Franco Chiaravalloti

Franco Chiaravalloti: «Para mí, la literatura es partir de mí para salir de mí»

Franco Chiaravalloti es un escritor argentino que ha publicado cuatro libros de relatos y es profesor de la Escola d’escriptura del Ateneu de Barcelona. Talentura y Tres hermanas son las dos últimas editoriales con las que ha editado su obra narrativa. Han publicado cuentos suyos en medios como Kopek, ha escrito sobre el proceso de escritura en Zenda y ha sido entrevistado en Quimera. La crítica especializada coincide al hablar de la calidad de sus cuentos y lo alinea en la tradición literaria con escritores como Eloy Tizón o Julio Ramón Ribeyro. Llega a Granada para presentar ‘El teatro perpetuo’, el jueves 21 en la librería El Asterisco. 

JUAN PEREGRINA: Muy buenas, Franco, ¿cómo estás? 

FRANCO CHIARAVALLOTI: Hola, Juan. Pues muy contento de estar visitando vuestra hermosa ciudad. 

¿Es tu primera visita a Granada?  

Es la segunda vez que vengo. La primera fue hace ya bastantes años, en 2009, por lo que esta nueva visita supone un redescubrimiento de la que considero, en mi modesta opinión, la ciudad más bonita de España, sin ánimos de peloteo. 

Vamos a presentar el jueves 21 de noviembre en la librería El Asterisco, junto a Noa y Dani, tu libro de relatos publicado en la editorial Tres hermanas El teatro perpetuo. Vaya título. 

He sudado tinta para llegar a este título. El libro no iba a llamarse así, tenía otro que me enamoraba, ideado incluso mucho antes de acabar con la escritura de los trece cuentos del volumen. Pero en el proceso de elaboración el sello Random House publicó la novela de una autora barcelonesa que tenía ese mismo título, por lo que me vi obligado a cambiarlo. Tras pruebas y errores, tras decenas de alternativas, finalmente me decanté por El teatro perpetuo. Al principio lo odié, pero ahora me fascina y el libro no podría tener otro título que este: una metáfora de la familia, ese entorno en el que estamos obligados a ocupar un papel sin que lo hayamos escogido voluntariamente. 

Oye, siempre hablamos de la técnica del cuento, de las influencias que recibimos: dos cosas que siempre han de estar, pero mejor si son invisibles, ¿verdad? 

La literatura y cualquier arte son el reino de la influencia, esa ansiedad de la que habla Harold Bloom. A mis alumnos les aconsejo que si están atrapados por los encantos de sus referentes, que no se sonrojen al copiarlos. Eso no es copiar, eso es seguir sus pasos. Los maestros están para eso, para marcar camino. Será responsabilidad de cada aspirante a escritor o escritora seguir caminando tras ellos, es decir, seguir escribiendo y reescribiendo, romper papeles, tachar, borrar, no parar, hasta hacerse uno mismo un propio camino, una propia voz. En esa propia voz pervivirá la influencia, pero con una propia personalidad.  

Cuéntame tu proceso de trabajo: desde que te viene la primera idea o imagen, ¿cuáles son los pasos que sigues o puedes seguir? 

No tengo un método específico para cada cuento, voy variando según mi época vital, el tiempo disponible, las ideas que me secuestran. Pero generalmente busco estar atento a aquellos estímulos que aterrizan en mi cotidianidad, esas sensaciones que me movilizan y que pueden nacer de una palabra ajena, de una inquietud propia, de un detalle nimio. La rumio, la dejo macerar. Voy viendo qué potencial puede tener para transformarse en un argumento, en un conflicto narrativo. Y pienso en un posible final, en el puerto de llegada; perfilar el final es indispensable, a mi entender, para que el cuento en ciernes tenga cierta solidez garantizada desde la primera línea. Entonces me hago un croquis, una sencilla escaleta o mapa que posiblemente después, durante el proceso de escritura, me salte o modifique. Incluso puede que el final que había pensado termine saltando por los aires. Sin embargo, todo ese proceso me ha servido como trampolín para obtener la primera versión del cuento, esa roca madre que después habré de seguir moldeando, revisando durante semanas o meses hasta obtener la versión final que me satisfaga. 

Cubierta de ‘El teatro perpetuo’ (Ed. Tres hermanas)

‘El grito astillado’ y ‘Geografía Materna’ son los títulos de sendas partes en que divides el volumen, que se compone en total de trece cuentos: otros títulos sugerentes también, ¿de dónde los sacas y qué puedes decirme de ellos? 

