La palabra tesoro rápidamente se asocia con riqueza y la imaginación vuela hasta inventar caudales y fortunas inmensas, muchas veces escondidas. Si eso ocurre todavía hoy en día, imaginemos qué pudieron pensar nuestros antepasados del siglo XVII, cuando dos desconocidos llegaron a La Zubia en abril de 1610 preguntando por un aljibe de piedra junto a una acequia donde supuestamente se había escondido un tesoro.
Las causas más probables de una tesaurización (que así es como se define la acción de reunir y guardar dinero y cosas de valor) son básicamente dos. La primera sería una situación de guerra, cuando la gente guarda y oculta dinero escondiéndolo, con la idea de recuperarlo más tarde. La otra causa suele darse cuando hay un periodo de fuerte inflación. Otras posibilidades serían el coleccionismo o la evasión fiscal, pero la historia demuestra que éstas son muy raras y escasas.
En el reino de Granada, en el siglo XVI se había desarrollado la Guerra de Rebelión de los Moriscos de 1568 a 1572. La guerra, como todas, impuso un importante trasiego de bienes. Los moriscos rebelados, por ejemplo, acumulaban todo lo que pudiera hacerles sostener la guerra, así lo expresaba la Historia del Rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada, de Luis del Mármol Carvajal, en esta edición de 1600
Por otra parte, los cristianos hacían lo mismo, así por ejemplo cuando se tomaron las villas de Orce, Galera o Castilléjar sus capitanes se repartieron el botín encontrado:
En definitiva, en la guerra de los moriscos, como en casi todas las guerras, se produjo un importante trasvase de bienes a la vez que un alto grado de ocultamiento. Eso provocó la aparición de tesoros reales y ficticios. Los reales fueron los perdidos, escondidos, olvidados o abandonados realmente; y los ficticios fueron los creados por la literatura morisca y las leyendas que surgieron tras la guerra. Todavía se siguen escribiendo relatos al respecto, como se puede ver en las siguientes portadas.
La creencia sobre tesoros moriscos se generalizó y se plasmó en los capítulos que contenían las condiciones para la repoblación. Hay que recordar que tras la expulsión de los moriscos se buscaron nuevos pobladores para las tierras vacías. Se les concedieron tierras y casas bajo unas determinadas condiciones. Una de ellas era la siguiente:
Estas provisiones, unidas a los descubrimientos que se realizaban continuamente en la ciudad y sus inmediaciones (llegando al paroxismo con las falsificaciones del Sacromonte) crearon un clima en la ciudad de excitación constante. Un clima favorecido por la existencia de leyendas, y sobre todo por la picaresca que se originó alrededor. La Zubia, con topónimos tan evocadores como la cueva del moro, el pago de la mora encantada o el camino de los Abencerrajes fue terreno abonado para los timadores.
Y así, en abril de 1610 llegaron a La Zubia dos personajes, que se dijeron llamar Nicolás Constante y Juan Guillén que mostraron a dos vecinos una pequeña nota, donde se indicaba la situación exacta de un tesoro. Los vecinos de La Zubia, Francisco Díaz de Escobar y Jaime Lloscos se dirigieron rápidamente a las autoridades, para poder cavar un hoyo y buscar un tesoro. A partir de aquí se formó un pequeño expediente, todavía conservado en el Archivo Histórico Municipal de La Zubia (o al menos lo estaba en los años 90 del siglo pasado, cuando fue consultado y publicado), que nos detalla todo lo que aconteció en aquella jornada.
Los extranjeros posiblemente fueran timadores que debieron recibir alguna buena cantidad por enseñar aquella nota y engañar a nuestros ingenuos antepasados. La nota literalmente estaba escrita para despistar y reseñaba, algunos datos reales para excitar la imaginación de los (luego) frustrados buscadores de tesoros. Parecía que lo había redactado alguna morisca “que como era niña no me acuerdo”, a quien se le había arrebatado la información. Pero todo parece indicar que no era más que una treta para aumentar los indicios de veracidad del documento.
