacidad de vuestro organismo para crear autodefensas contra esas invasiones ajenas? Pero estáis llegando a un punto en que ese mismo cuerpo va a dejar de reaccionar. ¿Hasta cuando creéis que va a aguantar, si la vegetación que le dais a comer, el aire a respirar y las aguas a beber los estáis envenenando?

A: Lo estás poniendo todo muy negro, Molinera. Y tú, ¿qué sugieres que hagamos?

B: ¡Cada uno en su terreno, seguir luchando por un Planeta limpio y en sintonía! Ustedes los padres y los maestros, por ejemplo, ¿cómo consentís que toda esa parafernalia de “Poderes fácticos” mantengan a vuestros hijos encerrados entre cuatro paredes, con la cabeza baja mirando libros ajenos y negándoles la evidencia? ¿Cómo actuáis en contra de vuestra propia realidad fisiológica y, en vez de educar para la vida y en la vida, los mantenéis alejados de la realidad, entretenidos como están con pantallas electrónicas que lo único que ofrecen son imágenes trastocadas y “avatares” interactivos?

A: En lo que a mí respecta, ya lo sabes… Yo procuro trabajar por una Escuela inserta en el mundo que nos rodea, sensible a la realidad y en sintonía con ella… De eso va, precisamente, la Pedagogía Andariega.

Pedagogía andariega = aprender de la realidad en la calle

B: ¡Ah sí! Aquello de levantar “un nuevo edificio formativo sin paredes, puertas, ni ventanas…; una enseñanza desescolarizada…”. Que la calle se constituya en el nuevo edificio didáctico, en el nuevo punto de encuentro desde donde imbuirse del conocimiento y compromiso con el mundo que nos rodea…” etc., etc., etc…

A: ¿Y a ti eso te parece mal, Molinera?

B: Yo sé lo que sé. Y digo que, en vez de tanta cháchara, ya podíamos haber llegado al patio del colegio ese donde los niños nos esperan para la representación del Teatro de Títeres que sobre el “Coñovirus” (o como se llame el bicho ese) lleva usted preparado…

 

Isidro García Cigüenza

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Isidro García Cigüenza

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