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Leandro García Casanova: «El acoso escolar que no cesa» - IDEAL En Clase

Leandro García Casanova: «El acoso escolar que no cesa»

El artículo siguiente lo escribí en enero de 2008, pero creo que sigue vigente porque el acoso está presente en las aulas.

“El Informe del Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, del pasado año, pone en evidencia el grado de conflictividad en los colegios: “El 30% de los alumnos sufre algún tipo de violencia, el 3,5% afirma que le rompen cosas, el 6,3% que le roban y el 3,9% que le pegan”. Y en una posterior reunión mantenida, entre los Defensores del Pueblo de España, pidieron que “no se cree alarma social con el acoso escolar, que es un tema puntual y ahora se conocen más episodios de violencia…”, como si hablaran por boca de la ministra de Educación. Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística afirma que 70 chavales, entre cinco y diecinueve años, se suicidaron en el 2005, aunque no precisa cuantos fueron por acoso escolar.

Acoso escolar

El ‘Informe Cisneros X’ es el mayor estudio sobre el acoso escolar, que se ha realizado en España. En el 2006, entrevistaron a 25.000 niños, entre 7 y 17 años, de 14 comunidades autónomas. Según el estudio, uno de cada cuatro niños españoles sufre acoso y 500.000 lo padecen de forma intensa. El director de ‘Cisneros X’, Iñaki Piñuel –profesor en la Universidad de Alcalá de Henares–, destaca lo mucho que se banaliza este problema y lo poco que se hace para solucionarlo: “Ante los fenómenos violentos, se practica el Síndrome de Negación Institucional y se intenta mirar a otro lado. Se distorsiona la comunicación, se dice que son conflictos y no violencia, que son conductas disruptivas y que no hay que tomárselo tan en serio”. El primer estudio a nivel nacional se hizo en 1999, por encargo del Defensor del Pueblo, pero, sólo se evaluaron los 4 cursos de la ESO dejando fuera el Bachillerato y la Educación Primaria. Y lo mismo ocurre con el ‘Informe Cisneros X’. Iñaki señala que “el Gobierno pretende devolvernos la tranquilidad a todos y acusa a los pocos investigadores independientes de ser alarmistas sociales, e incluso de vivir de ello, pero se ha encontrado con un problema al que no sabe hacer frente. No es necesario dotar de habilidad, destrezas o cursos al profesorado. Lo que hace falta es restituir una autoridad que se les ha ido retirando con las sucesivas reformas legislativas en la educación hasta hacer de ellos colegas, a un mismo nivel”.

  Los padres deben de ponerse de su lado, pues los niños acosados suelen encontrarse con que los primeros que no les creen son sus propios padres. El apoyo incondicional al niño es esencial.  

El profesor insiste en que se distorsionan los casos de maltrato escolar como cosas de críos, como problemas psicológicos que tienen las víctimas, faltas de recursos y habilidades… En definitiva, se niega lo que está ocurriendo y procuran que no se hable de ello. En torno a la violencia escolar rige una ‘Ley del silencio’, que tiende a camuflar este problema mediante eufemismos o mediante la confusión terminológica, a veces deliberada e interesada. De este modo, para no hablar de violencia y acoso escolar, se habla de la convivencia en los centros, de clima escolar, de conflictos entre escolares, o de comportamientos disruptivos. Esto impide reconocer y atajar a tiempo este problema, convirtiendo a los niños en las principales víctimas de esta falta de cuidado intelectual y científico. En primer lugar, los padres deben de ponerse de su lado, pues los niños acosados suelen encontrarse con que los primeros que no les creen son sus propios padres. El apoyo incondicional al niño es esencial. Después, sigue diciendo Iñaki, es necesario poner en conocimiento del centro lo que ocurre para que adopte las medidas de protección y compruebe la situación social creada. Es muy importante poder evaluar en los niños victimizados el daño que eventualmente les haya podido generar el acoso.

