María Eugenia de Montijo,
venida al mundo en Granada,
barrio de La Magdalena
ilustre calle de Gracia,
casó con Napoleón,
el tercero de la saga,
siendo última emperatriz
de la turbulenta Francia
que en el siglo XIX
tantos conflictos creara.
Aristócrata española
paradigma de elegancia,
muy atractiva y gentil,
desde joven estudiara
en colegios prestigiosos
de Inglaterra y de Francia.
Hablando varios idiomas,
cosmopolita y mundana,
siempre un referente fue
de la tradición de España
y su forma de vestir
alcanzó a ser imitada
en las calles y palacios
por encopetadas damas,
tanto en el resto de Europa
como en la arrogante Francia.
Fundó un personal estilo
desde el sombrero, la capa,
los mantones de Manila
y otras prendas, que en España
nuestras mujeres lucían,
con su garbosa prestancia.
Siendo aún adolescente,
cierta tarde, por la Alhambra,
le echó la buenaventura
una castiza gitana,
pronosticándole a Eugenia
que en el día de mañana
se sentaría en un trono
como reina coronada.
En el Elíseo, bailando,
conoció a Napoleón,
sobrino del Bonaparte
y aspirante a emperador.
En el cruce de una danza,
al compás del rigodón,
Napoleón, muy lanzado,
a Eugenia le preguntó
en qué parte del palacio
se hallaba su habitación;
y la bella granadina
con gracia le contestó:
el camino más seguro,
por la capilla, señor.
El donjuanesco francés,
mujeriego y seductor,
de la sutil española
muy pronto se enamoró
y en Notre-Dame se casaron
con mucha pompa y loor,
pues el acontecimiento
tuvo máximo esplendor
tanto por la bella Eugenia
como por Napoleón.
Tras presidir la República,
segunda en nominación,
el ambicioso francés,
Carlos Luis Napoleón,
al estilo maquiavélico
el Estado fracturó
y, tras un golpe de Estado,
llegó a ser emperador
en unos trémulos tiempos
de caos y de convulsión,
acabando en el exilio
donde al final falleció
siendo Eugenia de Montijo
Regente de la nación.
La flamante emperatriz,
distinguida, aguda y guapa
participó en la política
con certera diplomacia,
mostrando protagonismo
en la obra extraordinaria
del gran Canal de Suez
que tanto bien aportara
al conectar el Mar Rojo
con aguas mediterráneas,
facilitando la ruta
entre Europa y entre Asia.
María Eugenia de Montijo,
profundamente cristiana,
fundó orfanatos, asilos,
hospitales y otras causas
para ayudar a la gente
más pobre y necesitada,
por lo que fue muy querida
y altamente respetada
entre la ciudadanía
de la petulante Francia.
El hijo que había tenido
murió en circunstancias trágicas
cuando en una acción de guerra
por los confines de África,
luchaba como artillero
en una feroz batalla
defendiendo los colores
de la bandera de Francia.
María Eugenia de Montijo,
enferma y nonagenaria,
trasladóse hasta Madrid
donde su vida finara
en el Palacio de Liria
de la capital de España,
mas sus restos se llevaron
en lujosa caravana
a la abadía Saint-Michael
donde yace sepultada.
Próximo romance: FRAY LUIS DE GRANADA
Anteriores entregas:
II. Ángel Ganivet García (Granada, 1865 – Riga, 1899)
III. Ibn Zamrak (Granada, 1333 – 1394)
IV. Isabel de Solís, Soraya (Martos, Jaén, – ¿Sevilla? S. XV, 2ª mitad)
V. Mira de Amescua (Guadix, 1577 – 1644)
VI. Francisco Alonso (Granada, 1887 – Madrid, 1948)
VII. Juan Latino (Cabra o Etiopía, 1518 – Granada, 1597)
VIII. Chorrojumo (Ítrabo, 1824 – Granada, 1906)
IX. San Juan de Dios (Montemor: Portugal, 1495 – Granada, 1550)
X. Boabdil (Granada, 1460 – Fez, 1533)
XI. Doña Juana I de Castilla (Toledo, 1479 – Tordesillas, 1555)
XII. Alonso Cano (Granada, 1601 – 1667)
XIII. Elena/Eleno De Céspedes (Alhama de Granada, 1545 – Yepes ¿1588?)
XIV. Hermanos fosores de Guadix (Comunidad fundada en 1953)
XV. Mencía de Mendoza (Jadraque, Guadalajara, 1508 – Valencia, 1554)
XVI. Fray Leopoldo(Alpandeire, 1864–Granada, 1956)
XVII. Manuel de Falla (Cádiz, 1878–Alta Gracia, Argentina, 1946)
XIX. Manuel Benítez Carrasco (Granada, 1922–1999)
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