En la anterior entrega vimos cómo don Luis Fernández de Córdoba, labró y edificó unas importantes casas de campo en La Zubia, por lo que algunos lo titularon como señor de La Zubia. Don Juan murió prematuramente en 1592 en Toledo. ¿Qué pasó con las casas de La Zubia a su muerte?
Su viuda, Doña Francisca tuvo intención de edificar allí un convento de monjas. La posición del inmueble no era muy favorable al respecto dado que estaba justo enfrente del convento franciscano de San Luis. En 1608 el provincial de la orden franciscana denunciaba las intenciones de la viuda: “se jasta y alaba que a de fundar un convento de monjas carmelitas descalças en el dicho lugar de La Çubia en las casas de doña Francisca de Córdoua”. El peligro era que “desde el dicho convento se an de descubrir y ver las dichas monjas que es muy indecente”. No eran esas las únicas razones argumentadas, había otras de mayor peso, las económicas: “Y si ubiesen de estar allí an de impedir las limosnas que se hacen al dicho convento, que se hiciere de monjas, y serán muchos menos las limosnas para los dichos frailes que se sustentan de ella”.
El caso es que finalmente doña Francisca de Córdoba, vendió el inmueble en 1611 a don Fray Pedro González de Mendoza (1570-1629), arzobispo de Granada desde 1610 y hasta 1616.
Fray Pedro, se llamó primero Fernando de Silva y Mendoza. Era hijo menor de Ruy Gómez de Silva, un portugués con cierta importancia en la corte de Felipe II; y de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, más conocida como la princesa de Éboli. La “tuerta” que tanto eco ha dejado en la historia por su relación con Felipe II. Muerto el príncipe de Éboli, y encarcelada la princesa por orden de Felipe II en la fortaleza de Pastrana, Fernando fue criado por sus abuelos paternos los príncipes de Melito. Pronto le encauzaron hacia la carrera eclesiástica, tomando el hábito franciscano. Al hacerse religioso cambió su nombre por el su antepasado Pedro González de Mendoza, el llamado tercer rey de España, en época de los Reyes Católicos.
Estudió en Alcalá de Henares y siguió ascendiendo en el ámbito religioso, pasando a ser prior del convento de La Salceda, cercano a Pastrana, donde estaba encerrada su madre, y cuyo señorío era propiedad de la familia. Pero obtuvo mayores éxitos a raíz de pertenecer al partido del entorno del duque de Lerma, favorito de Felipe III. Por eso sería nombrado obispo de Osma (Soria) en 1610; pero antes de recibir las bulas de consagración y de tomar posesión de esta diócesis se le concedió el arzobispado de Granada, mucho más rico y con mayores beneficios.
En Granada continuo con la edificación de las obras de la Catedral, además de edificar el palacio arzobispal. Igualmente fundo los conventos de Agustinos descalzos en al Albaicín (1614), el convento de Nuestra Señora de Gracia, el de San Basilio (1614) y el de Nuestra Señora de Belén (1615). En la iglesia de La Zubia todavía puede verse su escudo, proclamando ser responsable también de parte de la construcción de la misma. Luego será ascendido al de Zaragoza (1615), pero a raíz de la caída del valido Lerma, también su estrella se apagó, siendo trasladado poco después a la diócesis menor de Sigüenza (1623) donde vivió sus últimos días alejado de las intrigas de la corte.
Tampoco mantuvo muchos años, la propiedad el arzobispo Granadino, y en 1617 las vendió a don Jerónimo de Torres-Portugal y Córdoba, caballero de la orden de Santiago y capitán general de las flotas del mar Océano. Era un hermano del conde de Villadompardo en Jaén, y su nombre quedó ligado siempre a la historia de América por los cargos que desempeñó y por los bienes y tierras que adquirió en este territorio. En Granada su nombre está ligado a la fundación del convento de Capuchinos, que recibió el nombre de San Juan de la Penitencia. Se conoce una escritura de junio de 1618, donde él mismo afirma que se encontraba “estante en su casa de campo y jardín que en esta villa tiene”, una huerta que constaba de casa de campo, caballerizas, jardín, estanques y fuentes. Incluía naranjos, limoneros y parrales, pero sobre un jardín bajo que contenía un estanque con una importante fuente. El documento habla de una “fuente del niño que descabeza en los dos postigos”, es decir una fuente que llevaba agua hasta dos entradas de la finca diferentes “que el uno sale frontero de la casa de Luys Gómez y el otro a [el convento de] San Luis”. Poco después don Jerónimo fallecería dejando por su heredero a su sobrino el conde de Villardonpardo. Es la última noticia que se conoce del inmueble en este siglo.
