IV. LAS ORDENANZAS DE LA UTOPÍA DE LOS HOSPITALES-PUEBLO
La dramática situación de la población nativa cuando Quiroga llegó en su primera visita a Michoacán como juez, es descrita así por Paz Serrano Gassent:
Encontró una población destruida económica, humana y culturalmente. Su forma de producción se había sustituido, bajo las encomiendas, por un uso extensivo de la tierra, que determinaba la pérdida de sus antiguos cultivos y trabajos. Sus habitantes, a consecuencia de las pestes, los trabajos forzosos, la vida en las minas o las levas para las constantes campañas militares de conquista, desparecían o huían. Su organización social, eliminada su estructura cultural, muertos o cooptados sus nobles, se reducía al caos de la sumisión o la rebelión de los montes. De ahí que rápidamente propusiera, como remedio a todos los males, el modelo que ya había experimentado en las proximidades de México: el de los Hospitales-Pueblo (1).
Ese modelo primigenio fue, como sabemos, el del Hospital-Pueblo de Santa Fe (que se fundó y bendijo el 14 de septiembre de 1532), experimento cristiano-social que duraría casi treinta años y cuya “ingeniosa organización demostró ser práctica y eficaz”, como nos recordara Fernando Ainsa (2). Su objetivo no era otro que la superación de esa situación de miseria, abusos e injusticia en que se encontraban los nativos. La publicación en 1937 de un artículo del historiador mexicano Silvio A. Zavala en el que descubría las semejanzas entre las Ordenanzas que regían los Pueblos-hospitales de Vasco de Quiroga y la obra de Tomás Moro, Utopía, que el juez castellano al parecer había leído en México, en un ejemplar perteneciente al obispo franciscano Zumárraga (3), puso de manifiesto la influencia incuestionable ejercida por el canciller inglés en la obra y en la praxis “misionera” del obispo de Michoacán. La lectura de ese libro fue, sin duda alguna, determinante en la génesis de su proyecto social.
En su Información en Derecho (1535), mostrará explícitamente Don Vasco su adhesión al ideal reformador de Tomás Moro y su anhelo de hacer posible un mundo sencillo y perfecto donde la Utopía sirviera de método para alcanzarlo, impregnando su magno proyecto de un conocimiento profundo del mundo mítico y literario clásico (mito de la Edad de Oro, escritos de Luciano) y de una elevadísima moral humanista y cristiana, procedente de la Philosophia Christi. En su escrito se fusionan, de efecto, dichas influencias como se pone de manifiesto cuando llega a aducir -como tesis nucleares del mismo- las siguientes razones y afirmaciones: 1) que a los indios no les faltaba sino la doctrina cristiana “para ser perfectos y verdaderos cristianos”; 2) que el estado natural de los indios era muy similar al de “aquellos de la edad dorada” a la que aluden tanto los clásicos griegos como el propio Moro; 3) que “como inspirado por el espíritu Santo”, Tomás Moro dispuso su república utópica según “el arte y manera de aquella gente de oro de aquella edad dorada”; 4) y, finalmente, que el humanista inglés sabía bien el griego, por lo que debió inspirarse en la descripción de la Edad Dorada contenida en las Saturnalias de Luciano.
Trataría de probar en él, además, cómo la finalidad última de su proyecto social-cristiano sería restaurar, en el Nuevo Mundo, la inocencia perdida desde el pecado original de Adán. En este sentido, la Utopía moreana sería el modelo más apto y deseable para asegurar una comunidad humana despreciadora de las riquezas y anhelante de la perfección moral, configurada como un “orden y estado de república y de vivir en que se pierdan los vicios y se aumenten las virtudes, y no pueda haber flojedad, ni ociosidad, ni tiempo perdido alguno que les acarree necesidad y miseria…” (4).
La conclusión a la que llega Quiroga es que “el mismo Tomás Moro, inspirado por el Espíritu Santo”, escribió “en manera de diálogo” su Utopía para que “se diese en esta Nueva España y Nuevo Mundo” ese perfecto “y muy buen estado de república”. Así pues, desde su obispado se encargará en consecuencia de aplicar minuciosamente su esquema utópico en su recién estrenada sede, dedicando su esfuerzo a aquellos poblados de dimensiones pequeñas que hicieran más factible su plena realización empírica. Hasta su vejez continuará con el mismo ideal, y es entonces cuando redactará las Reglas y Ordenanzas para el gobierno de los hospitales de Santa Fe de México y Michoacán. En ellas se estipulan las directrices que revelan sus indudables similitudes con Utopía de Moro.
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1) Paz Serrano Gassent, Introducción, op. cit., pp. 36-37.
2) Fernando Ainsa, De la Edad de Oro a El Dorado desarrolla en este ensayo el 2º periodo de los cinco grandes momentos de la utopía en la historia de la América latina: el “proyecto cristiano-social de la colonización”, que continúa al momento que predetermina el descubrimiento y que precede al momento de la Ilustración y a de la Independencia, y continúa con la consolidación de los estados nacionales americanos (influido por el socialismo utópico europeo) y culmina con el momento contemporáneo.
3) Tanto en Vasco de Quiroga como en fray Juan de Zumárraga se unían las lecturas renacentistas y erasmistas con la novedad de la Utopía moreana, pero con la mira siempre puesta en el ideal de un cristianismo nuevo, reformado y evangélico.
4) Paulino Castañeda Delgado, Don Vasco de Quiroga y su” Información en Derecho”, Madrid, 1974 y Silvio A. Zavala: La Utopía de Tomás Moro en la Nueva España y otros estudios (1937), op. cit., e Ideario de Vasco de Quiroga (1941), op. cit.
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