Para Rafael Bizquerra y Núria Pérez, directores del posgrado en Educación Emocional de la Universidad de Barcelona (UB), es preocupante la ‘apatía’ manifiesta de algunos maestros respecto al acoso, según la encuesta de la Entidad de Orientación Psicopedagógica ‘GROP’. En concreto, un 21,7% de los profesores de Primaria y Secundaria de toda España admiten que en sus clases hay acoso escolar, mientras que otro 11,4% considera que si lo hay “lo mejor es no hacer nada”. Los expertos apuntan que “esto demuestra, de entrada, una importante falta de sensibilidad”. Una sentencia reciente del Juzgado de Menores, de Lérida, ha condenado a 7 alumnos de tercer curso de la ESO, por acoso escolar, al entender que el reiterado trato vejatorio, de «infravaloración personal», al que sometieron a la víctima en reiteradas ocasiones, le produjo un sentimiento de «desasosiego y angustia». A los menores se les ha impuesto la pena de medio año de tareas socioeducativas… La Asociación contra el Acoso Escolar de Asturias califica de ‘ejemplar’ la sentencia de un juzgado de Córdoba, que ha condenado a tres menores acosadores a ocho fines de semana en un centro de reforma… Para su presidenta, Encarna García, «sienta las bases, para aquellos centros en los que existen víctimas de acoso y no se está haciendo nada para evitarlo. La situación era conocida sobradamente por el profesorado de este instituto de Córdoba, pero el centro omitió toda la investigación frente a los responsables”. Estas sentencias hubieran sido impensables hace un par de años.

José Joaquín Nogueroles es uno de los 36 psicólogos elegidos en la provincia de Alicante, para atender a alumnos y profesores que resulten afectados por casos de violencia escolar. Alega que los colegios suelen minimizarlos, incluso los ocultan y no se abordan. El psicólogo recuerda que, en los países escandinavos se empezó a detectar en los años setenta y se consiguió reducir bastante aumentando la vigilancia en el recreo y en el comedor, los puntos negros. Nogueroles lanza un aviso a navegantes: “Hay que tomar conciencia de que existe el problema y no la política de meter la cabeza debajo del ala. Interesa tanto proteger al acosado como que el acosador deje de serlo, y éstos lo son tanto el ejecutor directo como los que miran y no hacen nada, que son acosadores indirectos, cómplices”.

Copio este testimonio del 29-11-07, de un profesor desengañado de su profesión (sic): “Hace unos años al sufrir una serie de agresiones físicas y resultantes en diversas lesiones con rotura de huesos incluidas puse las denuncias pertinentes a la policía, y me aconsejó retirarlas por ser menores no imputables los valientes ‘kbrns’ que me agredieron. Mi única salida entonces fue una baja por depresión. Pedí el traslado y no me lo concedieron (…). Aunque sigo tragando bilis insomne cada vez que estos prometedores ejemplares de nuestra suciedad me humillan, esperando que mañana no me agredan, fingiendo que no me entero de sus pullas, soportando que el gracioso de turno haga volar un tampax o un condón cual proyectil de un extremo al otro del aula, procurando que esos desalmados no fastidien a sus compañeros con collejas, quitándoles las cosas o peor, y aguantando impotente el hecho de que como mucho se les sancione con tres o cinco días de expulsión (…). Y todo esto aderezado con inútiles logses, loes y loquesea, que no son más que parches absurdos que para nada van a arreglar el desaguisado en que nuestros insignes políticos se han cargado la educación”.

Pilar Lázaro, en ‘La violencia en nuestra sociedad’ (Larioja.com), indica que algunas teorías pedagógicas, surgidas en el último tercio del siglo XX, sobre la forma de educar a los niños sin corregirles, porque se podían frustrar y era mejor dejarlos tranquilos. A los padres se les ponía muy fácil: no negarles nada, permitirles todo, para evitarles la frustración (…). “Poco a poco esos niños se van convirtiendo en verdaderos tiranos; primero de sus propios padres, hasta el punto que hoy en muchos hogares se compra conforme los mandatos de los hijos…”. Clemente Ferrer denuncia en el ABC del 3-1-08, con este título ‘Los profesores tienen miedo’: “Miedo a entrar en clase. Insultos, amenazas, agresiones verbales y físicas. Presiones de los padres, de la dirección, de los políticos…”. Y revela que, en un estudio del sindicato ANPE, el 70% de los maestros que llaman al Defensor del Profesor –línea telefónica abierta en 2005–, lo hace para denunciar “la imposibilidad de dar clases debido a la conflictividad en las aulas”. De las 4.603 llamadas, el 20% fue por agresiones o amenazas verbales y un 7%, por agresiones físicas. El 3% lo hizo por problemas con la administración educativa o el equipo directivo del centro.

