VI. FOURIER Y LA ARMONIA PASIONAL DEL NUEVO MUNDO
Natural de Besançon, cerca de la frontera suiza, hijo de comerciante Lyonés, Charles Fourier (1772-1837) es, uno de los más relevantes “enemigos del comercio” de la historia del pensamiento social occidental. Su juramento de “odio eterno” al mismo se fundamentaba en que, en su opinión, el comercio desarrollaba en el individuo todo tipo de impulsos egoístas y un desmesurado afán de lucro, y, sin embargo, hubo de dedicarse a él desde su juventud como viajante y encargado de la correspondencia de una casa comercial. Tras ganarse la vida en los más variados oficios en diversas ciudades, se instaló en París, dedicado a difundir sus doctrinas y encontrar adeptos capaces de hacerlas realidad. El 10 de octubre de 1837, su portera lo encuentra muerto en su apartamento parisino, vestido de levita, arrodillado en medio de sus flores y de sus gatos.
Considerado como uno de los fundadores del Socialismo Utópico, junto con Saint-Simon, en 1806 publicó su obra más polémica, Teoría de los cuatro movimientos (1), posteriormente, en 1822, el Tratado de la asociación doméstica y agrícola (2) y, en 1829, El nuevo mundo industrial y societario, obras que ampliarán su concepción original sobre la organización de los falansterios. El Nuevo Mundo amoroso (3), una de sus obras más importantes e interesantes, será publicada póstumamente por Simone Debout en 1967, 130 años después de haber sido escrita. Pierre Klossowski nos lo recuerda como profeta de la felicidad, loco, visionario, poeta, utopista, reformador social, experimentador societario, inventor de extravagantes neologismos y vocablos. Por su audacia imaginativa, su actividad lúdica, su rechazo de toda represión y su atención al mundo infantil ha sido considerado como precursor del arte moderno, del psicoanálisis, de la pedagogía de vanguardia e incluso del urbanismo moderno (4). E. Dühring lo definió como un “alquimista social; Marx y Engels como un ingenuo y simple “novelista poético” e Italo Calvino afirmará: “Lo que debemos a Fourier, ese soñador sublime, único en su género, es la facultad de concebir un mundo completamente diferente, y el de describirlo hasta el menor detalle”.
En su obra se encuentran los principios de una crítica radical del orden social existente en su época y toda una teoría de la civilización dependiente de una filosofía de la historia peculiar, así como un conjunto de propuestas para construir un nuevo mundo armónico. Según Fourier, el mundo había pasado por cinco etapas cada vez más degradadas: el estado de naturaleza, el salvajismo, el patriarcado, la barbarie -que identifica con la edad Media- y la civilización, época en la que Fourier escribía. En el desarrollo futuro veía una etapa intermedia de transición hacia las nuevas formas colectivas de convivencia (“garantismo”), y, finalmente, la humanidad remontaría hasta un período de realización plena de sus ideales más elevados de organización social denominado “sociantismo” o “Armonía”, que durará por espacio de 70.000 años, y cuyo principio o regla fundamental prescribirá que la felicidad de unos no debe fundarse nunca en una desgracia definitiva de otros.
Para Fourier la civilización se define por tres constantes fundamentales: reprimir, corregir, moderar. Constantemente, la civilización no es más que represión, corrección, moderación de lo “real”, en donde no introduce más que desorden, despropósito y violencia. Como ha hecho notar Roland Barthes (5), Fourier no intentará establecer una teoría “correcta” de la civilización sino sólo mostrar las condiciones prácticas de la liberación de la realidad social así moderada, corregida, y reprimida. La civilización es criticable desde el principio mismo de toda organización social que ella produce: cada hombre tiene en ella necesidad de la desgracia del otro. Tanto en economía como en política, los principios del liberalismo, basados en la competencia, están siempre de parte del más fuerte, del más mentiroso, astuto y egoísta. La sociedad está organizada sobre la incoherencia, la coacción y la división, de forma que selecciona los peores parásitos, tales como los rentistas, los soldados, los comerciantes, los científicos. Su crítica de la civilización –más allá de los aspectos económicos y políticos de la misma– abarca también todos los aspectos de la “vida cotidiana” de los individuos: educación, familia, matrimonio, sexualidad, urbanismo, polución, descubriendo por todas partes las huellas de la coacción.
