Un referéndum para la nueva bandera de Guadix

Soy nieto y sobrino de una familia originaria de Alquife que vivió la realidad criminal desatada en Julio de 1936. Aquellos sucesos llevaron a mi abuelo Antonio y mi tío Manuel a ser prisioneros en la Azucarera San Torcuato de Guadix, lugar tétrico, como todo lo relacionado con el franquismo, que llevó a más de cuatro mil granadinos a sus lúgubres muros, donde perdieron la vida unos ochocientos vecinos de la comarca del Zenete y la cuenca minera de Alquife.

Todavía resuena en mi mente las palabras de mi padre, cuando en 1972 visitó Auschwitz, y a su regreso me dijo— He visto en la sala de banderas del campo las imágenes de mi padre y de mi hermano en la azucarera de Guadix. —Esa era la interpretación que hacía del horror visualizado en aquellas fotos hechas por los nazis en Polonia. España ha vivido 82 años en la mayor ignorancia y silencio generado por un terror colectivo provocado por los ejecutores que activó Francisco Franco en su campaña de limpieza de «rojos» de Andalucía y de España. Costó más de 150.000 asesinados, gran parte de los cuales continúan en unas 2.500 fosas comunes. Estas ejecuciones fueron realizadas por Falangistas, Requetés, Guardia Civil, y Ejército.

De los ejecutores asesinos, Falange, hizo suya la imagen del yugo y las flechas que durante más de 40 años han estado representadas en la mayoría de pueblos y edificios públicos de España (aún queda alguno por ahí). Ese símbolo tiene la gravedad de un genocidio planificado por los llamados «nacionales», y como tal debería haberse barrido en 1978, cuando se dijo que España era democrática. Una democracia que nos ha dejado un legado de «silencios» que ahora estamos pagando cuando una parte de la institución democráticamente elegida por el pueblo de Guadix decide hacer esa modificación en su enseña municipal, los delata.

Sin intentar suplir el pensamiento de los actores, creo que dos factores han influido en eso, una la ignorancia «insultante» de unos representantes del pueblo y la existencia de otros que quieren revivir al pasado de forma hiriente, y que no se han enterado todavía que estamos en el siglo XXI, y que esas decisiones políticas a medio plazo se van a volver contra ellos, porque el pueblo es más inteligente y honrado que ellos.

Una modificación de la enseña local debería estar sometida a referéndum de los 18.436 vecinos de Guadix más los pueblos que dependen de Guadix administrativamente. No debe ser el resultado de mayorías simples del pleno municipal. Los símbolos locales deberían representar lo mejor de cada pueblo, y sobre todo deberían resaltar valores de paz y concordia. Cuando los cargos públicos de un municipio sobrepasan el espíritu localista de los vecinos y alguien quiere convertirlo en una plaza fuerte desde una estrategia militar debe ser rechazado por la comunidad.

España está entrando en un terreno de autodestrucción alimentada por aquellos que miran hacia atrás en sus símbolos, pero no miran hacia atrás para honrar a aquellos que yacen en las cunetas, y pasar página colectivamente reconociendo los errores y horrores vividos anteriormente. Necesitamos esa España de la solidaridad, la concordia, la paz, el respeto, y que se centre en los valores democráticos antifascistas, contra la homofobia, contra la violencia de género, por la igualdad de todo ser humano, venga de donde venga, por la protección real de la infancia, por los derechos humanos, por el buen gobierno.

Necesitamos sembrar trigo en lugar de ortigas, porque así nuestros hijos y nietos aprenderán realmente a convivir en paz con los demás y esa es la base para crear riqueza colectiva para el bien común social.

Antonio Machado Requena. TERRASSA, (Barcelona)

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