Profesores y padres deben de trabajar juntos, codo con codo, para que nadie pueda manipularlos. Es cuestión de ceder todos un poco, de tener más sensibilidad y, sobre todo, de ponerse en el lugar del otro.  

He procurado exponer las diferentes versiones de esta lacra social. Hace un año, hablando del problema de los colegios con Carmen García Raya, la anterior delegada de Educación, en Granada, le dije que “los chavales de hoy, antes que a los profesores, han pateado a sus propios padres”. Por eso, profesores y padres deben de trabajar juntos, codo con codo, para que nadie pueda manipularlos. Es cuestión de ceder todos un poco, de tener más sensibilidad y, sobre todo, de ponerse en el lugar del otro. En nuestra generación el problema fue la escasez de medios y, sin embargo, el problema de nuestros hijos viene de los ineptos y de la abundancia de todo. No hace mucho, un profesor amigo me confesó que, cuando algún alumno foráneo llegaba al instituto del pueblo, los compañeros le hacían la vida imposible. Y esto le ocurrió a mis dos hijos, pero, nadie se molestó en decírmelo. Gran parte de los datos los he recogido de SOSBULLYING (foros.administracion@gmail.com) que, en noviembre pasado, ha cumplido tres años desde que inició su ‘cruzada contra el acoso escolar’ y los problemas de convivencia en las aulas. Durante este tiempo, ha recibido casi 30.000 llamadas telefónicas y correos electrónicos. Nació como un servicio público gratuito y es atendido por profesionales de la psicología y de la abogacía, para orientar a las personas afectadas o interesadas por los conflictos que tienen lugar entre los escolares. En el penoso camino recorrido, han quedado en la memoria los suicidios del desdichado Jokin –se arrojó por un muro– y de tantos otros chavales, y han sido necesarias centenares de denuncias de padres desesperados y de asociaciones. Y todo, para que unos “vulgares y crueles acosadores” empiecen a ser condenados en los tribunales”.

Finalmente, reproduzco parte de ‘La carta de la semana’, de la revista XLSemanal, del 15 de febrero de 2015, de una chica que todavía sufre las consecuencias del colegio:

“Pocos trabajos perduran tanto, y el vuestro, antiguos compañeros de colegio, sigue aún grabado en mí; sólo quería hacéroslo saber. Que supiérais que hoy, casi diez años después, aún practico cuanto me enseñasteis. Aún voy por la calle cabizbaja, me sorprendo si la gente me saluda, me inquieta presentarme ante un grupo por miedo al rechazo…, aún voy por la vida casi pidiendo perdón hasta por respirar, aún siento que soy ‘no merecedora’, que no soy igual, que no tengo los mismos derechos; aún me pregunto por qué, qué me hizo diferente, qué me hizo ser la diana donde clavabais los dardos. Por todo esto y más, os reconozco el trabajo al que dedicasteis tanto tiempo, y que, sin haber conseguido entender cuál era vuestro objetivo, está claro que lo supisteis hacer bien. Espero que todo os vaya genial”.

Beatriz Rodríguez Lavado. Durango (Vizcaya).

Las niñas acosadoras le hacen toda clase de humillaciones –la llamaban bizca y bollera, y le tiraban agua–, consiguen que Carla se suicide, dejan a una familia completamente destrozada y, al final, han sido condenadas a seis meses de trabajos sociales. ¡Qué barbaridad! Y quienes presenciaron todas estas vejaciones y no se conmovieron ni movieron un músculo de la cara –alumnos y profesores–, habría que decirles que, en parte, ellos también fueron responsables del suicidio de Carla. Bastaba con que alguien hubiera comunicado el acoso escolar a la familia o al profesorado y, seguramente, no se hubiera producido la tragedia. ¿Qué trabajo costaba denunciar aquella injusticia diaria? Pero, está visto que vivimos en una sociedad alienada, insolidaria y cruel con los débiles.

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