Antonio Luis Gallardo Medina: «Charlas a la sombra»

No conocí a mis abuelos paternos y maternos, que eran ya «viejos», me queda un vago recuerdo pues era un niño y sólo tengo vivo el triste momento de su muerte. Actualmente, el aumento de la esperanza de vida hace que muchos de los nietos de esta generación tengan abuelos y se relacionen con ellos.
Ahora los nietos conocen a unos abuelos jóvenes, animosos, que lo probable es que duren mucho y por ello convivan largo tiempo con los nietos, no sólo en su infancia sino que lleguen a la juventud, incluso puede que a la madurez del nieto. ¡ Ojalá me tocase a mí ! Esta situación nueva, no es probable que se repita en el futuro pues se ha retrasado bastante la edad de contraer matrimonio e incluso luego, en algunos casos, se tarda en tener los hijos. Lo normal volverá a ser que los nietos conozcan a abuelos «viejos».

La relación con nuestros nietos puede hacernos sentir felices. Compartir tiempo con ellos, conversar, responder sus preguntas es algo irreemplazable. Cuando son pequeños tener una conversación con ellos puede resultar algo mágico. Para nosotros, los adultos mayores, nuestros nietos son la prolongación de nuestra propia existencia, acerquémonos a ellos, ¡es muy gratificante! La asignatura que enseña un abuelo no se enseña en ningún otro sitio.

En Salobreña, allá por los años 60, era fácil dialogar, pues había paz y sosiego. No había muchos coches, mucho ruido, mucha gente, pero la poca que había era muy dada a charlar. Charlar en la casa, en la taberna, camino del campo y por encima de todo al caer la tarde, sentados en una silla o en un bordillo al pie de tu casa o la del vecino.

Charlas a la sombra que tanto enriquecieron a este mozalbete que se quedaba boquiabierto escuchando las sentencias y chascarrillos de los mayores. Me quedaba embelesado oyendo a mis padres, familia y vecinos contar historias recientes, presentes y pasadas, era la memoria viva de todo un pueblo.

Alguien escribió o dijo, no recuerdo bien, que todo pueblo que olvida o no conoce su historia está irremediablemente condenado a repetirla. Es una de esas sentencias populares que encierra una gran sabiduría. Aunque su origen exacto no ha llegado hasta nuestros días, muchos han sido los que la han usado con mayor o menor acierto.

Por eso, hoy día, siempre que puedo aprovecho para estar con mis nietos y en lugar de hablarles de mi historia, escuchar las suyas, pues siempre tienen algo que enseñar o al menos provocarme una sonrisa. ¡ Qué vivan los abuelos !

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