Tomás Moreno Fernández: «Utopías ensayadas: Una aproximación a la historia del socialismo utópico, (4/9)»

IV. SAINT- SIMON. FILÓSOFO Y SOCIÓLOGO LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

El aspecto de su pensamiento reformador que gozó de mayor fortuna fue la idea de realizar una nueva sociedad o civilización fundada en el trabajo industrial, en la que la producción fuese centralmente planificada y los productores participasen del producto proporcionalmente a sus prestaciones. Como ha señalado Pierre Ansart, las grandes líneas de esta sociedad, de este nuevo modelo social, pueden ya dibujarse en su tiempo, pues no harán más que confirmar procesos que están en marcha, entre los que el esencial es la extensión de la “industria, auténtico motor del progreso social”, con todas sus consecuencias sociales y políticas. Como escribía Saint-Simón ya en 1817: La sociedad entera reposa sobre la industria, entendiendo por esta palabra, no el sector manufacturero únicamente, sino todas las formas de producción y circulación: la agricultura, la artesanía, las fábricas y el comercio incluidas las ciencias y las artes que también participan en la producción.

Del mismo modo que el sistema feudal tenía por fin colectivo la guerra y la defensa militar, el sistema industrial tendrá por exclusivo objeto la producción de bienes materiales e intelectuales, el dominio sobre la naturaleza y la satisfacción de las necesidades. Este sistema lleva dentro de sí una fuerza fundamental que acabará imponiendo la primacía de la “clase de los industriales”, la instauración de relaciones de «societarios» y no de dominio. En su célebre “Parábola Política” (Parabole des abeilles et des frelons) (1), Saint-Simón opone radicalmente las clases políticamente dominantes y parásitas, vestigios a sus ojos de la opresión feudal, y la clase de los industriales. Una sociedad industrial significaría la eliminación de las clases parásitas y el advenimiento de los productores en conjunto, es decir, de todos aquellos que participan en la producción de las riquezas.

Cuando en 1819 Claude Henri de Saint-Simón publica su famosa parábola, presenta brevemente lo que, a sus ojos, constituye el principio de la política positiva. El mismo título de Parábola que da a su texto es significativo del carácter místico y profético de la perspectiva abierta. Se trata, nada menos, que de hacer triunfar una nueva religión. Pero esta revolución espiritual tiene como meta no una ilusoria salvación en el otro mundo, sino la realización de la humanidad mediante la completa dominación de este mundo, lo que le aseguraría, infinitamente prolongadas y acrecentadas, la felicidad y la virtud. La parábola recurre a la hipótesis de que Francia perdiese aquellos franceses “más esencialmente productores”; los que dirigen los trabajos más útiles a la nación y la hacen productiva en las ciencias, las bellas artes y las artes y oficios. Al menos sería necesario el paso de una generación entera para reparar aquella desgracia. Supongamos ahora que sean los grandes del reino, los nobles de alto rango, los ministros, los mariscales, los cardenales, los ricos, los grandes propietarios, quienes desaparecen: Ningún mal se seguiría de ello para el estado. Pero veamos con sus mismas palabras esta “parábola:

Claude-Henri de Saint-Simon

“Supongamos que Francia pierde súbitamente sus 50 primeros físicos, sus 50 primeros químicos, sus 50 primeros banqueros, sus 200 primeros comerciantes, sus 600 primeros agricultores. Como estos hombres son los franceses más esencialmente productores la nación quedaría convertida en un cuerpo sin alma. pasemos ahora a otra suposición; admitamos que Francia conserva todos los hombres de genio que posee en las artes y oficios; pero que tiene la desgracia de perder en el mismo día al señor hermano del rey, a monseñor duque de Angulema, a todos los dignatarios de la corona, a todos los ministros de estado, a los consejeros de estado, a los cardenales, arzobispos y obispos, y a los diez mil propietarios más ricos. Como los franceses son muy buenos, seguro que este accidente los afligirá mucho; pero esa pérdida no causaría pesar más que desde el punto de vista sentimental, porque de ella no resultaría ningún mal político para el estado” (2).

