Los Tercios de Flandes fueron,
en su esencia primitiva,
un ejército creado
por fuerzas de infantería
en tiempos inolvidables,
cuando nuestra monarquía
guiaba la nave del mundo
por múltiples geografías
y las banderas de España
ondeaban noche y día
en mares y continentes,
por las selvas, ríos e islas
con el arrojo y firmeza
de una ejemplar gallardía.
Gobernando Carlos V
se instituyó esta milicia
aunque fue el Gran Capitán
quien antes los dotaría
de técnica militar
e intrepidez fidedigna.
Con el duque de Alba al frente
es cuando más se prestigian
alcanzando su esplendor
y su entrañable carisma
estos Tercios españoles
que en Europa florecían.
No existía mayor decoro,
distinción y valentía
que militar en los Tercios
pues en ellos se exigía
mucha bravura, nobleza
y una creencia infinita
en la religión cristiana
como dogma y como guía
porque sólo es libre el hombre
que miedo jamás sentía.
Los soldados en los Tercios
con ahínco perseguían
la gloria, fama y fortuna
para mejorar su vida
y al fin poder ampararse
en una vejez tranquila.
En las legiones romanas
los bravos tercios se inspiran
siendo el honor personal
y la férrea disciplina
la norma, el santo y la seña
de esta admirable milicia.
Con pífanos y tambores,
con arcabuces y picas,
con el aspa de Borgoña
y las almas siempre ungidas
bajo la cruz de Santiago
forjaron la historia viva
de una España poderosa
que jamás será cautiva
de los que atacan con odio
las gestas que nos subliman
tramando leyendas negras
sobre la patria querida.
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Profesor jubilado y escritor, autor de
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