Isidro García Cigüenza: «Los abuelos en la Pedagogía Andariega»

Burrita: ¿Se puede saber de qué se ríe usted, señor arriero, que tanta gracia le hace?

Arriero: Ha sido la respuesta que me ha dado ese muchacho con el que nos hemos cruzado, cuando le he dado el pésame por su abuelo…¡ja, ja, ja!

Burrita: ¿Qué respuesta?

A: Sí, mujer…, lo de la motosierra. Yo, con el fin de consolarle, le he ido comentando lo mucho que apreciaba al difunto. Le he recordado que, en simpatía, no había otro aquí en el pueblo; que a trabajador no le ganaba nadie, que era un gran conocedor de las distintas maderas de la zona y que como solidario, era capaz de ceder unas peonadas suyas a alguien que estuviera más necesitado que él mismo… En fin, le he ido resaltando los valores que de persona, ciudadano y conocedor del terreno tenía el buen hombre…

B: Pues yo no le saco la gracia a eso…

A: Ha sido después, cuando queriendo conocer la huella que tamañas virtudes habían dejando en el ánimo y comportamiento suyos, le he preguntado directamente por la herencia espiritual que le dejara su abuelo. El muchacho entonces, azorado un tanto por semejante pregunta, se ha detenido y me ha dicho: “Sí. Mi abuelo siempre se esforzó por enseñarme lo que sabía y que valorara lo que él hacía, pero a mí me atraía más la ciudad que el pueblo…”

B: ¿Y…?

A: Pues que, cuando le insistí en que si había aprendido alguna enseñanza especial de él, algún consejo sobre el comportamiento, alguna forma de caminar por la vida…, él se ha detenido y, de repente, con un inusitado regocijo ha recordado lo que, al parecer, se le antojaba como sublime y escatológico: “Sí, ahora que usted lo dice, recuerdo una vez que me dio un consejo que me habría de servir para toda la vida y fue que, si alguna vez me compraba una motosierra, que fuera de la marca “Sthil”.

B: Visto como una ocurrencia juvenil, tiene su gracia, es verdad. Sin embargo, visto desde el otro lado, desde el punto de vista del desprecio que reflejáis los humanos actuales hacia los valores de la generación que se os va, el asunto toma un cariz bien distinto…

A: No te entiendo, Molinera…

B: Sin ir más lejos, señor Isidro, ustedes los maestros, con tanta metodología innovadora, con tantos currículos adaptativos, con tantas formas distintas de enseñar a leer o a hacer una puñetera suma, habéis dejado a un lado, como inútiles, aquellas aportaciones laboriosas, pacientes y amorosas que abuelas y abuelos ofrecían a sus nietecitos a la hora de llevar a cabo las tareas escolares. Ahora, cuando un niño, un mocoso de apenas cinco o seis años, ve a estos aproximarse e interesarse por lo que están aprendiendo, enseguida les espantan con un “¡Quita, abuelo, que tú no sabes!”

Un nieto observa cómo su abuelo mueve las migas

A: En eso llevas toda la razón, Molinera… Resulta escandalosa esa actitud tan prepotente que niños y menos niños, docentes y discentes, mantenemos hoy para con nuestros mayores.

B: ¡Y todo por culpa de ese lenguaje tan alambicado y extranjerizante con el que habéis dejado de llamar al pan, pan y al vino, vino! Una jerga que se os antoja la panacea de la modernidad. ¡Pobres estúpidos! No os dais cuenta de cuanto más sofisticado es vuestro lenguaje y vuestra tecnología, más vulnerables os volvéis frente a las más elementales necesidades vitales y afectivas.

A: Pero es que el mundo evoluciona a una velocidad exponencial… Eso no lo puede evitar nadie… Estamos ante un cambio transcendental en todos los ámbitos de la humanidad.

B: ¡Já! Ustedes, los homo tecnologicus actuales, os creéis “los grandes innovadores”, “el no va más de la adaptación al mundo de la transformación”. Y no sabéis, por decir algo, que esos abuelos… -la madre de usted, por ejemplo que sobrevivió a dos Guerras Mundiales y a una Guerra Civil; que se adaptó a todas las tecnologías habidas y por haber; que desde no tener agua corriente, ni luz en la casa acudió a Centros de mayores para hacer cerámica, teclear un móvil o aprender a manejar el ordenador… Unas personas que, con una sonrisa y un amor infinitos pretenden, con la mejor voluntad, ayudar a unas criaturitas desvalidas ante el maremágnum de cambios de planes educativos a los que les sometéis… Unas personas, en fin, que muchas veces y con la irresponsable aquiescencia de sus hijos, tienen que soportar de sus nietos la consabida frase de: “¡Quita de ahí abuelo, que tú no sabes!”

Un abuelo quita las espinas a unos higos chumbos

A: T u discurso, Molinera, encaja a las mil maravillas con nuestra Pedagogía Andariega. De hecho, en ese empeño nuestro por “desescolarizar”, por sacar a los niños de una enseñanza cerrada y abstrusa a otra abierta a la vida y a la sociedad…, las personas mayores juegan un papel esencial: ellas son quienes nos guían a los maestros para conocer los recursos de nuestro entorno, tanto rural como urbano; las que nos descubren dónde está la sabiduría y aplicaciones didácticas de sus distintos oficios; el trascurrir de los adelantos que han ido surgiendo y, lo más importante, que nos enseñan a distinguir lo caduco de lo duradero, lo solidario de lo egoísta, lo superficial de lo esencial y profundo.

B: No sé si los maestros y, si me apura, aún más los licenciados y catedráticos, se van a dejar enseñar… Tengo mis dudas.

A: ¿Algo que objetar…?

B: ¡Hombre…! ¡Aplíquese el cuento…! ¡Cuánto mejor si, cuando vamos por esas escarpadas veredas y pierde usted el camino, en vez de empeñarse, erre que erre, en dejarse guiar por el Google Maps ese de los cojones, se dejara guiar por mi instinto y experiencia…! ¡Ah! Y por favor, no me repita más esa cantinela cansina de… “Calla, Molinera, que tú no sabes…” , pues como diría mi abuela Jorasquina, que de esto sabía un montón: “Más sabe un experimentado sin letras, que un letrado sin experiencia…”

 

Isidro García Cigüenza

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Capítulo 03«Por unas Matemáticas andariegas. Diálogo entre el arriero y su burra»

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Capítulo 05: «Clase de Lengua. Cervantes: ‘Persona Non grata’. Diálogos de un arriero con su burra»

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Capítulo 07: «Los olores… en la Pedagogía Andariega»

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Capítulo 10: Las maquetas de adobe en la Pedagogía Andariega

Capítulo 11: La asignatura de Química en la Pedagogía Andariega

Capítulo 12: Los juguetes en la Pedagogía Andariega

Capítulo 13: Cómo fabricar luz… en la Pedagogía Andariega

Capítulo 14: La ‘Puta calle’ en la Pedagogía Andariega

Capítulo 15: Los abuelos en la Pedagogía Andariega

 

Isidro García Cigüenza

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