El expediente, bastante detallado, es muy curioso porque narra, paso a paso, todo lo que aconteció aquel 14 de abril de 1610. Como digo, aquel día dos vecinos de La Zubia solicitan permiso para poder cavar y buscar un tesoro. La respuesta no fue de las autoridades locales sino del alcalde mayor de Granada (ya que en esa época La Zubia todavía no se había eximido de la jurisdicción de Granada) que ordenó que se excavase y se hiciese un inventario ante notario de todo lo encontrado. De este modo los peticionarios acudieron (ahora sí) a las autoridades locales de La Zubia para que diesen cumplimiento a la orden de Granada. Los alcaldes (entonces eran dos cada año) pidieron a los solicitantes que declarasen dónde supuestamente estaba el tesoro. Éstos especifican que es (sic) “donde antiguamente abía una pila antigua frontero del de el aljibe del barrio del algarrobo como constará por una rezeta que los dichos dos hombres les mostraron”. Efectivamente se aclara sobre el terreno el lugar exacto: “se miró y tanteó la parte donde se acuerdan personas antiguas frontero del dicho aljibe estaba la pila de piedra antigua que es como doze pasos de la puerta de el dicho aljibe bia recta zerca de el borde de la azequia gorda y principio al quel camino que deziende a Granada es e corre por el dicho aljibe y el dicho sitio”.
A continuación los alcaldes mandaron que se empezase a cavar, y se descubrió al poco una pila abrevadero y “sacaron la pila de piedra antigua, ques la que servía de abrebadero en tiempo questa villa estaba poblada de moriscos y la apalancaron y trastornaron y sacaron del dicho hoyo”.
El descubrimiento más inquietante sin duda debió ser que debajo de la pila encontraron huesos y un suelo de piedra tosca. Fue entonces cuando los alcaldes pidieron que se les mostrase el papel donde se daba noticia del tesoro y lo anexaron al expediente. Es evidente que estos descubrimientos acabaron por excitar la imaginación. El documento especifica que los huesos eran de cuerpos humanos, pero no indica mucho más y las referencias a una “pila abrevadero” y a un suelo “de piedra tosca” son muy vagas e imprecisas. Pero lo cierto es que seguro que nuestros antepasados se vieron estimulados a continuar la labor.
Efectivamente se siguió cavando y entraron entonces a cavar más personas, y así se siguió hasta la noche en que no se halló ningún resto más. Una tarde de trabajo y nerviosismo que acabó en nada, porque después de todo el día sin encontrar tesoro alguno, los propios interesados dijeron que se dejase de cavar. Los alcaldes estuvieron de acuerdo dado que ya era de noche y no se había encontrado ningún tesoro. Se cerró el hoyo rellenándolo con la misma tierra que se sacó y finalmente se pregonó que nadie más cavase en dicho lugar sin licencia del alcalde mayor de Granada. Cierra el expediente un certificado final del escribano especificando que no se encontró nada.
Supongo que una frustración (si no un engaño) para los interesados peticionarios de la excavación. Uno más, sin duda, de los muchos que tuvieron lugar en esa época y siglos siguientes. Todavía hoy, muchas personas con detectores de metales (vulgarmente piteros) siguen obsesionados en la búsqueda de modernos tesoros.
Aunque hay algunas excepciones, la mayoría excavan sin conocimiento ninguno, dañando los restos que pueden a ayudar a establecer cronologías o indicar datos sobre el yacimiento. Tampoco este expediente del siglo XVII permite conocer con exactitud el sitio donde por aquel entonces se cavó encontrando una pila de piedra antigua, unos restos humanos y un suelo de piedra tosca. Sin duda, su conocimiento nos ayudaría a saber algo más sobre nuestro pasado. Hoy, nos contentamos con dar a conocer este interesante documento fruto de la ambición humana.
AROMAS DEL
LAUREL:
Un recorrido por la
historia de La Zubia.
Alberto
Martín Quirantes
Miembro del CEI Al-Zawiya
VER CAPÍTULOS ANTERIORES:
01 La Inquisición en La Zubia
02 Antonio Gala y los Sonetos de La Zubia
03 La Infanta de La Zubia
04 Los cementerios de La Zubia (1ª parte)
05 El órgano de la Iglesia de La Zubia
06 Los cementerios de La Zubia (2º parte)
07 La Huerta Iberos
08 Los cementerios de La Zubia (3ª parte)
09 La ocupación francesa en La Zubia
10 Los cementerios de La Zubia ( y 4º parte)
11 Trogloditas en La Zubia
12 Los mozárabes en La Zubia
13 Una escritora desconocida de origen zubiense: Doña Carmen Espejo Valverde
14 La llegada de la guardia civil a La Zubia (1ª parte)
15 La llegada de la guardia civil a La Zubia ( y 2)
16 El campo de Tiro de La Zubia
17 Los falsos señores de La Zubia y sus casas principales (1ª parte)
18 Los falsos señores de La Zubia y sus casas principales (2ª parte)
19 Los verdaderos señores de La Zubia
20 Francisco Fernández Navarrete (c. 1680-1742), un médico en la corte de Felipe V
21 Los marqueses de Bacares. (Parte 1ª)
22 Los marqueses de Bacares. (Parte 2ª)
23 De tesoros y moriscos en La Zubia