En lo que se refiere al matrimonio burgués, por ejemplo, Fourier considera que los principios del mercantilismo presiden esa institución: no es más que un negocio basado en el engaño, donde todos son engañados, fuertes y débiles, hombres, mujeres y niños; todos coexisten en el disimulo y la agresividad contenida. Porque la civilización “ha organizado el régimen del amor basado en la coacción general, y por consiguiente en la falsedad general: porque donde hay un régimen coercitivo, sólo hay falsedad por todas partes. La prohibición y el contrabando son inseparables tanto en el amor como en el comercio”. La situación de “las jóvenes” se aproxima a la de la “esclavitud”: puestas en venta “a quien quiera negociar su adquisición y su propiedad exclusiva”; igual la de los “niños” “encerrados en su mejor edad” y tan mal educados por esos “educadores” que no tienen “ni los recursos, ni la pasión, ni los conocimientos, ni el discernimiento” necesarios para su educación. Pero el “sexo fuerte” tampoco conoce la felicidad. Fourier elaborará un irresistible “cuadro analítico del cornudaje”, pasando revista a 76 tipos de “cornudos” (¡sic!). Así describe a sus integrantes en El nuevo mundo amoroso:
“En ciernes o precoz, marcial o fanfarrón, vigilante o cauteloso, irreprochable o víctima, por prescripción, por salud, regenerador o conservador, auxiliar o coadjutor, trascendente o de alto rango, federal o mancomunado, de estribo o prestanombre, embrujado o con cataratas, apóstata o tránsfuga, de urgencia o de salvaguardia, juicioso o de garantía” (6).
Y termina esta sabrosa enumeración con este breve recordatorio: “Moralistas, si atacáis un vicio como el adulterio, lo denunciáis en la mujer y lo toleráis en el hombre porque es el más fuerte”. En este punto, como en muchos otros, su crítica supera de lejos la de Marx y Engels: más que un producto de la lucha de clases, el adulterio, como toda tara de la civilización, no existe para Fourier más que como una mentira a la que obliga la coacción. En resumen, todo está por hacer; hay que sustituir el mundo “civilizado” por el mundo “armónico”, tratando de pensar “al revés” de los principios y directrices impuestos por la civilización: la teoría de las pasiones o la ley de la atracción pasional se encargará de ello.
En efecto, entre lo más fantasioso de sus afirmaciones, Fourier se ufanaba de haber descubierto en la conducta humana una ley comparable a la ley de la atracción física que Newton había descubierto en la vida natural. Esa ley -llamada ley de atracción apasionada o pasional– era la que gobernaba la conducta individual y también la que regía el mundo social. En el “Discurso preliminar” de su Teoría de los cuatro movimientos (1818) hace la siguiente síntesis de su concepción:
“La primera ciencia que descubrí fue la teoría de la atracción apasionada […]. Pronto me di cuenta de que las leyes de la atracción apasionada se conformaban en todas sus partes a las leyes de la atracción material explicadas por Newton; el sistema de movimiento del mundo material era el del mundo espiritual. Sospeché que esta analogía podía extenderse de las leyes generales a las leyes particulares y que las atracciones y propiedades de los animales, los vegetales y los minerales quizás estaban coordinadas de la misma manera que las de los hombres y los astros […]. Así fue descubierta la analogía de los cuatro movimientos: material, orgánico, animal y social. Apenas estuve en posesión de las dos teorías, la de la atracción y la de la unidad de los cuatro movimientos, comencé a leer el libro mágico de la naturaleza” (7).
Fourier se da cuenta que la civilización reprime una realidad que hay que rehabilitar con urgencia: la “pasión”, (luego llamada “deseo” y “placer”). Sólo la sociedad ha decretado cuáles son las buenas y las malas pasiones, provocando así la fragmentación, la atomización, las guerras, la coacción. Sólo el respeto de todas las pasiones en la atracción apasionada, y su combinación sucesiva de atracciones, conducirá al género humano a la unidad y a la armonía universal. Frente a Freud, no es el principio del placer el que debe acomodarse al principio de realidad, sino al contrario. Si para Sade el placer era esencialmente agresión y transgresión y para Freud subversión (por eso la sociedad, so pena de perecer desgarrada por las pasiones e instintos, deberá recurrir a la represión y a la sublimación), Fourier, en cambio, afirmará que todas las pasiones y manías (“perversiones o desviaciones”) no son más que notas de la atracción universal. Es posible y deseable para él, por consiguiente, una forma de civilización humana sin represión y sin sublimación.
