Cuando se avista Guadix,
lo que más alto destaca
es la hermosa catedral
en cuya torre descansan
las nubes que van y vienen
del valle a Sierra Nevada
mientras los chopos del río
reverdecen con prestancia
para en otoño incendiarse
esplendiendo llamaradas.
Esta ciudad de Guadix,
doliente y ensimismada,
aterida cuando el frío
y en verano aletargada,
la Iulia Gemella Acci
con fervor romanizada,
se alzó cual primera diócesis
en metrópoli mitrada
siendo el mismo san Torcuato
quien el báculo ostentara,
según dice la leyenda
y la tradición cristiana.
El topónimo latino
en “Guadix” se transmutara
cuando el árabe se impuso
en época musulmana
arraigando el sustantivo
por preceptiva del habla.
Al ser cruce de caminos
entre el Levante y Granada,
a lo largo de los tiempos
siempre ha sido abanderada
de las múltiples culturas
que por sus tierras pasaban.
La Puerta de san Torcuato
de paredes encaladas,
con arco de medio punto,
pinturas abovedadas
con ornamentos florales,
oratorio y balconada,
que abre el acceso y lo cierra
a brisas que se atalayan
por los árboles del parque
tras abanicar la rambla
donde juncales resecos
ansían los mimos del agua.
La barroca catedral
de bellísima fachada
y un interior tan sombrío
que congela la mirada,
más de canto gregoriano
que de antífonas seráficas,
más partidaria del réquiem
que de aleluyas mesiánicas,
ostenta un excelso coro
con imágenes talladas
en la madera del cedro
de simbología emblemática
y unas naves sumergidas
en devoción hipostática
bajo las bóvedas góticas
con sus frescos de alabanza.
Cual relámpago de luz,
que encoge y sublima el alma,
en las tinieblas deslumbra
la Piedad alabastrada
refulgiendo en su capilla
como los rayos del alba.
La liturgia de los seises
en Corpus e Inmaculada
simboliza la hermosura
y patenta la elegancia
que el ceremonial cristiano
ofrece a Dios en la danza.
Paradigma de Guadix
es la monástica plaza
con arcos y galerías
“de las Palomas” llamada,
que aviva intensos recuerdos
de ternuras naufragadas;
embebida en el silencio,
sólo gritan las pisadas
cuando la noche deambula
irreflexiva y sonámbula
inhumando los latidos
de la intrahistoria accitana.
Enhiesta frente a las cuevas,
siempre en vigilante guardia,
la edificación zirí
de la hercúlea alcazaba
con sus reflejos rojizos
y las torres almenadas,
que vivió tiempos convulsos
en la decadencia islámica
cuando El Zagal pendenciero
dominaba la comarca
en plena guerra civil
contra el sultán de la Alhambra.
El sapiente Abentofail
de la Guadix musulmana,
matemático y médico,
filósofo autodidacta,
transcribió un copioso acervo
de la mística en parábolas.
Pedro Antonio de Alarcón
tiene en el parque una estatua
donde se posan palomas
en las tardes solitarias
cuando la melancolía
por todos sitios cabalga
y desde la torre llegan
los tañidos de campanas
que planean desde el Fardes
hasta las cumbres nevadas.
Una construcción notoria,
por Siloé diseñada,
es la iglesia de Santiago
de meritoria portada
con estiloso mudéjar
en lo alto de la plaza,
junto al pilar donde late
la armoniosa voz del agua
que transvasa sus murmullos
a la sobria calle Ancha
donde agonizan mansiones
de caduca aristocracia.
Bajo el Torreón de Ferro,
emplazado en la muralla,
dormita el viejo teatro
cuyas piedras hoy se alzan
como reliquias que evocan
una cívitas romana.
Son las cuevas de Guadix
catacumbas horadadas
en dédalos arcillosos
del vientre de las montañas
que conforman un paisaje
de inquietud y encrucijada
mientras el aire sortea
las chimeneas blanqueadas
intentando amerizar
por el Cerro de la Bala
cuando los atardeceres
todo lo achican y encalman.
Este Guadix milenario
ancorado en la nostalgia,
bajo un cielo azul intenso
que enternece las mañanas,
espera los nuevos tiempos
con ilusión anhelada
aunque yazga adolorido
en indeleble añoranza.
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Comentarios
6 respuestas a «Juan José Gallego Tribaldos: «Guadix»»
Grandioso romance del tamaño de la ciudad que ensalza. Maravilloso paseo cabalgando sobre versos tan hermosos como los monumentos de Guadix. Es una maravilla poder leerlo en esta fría mañana del primer domingo de Adviento.
Gracias amigo Juan José.
Gracias, amigo Juan. Guadix lo llevamos muy grabado en nuestras vivencias desde la niñez. Siempre será un referente en muchos aspectos
.
Unas palabras preciosas.
Se agradece tu mención y tiempo dedicado a Guadix y agradecido por los Accitanos.
Guadix es lugar muy querido, sobre todo por quienes hemos tenido, desde la niñez, vivencias muy intensas en la ciudad. Visitar Guadix y pasear por sus calles siempre es emocionante.
Un afectuoso saludo.
Enhorabuena amigo Juan, de nuevo un romance con pinceladas acertadas dibujando y describiendo muy merecidamente esa ciudad q nos vio crecer y que es testigo de una parte importante de nuestras vidas.
Así es. Siempre llevaremos a Guadix en el corazón y nos sentimos muy identificados, sobre todo en lugares tan emblemáticos para nosotros como la catedral, la alcazaba, el seminario, los paseos hasta el río Frades, el parque, la plaza de las Palomas o la estación…Hablar de Guadix es reencontrarnos con nuestra adolescencia. Un abrazo.