García Lorca rescató
de las entrañas del pueblo
unas canciones antiguas
que armonizó con salero,
llegando a ser referente
de un carismático acervo.
Las cantó La Argentinita,
voz ardiente, pelo negro,
los ojos enternecidos
en el vaivén del ensueño
y la melodía enhebrándose
con los perfiles del cielo;
al piano, Federico,
dúo de amistad y afecto,
vivificando canciones
que enraizadas en el pueblo
aún vuelan cual mariposas
al socaire de los vientos.
“En el café de Chinitas”
retó Paquiro a Frascuelo,
soliviantando a los dioses
sacrosantos del toreo
que en la Malagueta tejen
faenas de terciopelo
alternando las verónicas
con lentos pases de pecho.
Mientras, dos “Pelegrinitos”
caminan por los senderos
para suplicarle al Papa
que les dé consentimiento
porque son primos hermanos
y quieren el casamiento.
En la “Nana de Sevilla”
hay un padre carpintero
que le hará al galapaguito
una cunita de cedro
con angelitos barrocos
para que velen su sueño.
Por una calle empedrada
bajan los “Cuatro muleros”,
uno, con la mula torda,
risa franca, fino el cuerpo,
va cortejando a las mozas
regalándoles pañuelos
mientras su novia se enrabia
corroída por los celos.
“Las Morillas de Jaén”
entre olivos verdinegros,
tras refrescarse la cara
con agua del arroyuelo,
reparten miradas pícaras
al aire de los requiebros
que los mozos del lugar
les brindan con embeleso.
En el “Zorongo Gitano”
la chiquilla tiene anhelos
y lo que de noche sueña
de día es puro embeleco,
deshaciéndose el hechizo
como la nieve en el fuego
cuando la aurora se enciende
fulgurando por los huertos.
No salgas paloma al campo,
que comienza el tiroteo
y los nardos se marchitan
con estertores trigueños
al oír el alboroto
del “Anda jaleo, jaleo”,
mientras en el aire flota
un arisco olor a incienso.
Por “Debajo de las Hojas”,
se adormecen los remedios
para los males de amores
perturbadores de sueños,
que a veces dan alegrías
y otras más, engendran miedos.
¡Viva el Café de Chinitas!
¡Vivan Los Cuatro Muleros!
¡Viva el Zorongo Gitano
y el Anda Jaleo, Jaleo!
Las canciones populares,
como viejos monumentos,
permanecerán grabadas
para siempre en el recuerdo
sacralizando la esencia
donde enraízan los pueblos.
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