Antonio Luis Gallardo Medina: «Temprano levantó la muerte el vuelo»

Efectivamente. «Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo», así escribía Miguel Hernández su elegía a Ramón Sijé y así me encuentro yo después de la triste noticia de la muerte del doctor José Luis García Puche, el pasado 11 de mayo.

 

Mi cabeza son todo recuerdos de mi relación con el Dr. y mi corazón se siente herido por tal pérdida. Son muchos los años que conocía al Dr. allá por el año 1982 yo trabajaba en el Laboratorio Pfizer y ya visitaba en el antiguo Clínico San Cecilio a Don José Luis para presentarle mis productos de nutrición parenteral. El trato recibido siempre fue en todo momento exquisito, con mucho respeto y atención.

Con el paso de los años, ya no tenía yo productos en el laboratorio que me pudiese recetar, pues me pasaron al tema de la hormona del crecimiento; pero siempre que nos encontrábamos por los pasillos o el jardín maravilloso de aquel hospital nos saludábamos. Y yo orgulloso de verle como jefe del servicio de Oncología.

Más tarde, la vida hizo que necesitara los servicios médicos del Dr. García Puche, pues me diagnosticaron un cáncer de vejiga y allí estaba el bueno y sabio de Don José Luis para atenderme con pulcritud, con cariño y con toda la ciencia acumulada. Y digo bien ciencia, pues larga ha sido la carrera del doctor en comunicaciones, trabajos, y creación de la primera Unidad de Cuidados Paliativos. Su labor asistencial en el Clínico, Universidad, Fundación Genyo para la investigación oncológica y qué casualidad participando también mi antigua empresa Pfizer. En Melilla se le nombró hijo predilecto por su labor hacia muchos pacientes con cáncer.

Hace unos cuarenta días volvía a coincidir con él en el Hospital PTS, yo asistía a mi sesión de quimioterapia y él iba a cambiarse de ropa y quitarse la bata para salir a la calle. Desconecté la bomba de infusión y fui a saludarle. Qué alegría, me preguntó por mi enfermedad y me felicitó por mi estado siempre alegre y optimista. Yo, apenas me atreví a preguntarle por el suyo, pues le vi un tanto desmejorado.

Hoy que la prensa hace eco de la muerte de Don José Luis, me cabreo de lo injusto de esta vida que siempre se lleva a la gente necesaria y que tanto bien ha hecho por el tratamiento humano y médico del cáncer. Cada paciente consultado habla maravillas de su médico oncólogo.

«A las aladas almas de las rosas…de almendro de nata te requiero,: que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero». D.E.P.

 

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