No pudo mucho con el peso del secreto y un día con el capataz que se sentía muy cercano le contó la historia y todo lo que había pasado. Ni que decir tiene por su obviedad, ya que en aquellos tiempos al carecer hasta de radios y de la televisión ni hablar habían oído, los tiempos de las veladas eran momentos de charlas de bromas y pasatiempos y en aquellos días no vean lo que se traían con la historia del cabrero, el de La Torrecilla.
En los cortijos vecinos, La Umbría, Marinavega y otros cuantos que en la zona había, y aún queda alguno y los derrumbes de casi todos son señales de aquellos en donde conocida la historia paraban los gañanes y daban voces burlonas al cabrerillo de La Torrecilla. Mal hecho, era eso, porque se sabe muy bien y de buena tinta escrito que todos los que reían temblaban de miedo y susto al pasar por delante de aquella tumba. Disimulaban muy bien, pero todos respeto y miedo guardaban siempre que pasaban por La Cruz de Carrión. Y a todos se les avisa de que cuidado tengan cuando hayan de pasar por aquel cruce de caminos, que aquelarre puede haber. Las apariciones de La Cruz de Carrión fueron mucho más anteriores, en el tiempo, que los aquelarres de La Fuente de Junco.
Ahora la villa se mantenía más tranquila, hacía mejor tiempo, noches más claras y eso no era propicio para los fantasmas y marimantas, no obstante, algunas noches se manifestaban en distintos puntos del pueblo con esporádicas apariciones o hacían la estatua en una esquina mal iluminada, hasta asegurarse de que todo estaba despejado.
El trasiego de novios que de ver la novia volvían a casa era más sosegado. Las ocasiones de “pelar la pava” se les daba con más frecuencia y tranquilidad, por lo que no era raro que una escalera apoyada a cualquier fachada y en llegando hasta una ventana; allí se estaba pelando una pava. Tan practicado en este arte alguno estaba que decidió fabricar escaleras para alquilarlas. Así sacaban para su gasto y de esta manera lograr tener algo caliente su cartera.
A pesar de que los fantasmas y marimantas llevaban una larga tanda de noches que no se manifestaban. En una clara noche que las apariciones no eran apropiadas, hombrezuelos ya, más que niñatos, hacen el gamberro, con cantos y gritos por el centro del pueblo. Cuando uno de ellos, y no de los más tranquilos ni de los más educados, era un “alantao” en su fama que por sus hechos había logrado y propuso el muy fresco, al resto de la cuadrilla apartarse hacia una orilla a una sombra de la Placetilla, allí muy cerca de donde ahora en estos tiempos la Caja de Ahorros ha estado, que no entonces. Aquello estaba más deteriorado y las sombras del lugar les daba a estos un sitio para realizar la faena que aquel “Alantao” de la cuadrilla, les había propuesto. Y no era más que: ¡quemar pedos! estos gamberros otra mejor cosa no sabían inventar, sino que, para divertirse aún más, gamberra había de ser la propuesta.
Uno de ellos, más atrevido, con todos los demás riendo y gritando. Muy dispuesto, desabrochó su cinto. bajó el pantalón y alentando al del fuego le pidió que preparara un mixto para su pedo prender cuando todo estuviera a punto.
-Serán guarros esos gamberros.
Pensaba para sus adentros una señora mayor que fue despertada por los gritos de aquellos, y por su ventana observaba la obra de pirotecnia inventada y que a punto estaba de prender.
Fue entonces, en ese preciso momento en que el de los pantalones abajo y con su trasero elevado, estando, esperando y apretando a la vez, para que los gases salieran…de pronto y de lo más inesperado dio un salto tremendo. Se incorporó como pudo, de su pantalón tiró y al mismo tiempo que comenzó a correr y con todas sus fuerzas gritó:
– ¡¡La marimanta!! ¡¡La marimanta!!
– Ha salido por allí del callejón de la Cipri, y venía hacia aquí, pero al ver el fogonazo de la llama que de mi trasero salió, giró y hacia Cantarranas huyó, espantada como yo.
-Seguro que fue al ver como de mis traseros salió la llama a presión.
Todos corrían, todos gritaban y fueron a parar a la puerta del “Perlo” o más, ya que alguno reportó cerca del Barranco del Cura y corriendo volvió al ver que sin querer se mete en otra boca de lobo.
Pasada la aventura y con el miedo a flor de piel, todos se fueron disipando y hacia sus casas marcharon recelosos por si aun algo pasara.
En días posteriores volvió la calma, pero he aquí que, a pocos días de la madrugada de los gases de metano, una noche bastante nubosa y de truenos muy sonoros, con sus brillantes e inseparables rayos de chispeante electricidad.
Noche muy fea. Tarde/noche de sábado, los noctámbulos por el pueblo andaban de taberna en taberna se movían buscando donde mejores tapas ponían y a sus compañeros de fechorías. Ya de madrugada con la luna ya tapada y a punto de amanecer, llegó una noticia muy fría de diabólica faena que los espíritus en La Fuente Castejana habían gastado a un noctámbulo.
Al novio de cortijera novia, que, tras despedirse de todos, en vez de regresar al pueblo, quería pelar pava con lo que con su novia había tratado de que en saliendo de su casa a su habitación fuera que pegado a la reja estaría, para que antes de que llegara el día haber pelado, y bien, la pava. Cosa que a ambos gustaba y que así disipaba las ganas, ya que la novia, eso sí admitía, hasta que llegado el momento de, con el sacramento, ser esposos de por vida.
. /… Continuará
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Autor del libro ‘El amanecer con humo’
Comentarios
2 respuestas a «Gregorio Martin García: «Apostadero de fantasmas, III: Desde la Cruz de Carrión a la Fuente Castejana»»
Nueva entrega qué no deja de exponer vivencias de un pueblo falto de ocio y entretenimiento describiendo a la vez lugares y cortijos hoy algunos desaparecidos gamberrismo fruto de la falta obligaciones escelente escrito
Paco muchas gracias por tu comentario y aqui seguimos narrando historias de nuestro pueblo. Cosas sencillas y simples pero son parte de la salsa del pueblo. Esas pequeñas cosas crean sociedad y hacen pueblo. Sigamos pues haciendo pueblo y que sea bien. Un abrazo paco