Reivindicamos la figura de Juan Santaella, profesor humanista y político como imprescindible en el presente de Granada
Déjennos, que antes de comenzar, dibujemos su retrato. Juan Santaella se nos aparece como un hombre menudo. Siempre diligente. Sombrero permanente. Andarín de paso ligero, no en vano dedicó en uno de sus escritos un Elogio al caminar, porque muchos de los que le precedieron, Aristóteles, Kierkegaard, Nietzsche… ya constataron los beneficios para el cuerpo, el espíritu y la reflexión, de dicha actividad. Es fácil reconocer su figura por cualquiera de las calles de Granada por ese ligero «tumbao que llevan los sabios al caminar» reciclando la mítica descripción que cantara Rubén Blades. Las manos no las lleva dentro del gabán porque es posible que porten algún ensayo novedoso o algún ejemplar de su querido IDEAL en el que lleva colaborando desde hace más de diez años. Ase con fuerza el texto, porque entre sus manos, y no en el bolsillo como Pedro Navajas, lleva encerrada su mejor arma de combate, la palabra.
Uno de los rasgos distintivos de Juan es su sonrisa. A medio camino entre irónica y generosa; entre inteligente y maliciosa. Quizás, a veces, encoge el ceño al hablar. Derrocha la elegancia en las relaciones sociales de manera disciplinada, sabedor de que no es una práctica habitual en los tiempos que corren. De vez en cuando recoge sus frutos porque su capital social es enorme. Esa figura que se nos acerca caminando resulta tan, tan creíble. Y eso es porque defiende con valentía los valores que le guían. Su defensa a ultranza de la educación libre y gratuita para todos y todas como motor de cambio. Su fe religiosa. El valor de los amigos. Sus colores preferidos, el rojo y el blanco, míticos para cualquier seguidor del Granada club de fútbol.
La infancia de Juan Santaella, nacido en la España rural de la posguerra nos recuerda el paisaje humano y sentimental que retratara Miguel Delibes en El camino. Es una de las historias que habrá que contar también desde enfoques sociológicos. La experiencia de tantas familias campesinas que fueron capaces de renunciar a sus vástagos en pos de un futuro incierto que pasaba por el estudio pero también por el desapego del entorno y de la familia. La formación de Juan no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de las fuerzas vivas del pueblo, Antonio Mérida, el maestro y Manuel Montoya, el cura. Juan pudo acceder a estudios superiores en Granada porque con diez años ganó una beca. Ponía, don Antonio, el maestro, tanto interés en los estudios de Juanito como en los de sus propios hijos internos ya en Granada, en el Colegio Emperador Carlos. Recibió clases en el Padre Suárez, que luego sería su casa, mientras que el Preuniversitario lo cursó en el Padre Manjón.
En la efervescente Universidad de Granada del franquismo tardío, se licenció en Filología románica y más tarde en Derecho. Primero fue profesor de Instituto en Almería y en ese nuevo escenario comenzó su andadura política en las primeras elecciones municipales democráticas siendo elegido Primer Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Almería. Los primeros socialistas electos desde la II República. En 1981, y ya de vuelta en Granada, fue elegido Delegado provincial de Educación.
¿Por qué creemos que Juan Santaella debe formar parte de esta galería patrimonial?
Por su labor como gestor en la educación en Andalucía. Por sus esfuerzos en pos de construir una Escuela democrática. Piénsese que eran tiempos de tránsito y había que desmontar y volver a montar estructuras emocionales, personales y de infraestructuras. Tiempos difíciles. Recuérdese que uno de los temas más espinosos en la constitución de la nueva España democrática fue el del tema educativo. Gregorio Cámara, catedrático de derecho constitucional y amigo de Juan nos lo recuerda. El pacto en educación se postergó. La política educativa de la transición se movió sobre tierras movedizas porque ese pacto no llegó nunca (y a ello se debe la permanente sucesión de leyes educativas en nuestro país). Difícil y sin embargo, es el cargo del que mejor recuerdo tiene Santaella. Ahora que no está escribiendo su columna, se permite hablar de forma coloquial…»pisé todos los charcos y puse patas arriba muchas cosas: programa integral en la Zona Norte, revolución en la inspección educativa, trato directo con profesores, centro y padres, programación de construcciones…
Nos cuenta cómo cuando se paralizaron las obras del colegio del Parque de las Infantas por suspensión de pagos del constructor, los padres, obviamente indignados, convocaron una reunión a la que asistió como padre de alumnos. Cuando se pusieron a culpabilizar al Delegado de Educación, levantó la mano y no tuvo inconveniente en presentarse como tal y explicar las dificultades económicas que estaban teniendo. Entre 1983 y 1986 realizó, permítanos decirlo, un esfuerzo titánico como viceconsejero de educación. Y es que no sólo había que adecuar la institución de la educación a la España democrática sino también a los avances tecnológicos del último tercio de siglo. Una de las últimas normativas que firmó como viceconsejero fue la de impulsar experiencias innovadoras para la introducción de la informática en la escuela.
De vuelta a Granada fue Delegado de Gobernación de la Junta durante ocho años trabajando codo a codo con Pepe Hervás, médico, dentista e historiador; Alberto Fernández, Catedrático de Universidad; Pedro Clavero, ginecólogo y erudito; Pedro Serrano, luego Secretario General del Consejo Consultivo; Juan Ruiz Lucena, maestro y abogado; Pepe Moratalla, neurocirujano; Mateo Revilla, profesor de universidad y director de la Alhambra y tantos otros.
Creemos que Granada no ha reconocido su esfuerzo. Quizás porque la Transición se debió a la generosidad de tantos y tantos. Con la honrosa excepción de la celebración este 2023, del 40º aniversario de la creación de INEF en Granada. ¿Fueron o no fueron tiempos emocionantes aquellos que vieron nacer facultades por presión popular?
Cuando decidió volver a dar clases de Literatura en el IES Padre Suárez, murió el gestor y nació el humanista. Comenzó realizando su tesis doctoral sobre Crisis de las humanidades y educación en valores, dirigida por el ya mítico profesor de Literatura de la UGR, Juan Carlos Rodríguez y su amigo Miguel Beas, profesor de Historia de la Pedagogía de la UGR.
Su trabajo como humanista del siglo XXI se encuentra en los estantes de las librerías. Sin lugar a dudas, su concepción sobre la enseñanza está ligada a la del pedagogo, Giner de los Ríos, fundador de la institución libre de enseñanza, con el que comparte, casi cien años después, posiciones teóricas y prácticas sobre la educación. Su obra escrita debería ser analizada y colocar al pedagogo y humanista en el lugar que le corresponde.
Mientras tanto, permítanos recordarles que es, el Juan Santaella humanista, el que ha sido capaz de crear un estilo propio en sus columnas de opinión. Definición de estilo santaellero: lector empedernido, textos bien estructurados, fidelidad a las ideas y a las personas, creencia hasta el infinito y mucho más en la educación como motor de cambio.
Socialista cristiano.
Juan Santaella comparte generación con los intelectuales granadinos de final de milenio (además de los citados) con José Antonio Pérez Tapia, profesor de la UGR, el arquitecto José Antonio Llopis, Juan López Martos, Enrique Cobos y tantos y tantos otro.
Juan Santaella López, de Tiena, hijo de Antonio y Ana. Forma parte de nuestro más preciado paisaje humano.