Este texto, aparecido en “L’Organisateur, llama a una revolución social que dé poder de gestión a los “industriales” o “clase industrial”, término que designa a los empresarios y magnates de la industria, a los financieros y banqueros; en ella incluye también a los obreros especializados, los agricultores, los artesanos y a toda la comunidad laboriosa y productora: la porción de la sociedad que trabaja y crea riquezas y que constituye 24 de las 25 partes de la sociedad francesa en oposición a la clase ociosa y parasitaria que nada produce y se beneficia del trabajo ajeno (propietarios, clero, nobleza, militares, funcionarios), con vistas a eliminar a la clase política (aristocrática o democrática) juzgada inútil. Por ello los discípulos de Saint-Simón serán preferiblemente hombres de negocios, ingenieros, constructores y administradores, más que políticos.

Esa inclusión es lo que convierte a Saint-Simón en un “socialista” y no en un simple ideólogo de la clase empresarial, teórico exaltador del Industrialismo que, como algunos, erróneamente, han señalado sólo aspiraba al “gobierno de una oligarquía de capitanes de industria”, más cercano a una ideología crasamente tecnocrática que al ideal socialista. El concepto que Saint-Simón tiene de clase industriosa no es exactamente igual a la idea que modernamente tenemos nosotros de “clase industrial”. Hay que comprender que en la circunstancia histórica en que él escribe no están perfectamente separados los campos de la burguesía y el proletariado, pues juntos habían combatido en las barricadas de la revolución y su programa era solidario en la lucha contra el feudalismo y por el triunfo de los derechos ciudadanos. Como atinadamente destacará Engels, por este tiempo el desarrollo capitalista tan incipiente no había aún separado claramente los campos antagónicos del proletariado y de la clase burguesa.

Saint-Simón no duda de que este nuevo modelo de sociedad que corresponde a la evolución general de las sociedades modernas, terminará convirtiéndose en el modelo de todas las sociedades europeas. La idea de una época “positiva” y científica gobernada por Científicos e “Industriels”, vistos como guías naturales de los trabajadores y solidarios con éstos, en lugar de las “clases ociosas” de los nobles, religiosos y militares, fue desarrollada en colaboración con su discípulo Augusto Thierry en Sobre la reorganización de la sociedad europea (1814).

Su última obra Le Nouveau Christianisme, dará un sentido místico- moral a estas aspiraciones. Como si temiera que la sociedad industrial no realizase espontáneamente la esperada “asociación”, Saint-Simón vuelve a afirmar que dicha sociedad tendrá que proponerse como objetivo primordial el de mejorar lo más rápidamente la existencia de la clase más numerosa y más pobre. Para poder alcanzar tal objetivo, sería necesaria una nueva religión civil que, recogiendo la inspiración primitiva del cristianismo – pero sin identificarla ni con el catolicismo ni con el calvinismo -, permitiera la reorientación de las energías y el alumbramiento de la sociedad industrial. Este “nuevo cristianismo” ha de fundarse en la ciencia (pintoresca antítesis) y promoverá el mejoramiento moral de las relaciones humanas. Como ha escrito Simone Debout: “Con El Nuevo Cristianismo se pasa de la Iglesia de Dios a la Iglesia de los hombres. […] En el futuro, la moral no estará ya fundada en el capricho o la revelación. Ligada a una política industrial […] constituirá una nueva religión enteramente Humana. Los gobernantes no serán, pues, solamente banqueros, sino sacerdotes” (3). Con mayor claridad que en sus escritos anteriores, Saint-Simón apela aquí a la acción de los industriales, inspirada por una teoría y una moral nuevas, para edificar la sociedad industrial, de la que, con más fuerza que nunca, se convierte en profeta.

Esta concepción de la sociedad industrial incluye una crítica de lo “político” y pide una nueva teoría política. En la sociedad industrial, que carece de precedente histórico, la política cambiaría radicalmente de sentido y contenido. El ejercicio tradicional del poder autoritario desaparecería para ser sustituido por una actividad social totalmente opuesta: la producción, “la administración de las cosas”. La administración de las cosas, la producción y la creación colectivas sustituirían definitivamente a la política en el sentido de un poder que se ejerce sobre las voluntades.

