Isidro García Cigüenza: «Las maquetas de adobe en la Pedagogía Andariega»

Burrita: ¿ A qué este afán, señor arriero, por cargarme con tantos y tantos serones de arcilla? Porque mis patas no están para estos trotes…

Arriero: No te quejes, Molinera, que todo lo hacemos por un bien formativo de primerísima categoría.

Burrita: ¿Es formativo que los niños se pringuen hasta las trancas, pisoteando barro como están haciendo estos?

Arriero: “¡Se pringuen!” ¿Qué expresión es esa? Si fueras un poquito más sensible a las prácticas de nuestra Pedagogía Andante, percibirías lo vital que supone para ellos entrar en contacto con la Naturaleza en estado puro. Hasta hace poco no era necesario incluir esta actividad en el currículo porque las cosas que sucedían a su alrededor les eran tan próximas que formaban parte de su tejido existencial. Eran tiempos en que se miraba al cielo para tratar de adivinar el movimiento de los astros, la dirección de los vientos, el estado de la luna…; tiempos de acariciar y valorar el suelo que se pisaba; tiempos, en fin, en que la propia supervivencia giraba en torno a elementos tan genuinos como el sol, al agua o a la tierra…

B: ¡A ver…, señor profesor! ¿Qué tiene de especial pisotear arcilla, ligándola con agua, arena y paja? ¿Para qué les va a servir, como no sea para que se ensucien y que, a poco que se pudra la paja, eche un olorcito a fermentación que tire para atrás? Esa actividad, a estos niños acostumbrados a no ensuciarse, a estar sentaditos en sus sillas, a tocar libros de texto y manejar maquinitas electrónicas asépticas, usted cree que …?

A: ¿Y tú me lo preguntas? ¿Te tendré que explicar a ti, señora burra, lo que ha supuesto para la humanidad la elaboración de ladrillos de adobe para construirse sus propios espacios habitacionales?

B: ¿Pues no lo voy a saber? Usted mismo se lo dejó bien claro a aquel pelotón de guardias de seguridad que, a poco de apercibirse de nuestra presencia, comenzaron a echar maldiciones cuando nos vieron a usted y a mí haciendo cola en la ventanilla de entrada a la Alhambra… “¿A lomos de quién se transportó toda la arcilla, ladrillos, cerámica y estuco que se utilizaron para levantar esta joya arquitectónica de la que usted y media Granada viven hoy en día?” -les dijo usted, con la aquiescencia y aplauso de todos los presentes.

A: De eso se trata precisamente, Molinera. Con esta arcilla, esa arena y esa paja que tú dices, vamos a fabricarnos ladrillitos de adobe que, secados al sol y pegados unos con otros con el mismo barro, nos van a permitir hacer prácticas constructivas con las que levantar edificios singulares e imprescindibles: cobertizos, casas, molinos, hornos, pirámides o templos como el Partenón…

B: Total. Que quiere hacer usted de sus alumnos expertos barreros, adoberos y albañiles…

A: Sí, algo así… Alumnos que conozcan las benditas propiedades de la tierra que pisan. Que aprendan unas técnicas llevadas a cabo desde tiempo inmemorial que les van a permitir ser autosuficientes a la hora de levantarse un techo y una vivienda donde alojarse y llevar a cabo sus actividades más esenciales.

B: Pero necesitarán materiales específicos: utensilios, maderas, techumbres…, no sé… ¡Anda que, como no es difícil levantar un edificio…! Las termitas, los pájaros, las hormigas albañil, esas sí saben mucho del asunto, pero como burra que soy no sabría por dónde empezar…

A: Los muchachos con los que trabajo se inician haciendo un sencillo diseño que prevé las medidas de la maqueta a llevar a cabo, la situación de vanos y puertas, la previsión de las piezas que van a necesitar. A renglón seguido se las fabrican ellos mismos con el adobe…. Conocen las técnicas de ensamblaje de ladrillos; dominan la habilidad de lijar y realizar perfiles precisos; utilizan herramientas específicas (reglas, escuadras, niveles, palustres…); llevan a cabo su ejecución de manera limpia y ordenada y ofrecen y piden colaboración a los compañeros para llevar a cabo trabajos para beneficio comunitario…

B: Un bonito pasatiempo para tener a los niños entretenidos, ¡sí, señor! Como se hace con la plastilina en as clases de Infantil y Plástica ¿verdad, señor maestro?