En su ya aludida Teoría de los Cuatro movimientos, Fourier distingue 12 pasiones fundamentales, como las notas musicales, más una nota 13 (el pivote): 5 sensitivas (vista, tacto, gusto, olfato y oído; 3 distributivas o directrices consideradas “vicios” por los no iniciados (la mariposera o tendencia al cambio y a la variedad; la cabalística o afición a la intriga, espíritu de partido y la compuesta es la pasión de la fogosidad opuesta a la razón); 4 afectivas (amor, amistad, paternidad/maternidad y ambición) que, cuando se encuentran reprimidas, “atascadas”, se convierten en perjudiciales. La nº 13 es la de la unidad, que está reprimida en el mundo “civilizado” o de la “imbécil civilización”. Estas doce “pasiones” en sus múltiples combinaciones producían otras 810 pasiones para cada sexo, todas naturales y dichosas. Y, por eso mismo, su falansterio está constituido por 1620 componentes, precisamente para que estén representados todos los caracteres de uno y otro sexo.
El conocimiento de las pasiones tenía importancia a fin de agrupar a los individuos de manera que pudieran complementar sus propensiones y combinarse en labores que se identificaran con su temperamento, para lograr aquel objetivo cardinal de hacer el trabajo atractivo, ubicando a cada cual conforme a sus aficiones. Aceptadas totalmente, las “pasiones” nos conducen a resultados socialmente beneficiosos para todos. He aquí, por ejemplo, uno de los hallazgos más sorprendentes y famosos de la pedagogía fourierana: los niños que se complacen en la suciedad se convertirán en beneméritos servidores de la sociedad armoniosa porque, para ellos, la limpieza urbana es placentera como un juego divertido. Como nos advirtiera Simone Debout, Fourier es el primero, o el único, de todos los socialistas románticos en llevar a cabo un explícito desplazamiento desde los económico a lo psicológico, dado que, en su opinión, “la transformación social no depende de la sola reorganización industrial, sino de la metamorfosis de todas las relaciones ente los hombres y de los hombres con las cosas” (8)
Para Pierre Klossowski, Fourier se revela en dicha obra como un pensador anti-Sade y anti-Freud, sin que su conocimiento de las pasiones humanas haya sido menor que el de ellos. Es realmente un autor escandaloso, que con Sade y Freud, se opondrá a una tradición ética, moral y cultural de casi dos mil años, coincidiendo en cierto modo con aquellos en una “visión negativa del judeocristianismo”. Reivindicado por Mayo del 68, Octavio Paz comentará que Fourier fue un adelantado de la liberación de la mujer y de la liberación sexual por haber soñado un mundo sin represión, y por haber descubierto con enorme soltura cosas que a Freud le habían costado mil trabajos pensar:
“La figura de Fourier es central lo mismo en la historia de la poesía francesa que en la del movimiento revolucionario. No es menos actual que Marx (y sospecho que empieza a serlo más). Fourier piensa, como Marx, que la sociedad está regida por la fuerza, la coerción y la mentira pero, a diferencia de Marx, cree que lo que une a los hombres es la atracción apasionada, el deseo. La palabra “deseo” no figura en el vocabulario de Marx” (9).
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1) Charles Fourier, La armonía pasional del nuevo mundo, Taurus, Madrid, 1973. Se trata de una selección de los siete primeros volúmenes de sus Obras Completas (Teoría de los cuatro movimientos, Teoría de la Unidad universal, El nuevo mundo industrial y El nuevo mundo amoroso) conservando un coherente y amplia unidad temática.
2) Publicada en versión castellana reducida con el título de Charles Fourier, Doctrina social (El Falansterio), trad. de José Menéndez Novella, Ediciones Jucar, Madrid, 1978.
3) Le Nouveau Monde Amoureux formó parte de sus escritos inéditos y fue publicado por Simone Debout, en éditions Anthropos, París, 1967. Existe una versión parcial del mismo en castellano –el dossier 2 de sus manuscritos: “Des harmonies polygames en amour”- de Miguel Giménez Saurina, publicado con el título de Elogio de la Poligamia, Ediciones Abraxas, Barcelona, 2005.
4) Pierre Klossowski, “Sade y Fourier” en Aproximación al pensamiento de Fourier, Octavio Paz y otros, Castellote, Madrid, 1973, pp. 107-146).
5) Cf. Roland Barthes, Sade, Fourier, Loyola, Seuil, París, 1972.
6) La armonía pasional del nuevo mundo, op. cit., pp. 217-279.
7) “Teoría de los cuatro movimientos”, en Charles Fourier, La armonía pasional del nuevo mundo, op. cit., pp. 61-64.
8) Simone Debout, L’Utopie de Charles Fourier, Payot, París, 1978.
9) O. Paz, Aproximación al pensamiento de Fourier, op. cit., pp. 145-160.
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