Es comprensible que una teoría semejante, que une en una visión profética tantos temas provocativos, levantara entusiasmo y también indignaciones. Sentimientos igualitarios y asociacionistas se entreveran en su doctrina con planteamientos autoritarios, tecnocráticos y desnudamente productivistas y desarrollistas, dos tradiciones interpretativas de su posición política y económica difícilmente conciliables entre sí. Una interpretación, que hace de Saint-Simon, en el alba de la expansión industrial del siglo XIX, el teórico de la “tecnocracia industrial”, deseosa de conseguir una racionalización de la economía, que subordina la política a las directrices de la economía y que propone una nueva integración social en torno a los objetivos del desarrollo económico, mediante una “planificación industrial” susceptible de ser aceptada por todos (aunque, según sus partidarios, de ningún modo piense que este “plan” pueda ser decidido únicamente por algunos “managers” o tecnócratas especializados).

H. de Saint-Simon, Ouvres complètes

Otra que tiene, por el contrario, a Saint-Simon por el fundador del socialismo y a su primer teórico. Proudhon pudo en efecto pensar que Saint-Simon, al afirmar la primacía de los “productores” sobre la política, prefiguraba las grandes líneas del socialismo libertario. Marx, que aseguraba que se “impregnó” de las ideas saintsimonianas durante su juventud, pudo pensar que al sostener la primacía de lo económico, el papel creador del trabajo, la urgencia de una revolución social, el advenimiento de una sociedad nueva caracterizada por la asociación de los productores, Saint-Simon habría esbozado las líneas generales de un socialismo utópico o romántico, pero aun no científico como el representado por el defendido por él y por F. Engels.

Por su primera fase su figura puede ser situada en el enlace entre la tardía Ilustración y el positivismo naciente; por su última etapa, aparece como iniciador de la vertiente cientificista y tecnocrática del socialismo.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1) Cf. H. de Saint-Simon, Ouvres complètes, Ed. Anthropos París, 1966. Para todo este epígrafe hemos extractado, en gran parte, el estudio de Pierre Ansart “La teoría policía frente a la sociedad industrial. Saint Simon y sus discípulos”, en Pascal Ory, Nueva historia de las ideas políticas, Mondadori, Madrid, 1992, pp. 150-166. Véase también Pierre Ansart, Sociologie de Saint Simon, PUF, 1971.

2) Ibid.

3) S. Debout, “Saint-Simon, Fourier, Proudhon” en Yvon Belaval (Dir.) Historia de la Filosofía, Siglo XXI editores, Vol. VIII, Madrid, 1979, p. 168. Curiosamente será Comte, uno de los primeros discípulos del Conde de Saint-Simón, quien, al final de su vida, llevará a cabo también la creación de una nueva Religión de la Humanidad, con su calendario, sus fiestas, sus ritos y presidida por su mujer Clotilde de Vaux. Extraña ironía de la historia, pues, el que se haya reservado semejante apoteosis místico-religiosa póstuma a quienes se esforzaron tan seriamente por establecer una auténtica ciencia de la Sociedad.

ÍNDICE:

I. LOS PRIMEROS SOCIALISTAS UTÓPICOS
II. DE LAS UTOPIAS RELIGIOSAS DEL XIX A LOS PROYECTOS COMUNALISTAS Y SECTARIOS DEL XX
III. SAINT-SIMON. PROFETA DE UNA NUEVA RELIGIÓN
IV. SAINT- SIMON. FILÓSOFO Y SOCIÓLOGO LA SOCIEDAD INDUSTRIAL
V. LA ESCUELA SANSIMONIANA. EL PADRE: PROSPER ENFANTIN
VI. FOURIER Y LA ARMONIA PASIONAL DEL NUEVO MUNDO
VII. CHARLES FOURIER. EL FALANSTERIO COMO ORGANIZACIÓN SOCIAL
VIII. ROBERT OWEN Y LA UTOPÍA DE NEW ARMONY
IX. ÉTIENNE CABET Y LAS COLONIAS ICARIANAS

 

 

Ver más artículos de

Tomas Moreno Fernández,

Catedrático de Filosofía y las

 Reflexiones….  y Diálogos anteriores

Tomás Moreno Fernández

Ver todos los artículos de

IDEAL En Clase

© CMA Comunicación. Responsable Legal: Corporación de Medios de Andalucía S.A.. C.I.F.: A78865458. Dirección: C/ Huelva 2, Polígono de ASEGRA 18210 Peligros (Granada). Contacto: idealdigital@ideal.es . Tlf: +34 958 809 809. Datos Registrales: Registro Mercantil de Granada, folio 117, tomo 304 general, libro 204, sección 3ª sociedades, inscripción 4