Juan Franco Crespo: «El Cairo: El museo egipcio (2/2)»

Bien, iniciamos el recorrido en la planta baja y lo primero que nos llama la atención es la famosa piedra de Rosetta y que permitió, en su día, a Champollion descifrar los jeroglíficos, por supuesto, es una copia; la original se encuentra en el famoso Bristish Museum de Londres, seguidamente la estatua de madera de Ka-Aper el mítico funcionario de la dinastía V, una obra de excelente estilización y, al tener el pie izquierdo adelantado da la sensación de estar en movimiento pero, lo más impresionante, es su mirada: a pesar de los siglos transcurridos, parece que está vivo, sus ojos, luminosos, de cuarzo opaco, pupilas de cristal dan la sensación de impregnarlo de vida.

La entrada al mítico e impresionante museo

El tiempo es poco y el gentío inabarcable, las fotos serán pocas ante las dificultades para hacerlas, en algunos casos la estrategia era dejar avanzar al grupo y antes de la llegada del siguiente hornada intentar cazar alguna toma sin gente. Poco después de Ka-Aper aparecen las figuras del príncipe Rahotep y Nofret [casi cinco milenios nos separan], elaboradas en caliza natural y encontradas en sus respectivas “mastabas” [tumbas] en la pirámide de Maidum en El Fayyum. Remoto lugar donde fueron descubiertas hace poco más de un siglo, concretamente en 1902 y también están los restos óseos de ballena con más de 40 millones de años y resulta que es un lugar casi inexplorado por el turismo de masas, por lo tanto no es rentable para los que manejan grupos.

El faraón de madera y la famosa piedra de Rosetta

Continuamos nuestro paseo, a sabiendas de que será imposible abarcarlo todo, que el viaje nos ha dejado sin energías, que las salas tienen tanto que ver [hay más de 100.000 piezas expuestas y casi tres veces más en los almacenes, gran parte de ese legado está esperando para ser trasladado al nuevo espacio, relativamente cercano, a las pirámides]. El tiempo es limitado y vamos a golpe de silbato, sin tiempo para relajarte, extasiarte, ante el potencial y belleza de todo cuanto contemplan tus ojos, así que rápidamente partimos hacia la denominada sala de Amarna para encontrarnos con otro famoso: Akhenatón o El Hereje; en realidad Amenofis IV que cambió el nombre y creó un nuevo dios del disco solar Atón, también creó una nueva capital Akhetatón y apenas fungió durante tres lustros: sería destruida por los sacerdotes de Karnak para tratar de olvidar todas las ofensas que les infligió con el cambio que realizó en el aspecto religioso y, como no estaba satisfecho, cambió los gustos estéticos del momento, especialmente perceptibles en las esculturas a las que se alargaron sus rostros y aligeraron las protuberantes barrigas: suerte que apenas fueron dos décadas pero su legado prácticamente fue barrido de la faz de la tierra, tampoco es de lo más bonito que encontramos en la planta baja. O sea, aquí nos vendría como anillo al dedo aquel milenario proverbio turco: “Si un payaso entra en un palacio, no se convierte en rey, pero el palacio se convierte en un circo”.

La viajera dormida, me senté sólo para que me hicieran la foto y recordar el tute al que estábamos sometidos. Ni se dio cuenta y su grupo se marchó

En la primera planta podemos decir que en el último trimestre del 2022 estaba lo mejor y más impactante de todo lo que en esos momentos estaba expuesto en el Museo Egipcio, sobre todo las galerías del faraón niño o Tutankamón, destaca su famosa máscara de oro de tamaño natural, el trono con una profusión de detalles y en donde lo hallamos sentado hablando con su esposa e iluminados por Atón, el Sol, que le da una viveza a la escena que, miles de años después, pocos artistas logran alcanzar ese grado de perfección.

Por supuesto en esta planta encuentras las célebres momias [enclaustradas en unas urnas de metacrilato para para evitar su deterioro y mantener una temperatura constante] que nos muestran a los dos soberanos o tal y como quedamos al llegar a nuestro terrenal viaje: la naturaleza va haciendo lo suyo.

Un receptor de radio de los años treinta y funciona. ¡Fabuloso: 100 Euros y para casa, si tienes lugar para él en el equipaje!

La salas de las momias están distribuidas de forma cronológica, aunque llegas tan cansado que exclamas ¿qué importa el orden cuando has quedado alelado ante esa riqueza cultural acumulada en medio centenar de salas?

Al salir, apenas diez minutos para el lavabo, el té, por aquello de la hidratación, aunque personalmente me quedara encantado, mientras me lo hacían, ante un receptor de radio de los años treinta y que sigue funcionando, vaya que parece hecho también en tiempos faraónicos.

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio

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