Isidro García Cigüenza: «La tierra de labor… en la Pedagogía Andariega»

Burrita: Señor arriero… ¿Qué les contaba a esos niños que les tenía como embobaditos escuchándole?

Arriero: Un cuento. Estamos haciendo un taller sobre “La Huerta”. Las dos primeras jornadas las dedicamos a este tema precisamente: la tierra de labor. Luego vendrán otras sesiones en las que trabajaremos el estercolado, las herramientas, las plantas, las semillas, las hortelanas y hortelanos, los frutos, las recetas de cocina, la soberanía alimentaria, etc., etc….

Burrita: Sí, vale, pero yo pregunto por lo que les contaba…

Arriero: Espera un poco, no seas impaciente… Al tiempo que caminamos, cada una de esas sesiones las inicio con un cuento; a continuación cantamos, bailamos o hacemos un teatrito…; y es a partir de ahí cuando comienzan las labores propias de cualquier investigación educativa…

B: Que sí, pero ¡qué cuento es ese…! Ya sabe usted, señor Isidro, que a mí me encantan los cuentos, y aún más esos que ponen ustedes en boca de los animales y que resultan de lo más peregrino…

A: No empieces con tus juicios de valor que te conozco, Molinera. Bueno pues aquí va el cuento que, inventado por mí mismo, les he ido narrando…

¿Sabéis? Un día, en un huerto de aquí cerca, se formó tan grande rebujina que sus dueños, alarmados, acudieron a ver qué pasaba:

-¡Estas idiotas de hojas –respondió una tierra de arenisca, reseca y gruñona cuando fue preguntada-, que no han tenido otro sitio mejor donde venir a caer que aquí encima de mí!

-¿Tanto te molestamos? –respondieron al unísono las hojas- Porque nosotras que sepamos, apenas si pesamos. Además, ha sido el viento quien, bamboleándonos a su gusto, nos ha traído hasta usted… ¿Cree que hubiésemos escogido a una señora tan desagradable y áspera como compañía para nuestra jubilación?

-A mí da igual vuestra jubilación. Lo que no soporto es que me quitéis la luz del sol… Con lo a gustito que estaba yo aquí, despanzurrada y poniéndome morena y guapa…

-¡Ah! Muy bien. Pues al menor soplo de viento, movemos el culo y nos vamos de aquí a otro sitio…

-¿Poniéndose guapa? ¡Já! – intervino en ese momento una hermosa lombriz que acababa de ascender a la superficie…

-¿Y a ti quién te ha dado vela en este entierro? –le reprochó la tierra.

– Con tanto jaleo me habéis despertado. ¡Aquí no hay quien duerma!

– ¿Con tanto jaleo? ¡Mira quién fue a hablar…! Que te pasas todo el santo día moviéndote de aquí para allá, haciendo dentro de mí boquetes y soltado esa mucosidad que tanto asco me da…

-¿Será posible? ¿Encima que la aireamos, la oxigenemos y la ahuecamos, viene usted con esas quejas y esos ascos? –dijeron al unísono varias lombrices que, siempre tan solidarias, habían acudido a apoyar a su compañera-. ¿Pues sabe usted una cosa? ¡Que nos largamos de aquí con viento fresco…!

– ¡Bah, no hagan ustedes caso a doña Cascarrabias! – intervinieron al unísono voces misteriosas que parecían salir de las mismísimas entrañas de la tierra…

-¿Quién anda ahí? ¡Dad la cara, cobardes, que no os veo! –gritó la arisca tierra.

-Somos nosotras, las bacterias nitrificantes… ¡Y no nos llame usted “cobardes” porque bien sabe todo el mundo que somos microscópicas y que de puro pequeñas no se nos ve…!

-¿Nitrificantes, decís? –les contestó la tierra que, de puro desabrida, ya empezaba a resultar desagradable…- ¿Las bacterias? ¡Menudo apestosas! Todo el santo día soltando fermentos y podredumbres por la boca…

-¿Será posible? ¡Encima que le hacemos el favor de capturar el nitrógeno del aire, de fermentar las hojas y descomponer los bichos muertos para regalárselos a usted, así generosamente… ¡nos viene ahora con esos exabruptos! ¡Pues sepa usted que si no está contenta, nos vamos a otra parte…!

-¡Iros por ahí, marranas!