Tendremos que esperar a mediados del siglo XVIII para conocer nuevas noticias del inmueble. Gracias al magnífico censo elaborado por orden del marqués de la Ensenada, podemos saber físicamente cómo era el edificio. En el magnífico plano que se hizo para La Zubia, se puede admirar enfrente del convento de San Francisco el Real de La Zubia (en realidad San Luis) un edificio, incluso si cabe más grande que el propio convento. Se le denomina “Casa Gardín”, y debía tener una enorme fachada con dos puertas (como ya se ha visto) y tres ventanas en el piso superior, cercanas al tejado a dos aguas que recubría el edificio, tejado rematado por lo que parecen tres chimeneas. A los lados de la fachada dos altas y esbeltas torres con sendas veletas. No se perciben ya jardines, aunque la finca debía estar cercada por tapias algunas de las cuales se ofrecen en el detallado dibujo. Al otro lado del Barranco de Corvales que hace su curva justo por el norte de la finca, señalando el plano la situación del Barrio Hondillo de La Zubia.
Lamentablemente no se conoce todavía el propietario de la finca en esta época. El catastro ordena las inmuebles en función de sus propietarios y es necesaria una lectura muy atenta de los cientos que había para encontrar la referencia a esta Casa Jardín, que todavía subsistió hasta bien entrado el siglo XIX.
Efectivamente con la llegada de la fiebre romántica, y los viajeros ingleses tenemos las últimas referencias a esta casa. Algunos de los visitantes quisieron conocer el lugar donde tuvo lugar la batalla de La Zubia o al menos el sitio donde se refugió la reina. Acudían así al convento, ya desamortizado y algunos narraban su estancia, intentando situar los hechos. Uno de ellos fue Washington Irving, en su libro Crónica de la conquista de Granada, editado en 1831 decía: “También se ve en el día la casa desde la cual miró la Reina esta batalla. Está en la primera calle á la derecha, entrando en el lugar por el lado de la vega, y tiene las armas reales pintadas en los techos. Habita en ella un honrado labrador, llamado Francisco García, que enseña su casa á los que quieren verla, y que rehúsa con noble orgullo tomar recompensa alguna, ofreciendo al contrario la hospitalidad al forastero. Sus hijos están muy versados en los antiguos romances, relativos a las hazañas de Hernán Pulgar y de Garcilaso de la Vega”.
Sus palabras fueron refutadas por el estudioso Joaquín Durán y Lerchundi, quien en 1893 publicaba su obra La Toma de Granada y caballeros que concurrieron a ella. Lerchundi, mejor conocedor de la Granada de la época, exponía que Irving estaba equivocado y que la casa a que se refería era nuestra antigua Casa Jardín.
Como se puede leer, en 1893, hacía poco que la casa había sido derribada, para levantar en su lugar una fábrica de hilados, la de los señores Ribot. Estos Ribot eran los hermanos catalanes don Manuel y don Esteban Ribot Parejo (m. 1912), que poseían una importante fábrica de hilados y tejidos de cáñamo en Granada, llamada Nuestra Señora de las Angustias. La fábrica debió absorber buena parte de la producción de lino y cáñamo de la Vega de Granada, con sus 740 empleados. Grandes empresarios, participaron en las mejores exposiciones de la época, como en la Exposición Universal de Filadelfia de 1876, en la Exposición Regional celebrada en León en 1877, o en la de Fomento de las Artes de Madrid de 1884. Su fábrica estaba situada en la calle Frailes número 30 de la capital. Pero en 1880 sufrió un terrible incendio que dejó sólo las paredes del edificio, entrando en quiebra. Aunque poco tiempo después vuelven a aparecer con una central en la calle Recogidas, y una oficina en la calle Varela de la capital granadina. Además en La Zubia, aparece mencionada una “fábrica de hilados” también de su propiedad en 1894, como se puede ver en la siguiente imagen.
Así terminó su andadura la que una vez fue definida como la casa “mejor y de más deleite en jardines, fuentes, frutas y aposento, que hay de particular en Andalucía” que estaba a la entrada de La Zubia enfrente del convento de San Luis. La casa que labró don Luis Fernández de Córdoba, que nunca fue señor de La Zubia, pero que sí edificó a finales del siglo XVI una morada digna de elogio, con jardines y fuentes, que pervivió hasta finales del siglo XIX.
AROMAS DEL LAUREL:
Un recorrido por la historia de La Zubia.
Alberto Martín Quirantes
VER CAPÍTULOS ANTERIORES:
01 La Inquisición en La Zubia
02 Antonio Gala y los Sonetos de La Zubia
03 La Infanta de La Zubia
04 Los cementerios de La Zubia (1ª parte)
05 El órgano de la Iglesia de La Zubia
06 Los cementerios de La Zubia (2º parte)
07 La Huerta Iberos
08 Los cementerios de La Zubia (3ª parte)
09 La ocupación francesa en La Zubia
10 Los cementerios de La Zubia ( y 4º parte)
11 Trogloditas en La Zubia
12 Los mozárabes en La Zubia
13 Una escritora desconocida de origen zubiense: Doña Carmen Espejo Valverde
14 La llegada de la guardia civil a La Zubia (1ª parte)
15 La llegada de la guardia civil a La Zubia ( y 2)
16 El campo de Tiro de La Zubia
17 Los falsos señores de La Zubia y sus casas principales (1ª parte)
18 Los falsos señores de La Zubia y sus casas principales (2ª parte)
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