Tomás Moreno Fernández: «Experimentos utópicos y utopías ensayadas (2/2)»

II. DE LAS UTOPIAS RELIGIOSAS DEL XIX A LOS PROYECTOS COMUNALISTAS Y SECTARIOS DEL XX

Otros experimentos sociales se configuraron o agruparon por afinidades étnicas o religiosas (Comunidad Amana, Hermanos Hutteritas, Shakers, Rappistas, Moravianos etc.) que cohesionaban a sus miembros presentándoles un objetivo común de índole espiritual o religioso como fue el caso también de las comunidades amish, judías, mormonas y otras de semejante procedencia.

Es cierto que la duración del casi centenar de experiencias y asentamientos utópicos comunitarios americanos fue muy desigual: desde unos pocos años hasta varios decenios. Pero de todos ellos el que más éxito tuvo fue el de la Comunidad de Oneida, en el Estado de Nueva York, junto a Utica, que duró treinta y dos años (de 1847 a 1879), conservando siempre su base colectivista original. Su jefe, John Humphrey Noyes, fundador de la secta de los perfeccionistas, fue con mucho la personalidad más extraordinaria producida por este movimiento en América. La secta que en un principio se basaba en una especie de comunismo bíblico, trató de organizarse atendiendo a una muy peculiar consigna: ‘el nuevo mandamiento es que nos amemos los unos a los otros, pero no por parejas, sino en masa’. La cosa acabó en desastre, claro, con su fundador huyendo tras ser acusado de violación (1).

En 1960, renació de sus cenizas en USA una nueva comunidad utópica inspirada en Oneida, denominada Twin Oaks. Todas estas sociedades tenían en común unos principios esenciales: renuncia a la violencia y a la fuerza, abolición de la propiedad privada, del consumismo y de la tecnología. Refiriéndose concretamente a los Estados Unidos, la socióloga R. M. Kanter (2) ha examinado una muestra de una treintena de comunidades de tipo utópico de los Estados Unidos llegando a la conclusión de que sólo unas nueve comunas tuvieron un cierto éxito (su duración superó los veinticinco años) frente a unas veintiuna que fracasaron, sin llegar a buen término, es decir, que duraron poco.

Toda esa tradición llegará incluso hasta siglo xx con proyectos de comunidades utópicas —también de inspiración comunista, socialista o anarquista— tales como las múltiples comunas ácratas o anarquistas ensayadas a lo largo de los siglos XIX y XX, los koljoses soviéticos, las comunas chinas, las cooperativas y Kibbutz israelíes que llevan en sí también el influjo de la utopía. Sin olvidar los proyectos comunalistas (anarco-rural-primitivistas) de hippies (3) en la década de los sesenta o aquellos otros de los rebeldes universitarios de la contracultura americana (Berkeley) o berlinesa (experiencia de la KI y K 2 de Berlín) durante los años 66-67 y el mayo francés del 68. A título de ejemplo, resulta particularmente interesante, como nos recuerda Javier Bilbao, referirnos a una de esas experiencias, la fundada por el artista Otto Muehl en la localidad austriaca de Friedrichshof. En su comuna -con ciertos aspectos comunes a la de los perfeccionistas, antes aludidos- pretendían crear un paraíso basado en la liberación sexual, aunque para empezar ya impusieron varias restricciones: se prohibían las relaciones de pareja, las relaciones homosexuales y los celos. Cada día sus miembros debían mantener relaciones sexuales con quien quisieran, siempre que no repitieran con la persona del día anterior (4).

La Comuna en Friedrichshof

¿Cuál fue la consecuencia de este libre mercado de la carne sin las restricciones de la monogamia?, se pregunta J. Bilbao. Y responde, a renglón seguido, que no todo el mundo es igual de atractivo, de manera que inmediatamente pasó a crearse una rígida jerarquía sexual. Los más deseados tenían entonces más poder y por encima de todos ellos, Otto. “La consecuencia de ello es que podía elegir, tenía un poder ilimitado, de manera que optó por las más jóvenes y adquirió un singular interés por ‘el derecho a la primera noche’, es decir, desvirgar a adolescentes. Finalmente, las autoridades austríacas acabaron acusándolo de pederastia y violación y fue condenado a siete años de cárcel y su comunidad disuelta. Lo que comenzó prometiendo ser un paraíso sexual terminó desembocando, como vemos, en algo bastante sórdido” (5).

La influencia de la ciudad de la justicia moreana llega incluso a afectar al hinduismo: Auroville, surgida en 1968 en la India siguiendo las enseñanzas de Shri Aurobindo, es también un nuevo testimonio de la presencia de la utopía. Y aunque no estrictamente tipificables como utópicas, no debemos pasar por alto ni olvidar, finalmente, las tristemente célebres sectas fundamentalistas, apocalípticas y mesiánico-milenaristas del último tercio del siglo XX, Sectas del ocaso como las ha denominado el filósofo español Félix Duque (que muy pronto degeneraron en comunas, asentamientos grupales o formas de vida comunitaria con desviaciones eróticas, de autoinmolación seudorreligiosa e incluso hiperterroristas), como la californiana del Templo del Pueblo de Jim Jones, en la Guayana (1978), la del Solar Temple en Suiza y Quebec (1994), la de los Davidianos de David Karesch en Wako, Texas (1984) o, finalmente, la Aum Shirikyo del Japón (1995), que perpetraron suicidios y matanzas imbuidas de un sentimiento de redención suicida absolutamente demencial (6). De todas estas experiencias utópicas iremos tratando en sucesivos artículos.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1) Sobre Oneida, J. H. Noyes, y las sectas icarianas véanse: J. Bilbao, “Las grietas de la perfección”, Jot Down, 11, 2012; Edmund Wilson, Hacia la estación de Finlandia, Alianza Editorial, Madrid, 1972, pp. 133-138, y el epígrafe “Estados Unidos como el ‘Paraíso de lo posible’. Realización de la utopía”, en Carmen Iglesias, Razón, sentimiento y utopía, Galaxia Gutenberg, 2006, pp.440-446.

2) Para todos esos experimentos utópicos señalados véase R. M. Kanter, Commitment and community- Communes and utopías in sociological perspective, Harvard University Press, Cambridge 1972.

3) Según J. Bilbao “Ya que hablamos de hippies no podemos terminar sin aludir al clásico Imagine, de John Lennon. De esa sociedad descrita en la canción —aparte del comentario sarcástico que hizo Elvis Costello sobre un millonario soñando con que la propiedad no existiera—, uno sospecha que podría estar muy bien vivir allí… siempre y cuando todos fuéramos John Lennon” (loc. cit.). Sobre las comunas hippies y contraculturales véanse Stuart Hall, Los hippies: una contra-cultura, Cuadernos Anagrama, Barcelona, 1970; Keith Melvillde, Las comunas en la contracultura. Origen, teorías y estilos de vida, Kairós, Barcelona, 1975 y Josep M.ª Carandell, Las Comunas. Alternativa a la familia, Cuadernos ínfimos, Tusquets editores, Barcelona, 1972.

4) Javier Bilbao, loc. cit.

5) Ibid.

6) Félix Duque, Filosofía para el fin de los tiempos. Tecnología y Apocalipsis, Madrid, Akal, 2000, pp. 220–234. Sobre esta temática véanse también: Tomas Moreno “De la utopía al milenarismo”, en Ángel Valencia y Fernando Fernández Llebrez, La teoría política frente a los problemas del siglo XXI. op. cit pp. 201-210 y John Gray, Misa negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía, Paidós, Barcelona, 2008

 

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