Huerta

En ese momento, la hortelana, que había escuchado atenta las distintas intervenciones le dijo a su marido, el hortelano:

-¡Te lo dije! ¡Esta tierra no sirve para nada! Todo lo que sembremos en ella será inútil… ¿Sembrar aquí lechugas, sin el humus orgánico, ecológico y nutriente que producen las hojas podridas? ¡Para el gato! ¿Sembrar aquí papas, sin la aireación de la tierra que aportan las lombrices? ¡Para el gato! ¿Sembrar aquí trigo, sin el nitrógeno que necesita tomar de la tierra para desarrollarse como es debido? ¡Para el gato!

-¡Vale, vale, compañera! Pues si esta tierra no sirve para sembrar en ella ni verduras, ni frutas, ni cereales… ¿Para qué la queremos?

-Está claro: ¡para vendérsela al Ayuntamiento! ¡Total, para lo qué sirve! Coge el móvil y llama ahora mismo a Juan, el de la excavadora, y que se la lleve. El ayuntamiento necesita tierra baldía para sellar la escombrera…–sugirió ella poniendo voz de desprecio y haciendo amago de irse de allí.

-¿Y entonces dónde plantaremos las coles, los guisantes, las cebollas, las berenjenas o los tomates?

– ¡Está claro! No tenemos más que seguir el rastro de las hojas, las lombrices, o las bacterias nitrificantes…; y allí donde encuentren una tierra más hospitalaria que ésta, allí lo plantaremos todo. ¡Incluso naranjos para que, además de sus sabrosas naranjas nos regalen esas olorosas flores de azahar que lo perfuman todo!

-¡Y también cerezos, que tan preciosos se ponen cuando muestran su rojo fruto, dulce y carnoso. ¡Y muchas fresas, tan bonitas y sabrosas como son! ¡Y….!

-¡Venga…, menos hablar y más trabajar! La cosa está más que clara. Llama a Juan y que venga con la máquina de una santa vez….

La tierra entonces, alarmada por un destino tan dramático como el que le esperaba: una escombrera, saturada de cascotes de ladrillos, trozos de escayola, cristales rotos, hierros, alambres y aluminios cortantes…, recapacitó y, ahora con voz un tanto más afectuosa, comenzó a llamar:

-¡Eh, señoras hojas! ¡Señoras lombrices! ¡Señoras bacterias nitrificantes! ¡Discúlpenme! Reconozco que me he portado mal, que he sido muy egoísta…

-¿Qué le pasa ahora? ¿Qué mosca le ha picado? –dijeron las hojas que, aprovechando una brisa querenciosa, habían comenzado a tomar vuelo…

-¡Sí, sí…! ¿A qué viene ese cambio? –preguntaron las otras.

-Que me arrepiento… Que les pido perdón… Que quiero que se queden conmigo…; que no sólo no me importan, sino que voy a hacer lo imposible para que se encuentren a gusto conmigo.

-¿Y eso? –preguntaron las lombrices…

-Pues porque reconozco que he sido una impertinente. Que tenerles como amigos es todo un honor para mí….

-¿Como amigos? ¡Por el interés te quiero, Andrés! –dijeron las bacterias, un tanto desengañadas.

– Bueno sí, lo reconozco. Los señores hortelanos me han hecho ver el equipo tan formidable que podemos conformar todos juntos. ¡Los humu-fantásticos! ¡Los súper humus! ¡La alegría de la huerta!

-¿Entonces? ¿Amigos para siempre? –gritaron de alegría las hojas que, a poco que dejó de soplar el aire, se vieron de nuevo suavemente depositadas sobre la tierra.

-¡Sí, sí… amigos para siempre! –dijo ella al tiempo que, enternecida y de puro contento, dejaba correr por sus mejillas la última gota de humedad que le quedaba.

-¡Sí, sí… amigos para siempre! -exclamaron todos, hortelanos incluidos.

Y así fue cómo, lo que había comenzado con gritos, reproches e insultos acabó en fiesta. Una fiesta que también vamos a celebrar nosotros cantando…

– Burra: ¡Ah, demontre! Y fue entonces cuando se pusieron todos a cantar y a bailar, saltando como endiablados aquella manida canción de Los Manolos….

– Arriero: ¡Efectiviwonder! ¡Venga Molinera, acompáñame y cántala conmigo!

Amigos para siempre
Means you’ll always be my friend
Amis per sempre
Means a love that got no end
Friends for life
Not just a summer or a spring
¡Amigos para siempre…!

 

Isidro García Cigüenza

Blog personal ARRE BURRITA

 

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Isidro García Cigüenza

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