Antonio Machado, el magistral prosista y el sobrio poeta, siempre acompañado por un brutal estado melancólico, una vez que desaparece nuevamente el amor, ahora en su madurez, Guiomar, queda envuelto en la terrible soledad que le acompañó toda su vida, y es muy probable que frente a nuestra guerra civil, en su condición solidaria, le ayudara a soportar su categoría de hombre solitario y se entregara totalmente a la causa republicana. Quiere ser un poco héroe y guerrea, no con su físico, porque carece de él, sino con su pluma que la blande con gotas de sangre jacobina:
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Según se puede comprobar en los escritos del año 37 llega Machado, a través de Mairena, a identificarse con el «Frente Popular»; habla incluso de «Tercera República», al referirse al gobierno que surgió de las elecciones de febrero de 1936 y, sin embargo, paradójicamente, deja claramente asentado, también por Mairena, que él no es marxista, aunque llega a proponer una dictadura del proletariado. En el fondo de nuestro autor siempre late una profunda confianza en el pueblo español y su desprecio por la burguesía y el señoritismo. Otro de sus apócrifos, José Meneses dirá:
«Usted, como buen burgués, tiene la superstición de lo selecto, que es la más plebeya de todas. Es usted un cursi».
Por esto entre 1936 y 1939 vamos a encontrar al poeta entre las gentes más jóvenes y radicales de la lucha política y cultural, mientras que los demás de su generación que quedaban vivos se abstenían Él mismo explicaba que había que estar «au dessus de la mêleé» (por encima de las luchas políticas y del propio interés) y no a la altura de las circunstancias. Por ello lo encontramos en el centro de la lucha y escribiendo una veintena de composiciones: «Poesía de guerra«, una veintena de poemas, algunos breves como «La defensa de Madrid«, y otros con un tono de arenga como el homenaje a Enrique Líster, militar del Partido Comunista y destacado dirigente de las milicia del «Quinto Regimiento (fue el nombre con que popularizó el Partido Comunista su instrumento de lucha), un cuerpo de élite, que formó parte del ejército popular en la defensa de Madrid.
También escribió homenajeando a Juan Guilloto León, «Modesto», miliciano que al final alcanzó el generalato republicano. Igualmente mostró su admiración por el comunista Valentín González González «El Campesino», Teniente Coronel del Ejército Republicano; y qué decir de las pensadas páginas que dedicó al «Quinto regimiento». El valor de estas composiciones es desigual, pero de todos ellos , sin lugar a dudas, destaca «El crimen fue Granada«, una elegía desgarradora sobre el asesinato de Federico García Lorca. Veamos el soneto dedicado a Líster y la hermosa composición de ‘El crimen fue en Granada’:
A LÍSTER, JEFE EN LOS EJÉRCITOS DEL EBRO
Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.
Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.
Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,
de monte a mar, esta palabra mía:
«Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría».
EL CRIMEN FUE EN GRANADA
A Federico García Lorca
I
EL CRIMEN
Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!…
II
EL POETA Y LA MUERTE
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque- yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la Muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
III
Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
En este periodo de nuestra historia, el poeta colabora en todo tipo de declaraciones tanto en radio como en prensa escrita, firma declaraciones y explica, con toda honestidad y claridad asombrosa, cuál era su posición ante la contienda española; sin embargo, donde se prodiga en sus escritos es en el diario «Milicia popular», diario de difusión de «El Quinto Regimiento» en donde expresaría, en 1936, sus convicciones revolucionarias, aunque insistirá una vez más que él no es un verdadero socialista, pero sin embargo el socialismo es la gran esperanza humana ineludible en nuestros días. Observemos el siguiente comentario de prensa, expresando su compromiso con esa España de futuro que espera:
Son llamativas la declaraciones posteriores de Guiomar, al decirnos que si ella hubiera estado con Antonio no hubiera seguido esos caminos del socialismo y, por tanto, que Antonio se equivocó en la guerra. En cualquier caso, lo que sí podemos intuir es que, para el maestro, el amor en general, y «su diosa» en particular (así la llamaba), ejerció una influencia decisiva en los comportamientos del autor de «Soledades», como queda reflejado a través de su obra y, sobre todo, a través de sus cartas; pues, ¿quién como ella podría conocer mejor y de forma tan cercana su carácter, por encima de cualquier consideración que podamos hacer aquí.?
Es verdad que si elegimos para su interpretación el territorio de sus ascendentes, el entronque de los Machados con la mejor tradición liberal española podría justificar claramente el compromiso de nuestro autor con su tiempo: «hay en mis versos gotas de sangre jacobina»; pero, claro, no es menos cierto, por otra parte, que su hermano Manuel prosiguió en aquellos momentos por caminos bien distintos. En este sentido no estaría de más matizar que las circunstancias y vivencias de cada persona son irrepetibles y distintas. Manuel también fue republicano y el alzamiento lo sorprende en Burgos, trata de volver, pero es detenido y encarcelado. A partir de este momento, resultaría excesivamente, cruel y sin ningún sentido conmiserativo, como así se ha hecho durante años, encasillarlo dentro de las fuerzas fascistas, y no era para menos por su rápida afiliación a La Falange o cuando recitaba en Radio Nacional sonetos dedicados a Franco. Quizá Manuel actúo con cobardía, estaba casado con su prima Eulalia Cáceres, mujer extremadamente conservadora y de hondas convicciones religiosas y con la ayuda de la iglesia consigue la libertad de su marido. La contrapartida, seguramente, para salvar la vida y mantener el bienestar de la familia fue adherirse al bando vencedor, pero también no estaría de más recordar que Manuel había fijado su ideología en un artículo del diario madrileño «La libertad en el año 1933 de esta manera: «el mundo se debate hoy —lejos de toda libertad— entre dos dictaduras: la capitalista y la colectivista, la burguesa y la proletaria, entre el fascismo y el comunismo. Ambas son igualmente enemigas de la individualidad (…). Ambas son para mí igualmente detestables».
El caso es que el combate fratricida alejó a los dos inseparables hermanos para siempre, nunca volvieron a verse, pues Antonio siguió el inexorable destino y curso de cientos de miles de españoles, intentando conseguir la frontera francesa, la línea de la libertad, mientras eran bombardeados por la aviación fascista; hasta que por fin, acompañado de su madre, su hermano José y la mujer de éste llegan a Colliure el 28 de enero de 1939 (su primer día de exilio). Su afección asmática, agravada por interminables días de lluvia, unida a su dolor, a su tristeza, al éxodo, al exilio, a la perdida de la República y el ver que su madre se estaba muriendo, le hace sentirse muy cansado, muy anciano. Y así el 22 de febrero de ese mismo año, tras 26 días de exilio, como un prodigio premonitorio, fallece tal y como había previsto: «ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar»…
[NOTA DEL AUTOR: Analizar en profundidad el alcance de Antonio Machado en su contexto histórico y en cada una de las corrientes literarias y filosóficas que influyeron en su producción literaria, no solo resultaría pretencioso, sino que, en cierto modo inútil, teniendo en cuenta que el objetivo fundamental de estos artículos (10), no ha sido otro que el acercarse a Antonio Machado y poder mirarlo de cerca con motivo del octogésimo centenario de su muerte Estos artículos están confeccionados más con fines pedagógicos que estilísticos, estructurales o lingüísticos. Por tanto, quede claro, tal y como hemos dicho en reiteradas ocasiones, que todo lo expuesto en los mismos tienen un carácter exclusivamente divulgativo, aunque no exento de apreciaciones muy personales. Pedro López Ávila]
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