Así se subtitula el Informe de la UNESCO, Reimaginar juntos nuestros futuros, con escasa repercusión pública hasta ahora en nuestros contextos educativos, pero que -yo creo- está llamado a desempeñar el papel de sus dos grandes predecesores: Aprender a ser. La educación del futuro (1972, Edgar Faure); y La educación encierra un tesoro (1996, Jacques Delors); orientando por donde debiera dirigirse la educación. El actual informe, elaborado por una Comisión Internacional con un horizonte de 2050 y más allá, su discusión pública (más de un millón de personas), que ha durado dos años, ha coincidido con la Agenda 20-30 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y su redacción final ha tenido lugar, en este momento crítico, de la pandemia del Covid-19 y la tragedia de las escuelas del mundo cerradas. Por eso, el documente adquiere aún más relevancia para rediseñar qué futuros queremos juntos para la educación y la sociedad.
Precisamos construir una visión compartida de los objetivos públicos de la educación, reimaginar los futuros posibles que queremos para la sociedad y lo que puede hacer la educación frente a esos desafíos comunes. No hay un único futuro predeterminado, sino varios (de ahí el plural) y dependerá de todos conjuntamente para comprometernos en el marco de en un nuevo contrato social. Esto supone refundar los objetivos mismos de la escuela pública, centrada -desde la modernidad- en un conocimiento para el desarrollo y progreso, y en el sentido de pertenencia a una nación. La era del desarrollo y progresiva destrucción de la naturaleza han llegado a su límite, por lo que debemos hacerlo sostenible; y la globalización de los problemas, como la propia pandemia han evidenciado, hace que la ciudadanía ha de ser global. A veces, los planteamientos exclusivamente localistas y nacionalistas de la educación en nuestro país, están tan alejados de los problemas (o son aún tan “modernos”) a que nos enfrentamos (relaciones con los demás, con el planeta y con la tecnología), que provocan sonrojo, por su falta de horizonte o cortedad de miras.
Ante los desafíos planetarios (incremento de las desigualdades, cambio climático, incremento de las tecnologías digitales, retroceso de la gobernanza democrática, aumento del sentimiento populista identitario, y la pandemia, entre otros); hoy es preciso reinventar la educación, para dotar a nuestro alumnado y generaciones venideras de las competencias y los conocimientos necesarios para un mundo sostenible. Como señala el propio Informe, un nuevo contrato social para la educación debe vincularnos en torno a un empeño colectivo y facilitar los conocimientos y la innovación necesarios para construir futuros, basados en la justicia social, económica y medioambiental. Para eso se deben formar a los docentes y su profesionalización en torno a estas líneas directrices, mediante un trabajo en equipo y en colaboración.
El Informe propone hacer un balance de la situación a que hemos llegado para -al tiempo- disponer las bases de un nuevo contrato social a favor de la educación, basado en dos principios fundacionales: [1] Garantizar el derecho a una educación de calidad a lo largo de toda la vida; y [2] Reforzar la educación como bien público y común, como esfuerzo social compartido, con propósitos comunes. Estos dos principios se asientan en lo que la educación ha permitido conseguir a la humanidad y garantizan que, a medida que avanzamos hacia 2050 y más allá, “la educación empodere a las generaciones futuras para que reimaginen sus futuros y renueven sus mundos”.
De modo paralelo, tras la devastación causada por la pandemia Covid-19, se ha subrayado la oportunidad que se presenta ahora, para reinventar, reconstruir la escuela. Muchos de los cambios que, obligados por la pandemia, se han tenido que realizar, podrían ser preservados y ser la base de las propuestas y estrategias para renovar la educación. Así se ha evidenciado, en estos tiempos disruptivos, que nuestro sistema educativo no puede seguir encapsulado en el centro escolar, las experiencias mejores de gestión de la educación en este escenario inédito, han establecido alianzas con las familias en primer lugar, con otras escuelas, los municipios y una variedad de organizaciones. Por eso, es un buen momento para, a partir de la situación heredada, repensar juntos los futuros deseables en educación. Se habla de “reinvención” porque las escuelas que tenemos, en general, están diseñadas desde del siglo pasado y ya no sirven, en su estructura organizativa y fines, para apoyar las demandas actuales, ni se corresponden con lo que hoy sabemos sobre el aprendizaje. En su lugar, dice Informe de la UNESCO, “construir capacidades colectivas debe guiar el rediseño de las escuelas. Las arquitecturas de las escuelas, los espacios, los horarios y las agrupaciones de estudiantes deben diseñarse para desarrollar las capacidades de los individuos para trabajar juntos. La cultura de la colaboración debe impregnar la administración y la gestión de las escuelas, así como las relaciones entre ellas”.
La educación, que ha desempeñado durante mucho tiempo un papel fundamental en la transformación de las sociedades humanas; ante los desafíos presentes, le corresponde contribuir a forjar futuros pacíficos, justos y sostenibles. Desde una ciudadanía global, la escuela debería ayudar a las personas a mejorar su capacidad de promover el desarrollo sostenible y construir un mundo mejor. Si hasta ahora no lo ha hecho en el grado que deseamos, nos corresponde reimaginar transformarla. Como se afirma en el referido Informe: “A pesar de la urgencia de actuar, y en un contexto de gran incertidumbre, tenemos motivos para estar llenos de esperanza. Como especie, nos encontramos en un momento de nuestra historia colectiva en el que tenemos más acceso que nunca al conocimiento y a herramientas que nos permiten colaborar. Para la humanidad, la posibilidad de participar en la creación conjunta de mejores futuros nunca ha sido mayor”.
En la nueva estructura del currículum de la Educación Secundaria Obligatoria, como dimos cuenta en otra colaboración [«Competencias clave, sí; pero los grandes retos del siglo XXI, también»], hemos situado en el Perfil de Salida, junto a las competencias clave, los grandes retos del siglo XXI, basados en esta perspectiva de la UNESCO. Tomados en serio, como clave en la educación de los ciudadanos, posibilita en los próximos años desarrollar un currículum para el desarrollo sostenible, al mismo nivel que las competencias, permitiendo toda una perspectiva innovadora.
Publicado en Escuela, 13-12-2021
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Catedrático de Didáctica y Organización Escolar
Universidad de Granada