La primera parte de El teatro perpetuo se titula ‘El grito astillado’ porque son cuentos más descarnados, donde todos sus protagonistas están —hablando metafóricamente—obligados a atravesar descalzos un prado espinoso: sufren, viven un giro final que los catapulta a un páramo nuevo, diferente, pero no por eso sanador, sino, en general, aún más descarnado. Además, he agrupado los cuentos en esa primera parte porque en algún momento del cuento algún personaje grita, y son gritos de origen diverso, sea de terror, de orgasmo, de rabia. 

En ‘Geografía materna’, por su parte, los cuentos pivotan sobre la figura de la madre, ese puntal familiar que contribuye y condiciona a la naturaleza de los personajes. Hay madres ausentes, madres ubicuas, madres perdonadas y madres abnegadas, madres llenas de secretos, también la tierra es vista como madre, una madre que acoge y también, a veces, expulsa. 

La presencia de la mujer, como en tu anterior libro Insular, también publicado en Tres Hermanas, o incluso el de Talentura, Esos de ahí afuera, es constante: la preocupación por la figura femenina está muy asentada en tu literatura. 

Me interesa la alteridad, la despersonalización, salir de mí mismo, y en ese procedimiento que me permiten las letras muchas veces mi mirada aterriza en el de una mujer. Intento, para ello, efectuar un profundo trabajo previo de adecuación para obtener una voz verosímil y convincente. Suena a trabalenguas: para mí, la literatura es partir de mí para salir de mí. 

Muestras a algunos hombres violentos, vocingleros… ¿es lo que percibes a nivel social y lo trasladas a la página? ¿Somos tan cafres y asesinos como demostramos, pero eh, eh: notallmen? 

En El teatro perpetuo hay algunos hombres salvajes e iracundos, pero también los hay silenciosos y desamparados, y es un desamparo que en general comparten con las mujeres que están junto a ellos, aunque acusan ese desamparo de una manera menos hábil que las mujeres del libro, factor que acrecienta aún más el desamparo. No creo que seamos cafres, tan solo me da la sensación de que hemos perdido un poquito la brújula. 

Argentino afincado en España que escribe cuentos con calado social, de una técnica depurada y con un compromiso ético y estético con la lengua española: ¿crees que son detalles importantes para que el libro se venda? ¿Todavía se leen libros, Franco? 

Todavía hay una resistencia lectora, sin duda. Por poner dos ejemplos: el Sant Jordi en Barcelona o la Feria del Libro de Madrid son ese Termómetro Lector Nacional invadido de parafernalia, de paseantes incautos, pero también son espacios en los que se congregan quienes valoran esos rasgos que comentas, la ética y la estética de autores sea consagrados sea noveles. Es en tales ocasiones donde puedo comprobar que aún existe esa resistencia de gente que es lectora, no tan solo leedora, que se compra un libro igual que compra champús. 

Hace poco os llamaban a ti y a Juan Vico maestros. Más allá del elogio, eres profesor de cuento y microrrelato en la Escola d’Escriptura del Ateneo de Barcelona. ¿Cuánto hay de normas y reglas cuando escribes tus relatos? Lo pregunto porque nombrábamos con las cuestiones técnicas. 

Me ha sonrojado ese elogio. Yo me considero un aprendiz. Tengo tanto que aprender. Y tan corta la vida, joder. En respuesta a tu pregunta, la técnica es para mí la caja de herramientas a partir de la cual empiezo a construir mis cuentos. Me lanzo a la escritura, decido de qué manera iniciar, qué narrador, qué primera imagen o estímulo, qué idea, y a partir de allí —después de haber seguido el procedimiento que te comenté antes— me dejo llevar por la intuición. Si me encallo, recurro a mi caja de herramientas, a la técnica. La técnica es ese indispensable avituallamiento en el que no pensamos porque lo tenemos incorporado en nuestra pluma, en los dedos que sobrevuelan agitadamente el teclado, pero que está ahí, presente, cual fantasma, cual entidad corpórea. 

Muchísimas gracias por este rato y perdona el interrogatorio: no siempre te tengo tan a mano, ya sabes. Despídete con lo que mejor te parezca. 

Gracias a ti por tu tiempo, Juan. Es un gusto someterme a tan incisivas y a la vez cálidas preguntas e ideas. 

Nos vemos el jueves 21 en El asterisco de Granada. 

¡Allí nos vemos, familia! Con muchas ganas de encontraros en El Asterisco. 

JUAN PEREGRINA MARTÍN

Granada, 16 de noviembre de 2024

Redacción

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