A: ¡No! Como se hace con la plastilina,¡ no! ¡Ya está bien de levantar casas como las del cuento los Tres Cerditos! Aquí estamos educando para la vida; para utilizar los recursos que tenemos a mano, prescindiendo de materiales que necesitan transformaciones industriales complicadas (hormigones, cerámicas, aceros, aluminios, aglomerados, piedra artificial, plásticos…). Nosotros trabajamos con un materiales como el barro sin cocer, las cañas, la madera, las piñas o el brezo absolutamente reciclables; materiales que transformamos, llevamos y traemos sin consumo energético, ni contaminación alguna. Solamente con lo que la Madre Naturaleza pone gratuitamente en nuestras manos: el sol, el agua, la tierra, la vegetación, el propio ingenio y la ayuda que nos prestáis animales como tú, por supuesto.

B: ¡Ahí le quería yo ver, señor Isidro! ¡Sí señor!

A: Niñas y niños autosuficientes. Muchachos y muchachas que saben de las calidades de las tierras que trabajan, que entienden de arcillas (su génesis, contenido mineral, yacimientos…), que llevan a cabo investigaciones sobre el comportamiento de los materiales (ductibilidad, maleabilidad, dureza, encogimiento, resistencia…), que miden, calculan y cuentan; que consultan con sus padres y abuelos para que les orienten… En definitiva un aprendizaje para que, si vienen mal dadas, no dependan de esas multinacionales de la construcción, la ingeniería o el transporte… Alumnos que saben levantar con sus manos, y la ayuda de sus compañeros, un refugio donde resguardarse y sobrevivir… ¡Como hacen millones de criaturitas del Tercer y Cuarto Mundo, joder!

B: ¡Vale…! ¡Vale…! No se me venga usted tan arriba, señor arriero… que lo de la plastilina era una broma…

A: Es que estoy harto de tanta pamplina como se lleva a cabo en las escuelas. “¡La plastilina no mancha, no huele, tiene colores bonitos y a los niños les relaja” –te dicen limpiadoras, madres, padres y maestras…! ¡Una “eme”! La arcilla sí mancha, pero su suciedad es sana…; sí huele, pero es un olor que, procediendo de procesos naturales y biológicos, vacuna y cura de tanta alergia y tanta “tontería”…; no tiene colores brillantes, es cierto, pero porta óxidos y carbonatos tan auténticos y vistosos como el hierro, el cobre, o el manganeso… Y en cuanto a que “a los niños les relaja…” ¿ve usted la alegría de esos niños descalzos que, embadurnados hasta las rodillas, saltan y brincan entre risas como potrillos…?

B: Mejor, diría yo, “como cerditos dentro de un charco fangoso…”

A: ¿Sigues con la coña, Molinera?

B: Perdón, perdón… Yo sólo le adelantaba lo que van a decir los padres cuando estos niños aparezcan en sus casas con estas pintas…

(Nota: El autor pone a disposición de quien lo necesite los cuadernos que, en torno a los temas que tratan estos artículos, ha elaborado didáctica y concienzudamente. Solicitar en: arreburrita@gmail.com )

 

Isidro García Cigüenza

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Capítulo 2«Aprendemos caminando… del ronzal de mi burrita Molinera»

Capítulo 3«Por unas Matemáticas andariegas. Diálogo entre el arriero y su burra»

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Capítulo 5: «Clase de Lengua. Cervantes: ‘Persona Non grata’. Diálogos de un arriero con su burra»

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Capítulo 10: Las maquetas de adobe en la Pedagogía Andariega

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