““1.¿Ha sido hospitalizado en los últimos dos años? ¿Tiene problemas cardiovasculares?: hipertensión; antecedentes de infarto de miocardio o angina de pecho; arritmias; antecedentes de trombosis o endocarditis…
2. ¿Tiene problemas endocrino-metabólicos?: diabetes, tiroides, otros.
3. ¿Tiene problemas respiratorios?: asma, bronquitis, neumonía, tuberculosis…
4. ¿Tiene problemas genitourinarios?: insuficiencia renal, diálisis, etc., problemas prostáticos.
5. ¿Tiene problemas en el sistema hematopoyético?: anemia, problemas coagulación…
6. ¿Tiene problemas digestivos y/o hepáticos?: úlcera gastrointestinal, hernia de hiato, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, hepatitis…
7. ¿Tiene problemas en el aparato locomotor?: artrosis, artrosis reumatoide, otros.
8. ¿Tiene o ha padecido alguna enfermedad infectocontagiosa?: herpes recurrentes, antecedentes herpes zoster, antecedentes hepatitis, sida, tuberculosis…”.
Y así hasta completar las quince preguntas, sin embargo, para no cansar demasiado, aporto la fotocopia escaneada que me entregó la auxiliar del dentista. Al final de las preguntas viene la guinda: “El paciente o el tutor se responsabiliza de la veracidad de los antecedentes clínicos declarados y afirma que no oculta ninguna información adicional en relación a su estado de salud. Granada, a…”.
Cuando yo vi aquella ristra de preguntas, me negué a rellenar el formulario, es más, me indignó ver tanta pregunta estúpida. En esto apareció el dentista y le aclaro: “Yo solo vengo a hacerme una limpieza de boca, enséñeme la norma donde yo tengo que rellenar todo esto”. El joven dentista me puso la mano en el hombro y me dijo: “Es usted el primero, en diez años que llevo, que me dice esto. Denuncie usted si quiere y no me caliente la cabeza”. Le respondí: ¿Encima que vengo a una limpieza de dientes, me dice que le caliento la cabeza? ¿Por qué no me enseña la norma donde estoy obligado a rellenar estos datos?”. Y me marché. Salí de la consulta bastante malhumorado, por la forma que tenía el odontólogo de hablar y de tratar a los pacientes, y porque había perdido toda la tarde en acudir a la cita. Estaba claro que aquel cuestionario de preguntas era una invención suya, y no sé para qué le serviría tanta información innecesaria.
Mi pregunta es: ¿Es necesario exigir tanta información al paciente, para una simple limpieza de boca?, ¿es obligatorio rellenar el formulario? ¿Estamos ante un abuso del dentista, que te exige más información que si fueras a hacerte una operación en el hospital? |
Como habrán comprobado, el cuestionario de salud es un examen concienzudo –una ficha policial–, donde no falta un detalle, y es más completo que un historial clínico. Mi pregunta es: ¿Es necesario exigir tanta información al paciente, para una simple limpieza de boca?, ¿es obligatorio rellenar el formulario? ¿Estamos ante un abuso del dentista, que te exige más información que si fueras a hacerte una operación en el hospital? A los pocos días, me dieron cita para un dentista del centro de Granada. No tuve que rellenar ningún formulario y sólo me hicieron dos preguntas: si había estado allí con anterioridad y cómo me había enterado de la dirección de la consulta. Y es que lo barato a veces sale bastante caro.
El 27 de agosto recibo una carta en Las Gabias, que ha sido enviada desde Francia. El matasellos indica la fecha del 11 de agosto, por lo que ha tardado 16 días en llegar a mi buzón, con los tiempos que corren. No hace mucho fui a quejarme a la estafeta de que el cartero pasaba por el barrio una vez a la semana. En Correos están con los ajustes de plantilla y el servicio está como a principios del siglo XX. La propaganda que utiliza Correos es la siguiente: las cartas a la capital tardan un día, a la provincia, dos y al resto de España, tres.
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ABUSOS Y TARDANZAS
El 21 de enero pasado me acerco a la consulta de un dentista, en un barrio periférico de Granada, aconsejado por un conocido porque me dice que “es bueno y económico”. Al subir las escaleras del bloque me dio mala impresión, pues eran pisos para gente humilde, con las paredes desconchadas y con escasa iluminación. Una mujer me hizo pasar a una sala de espera y, al poco, me entregó un formulario para que lo rellenara. Escribí los datos del paciente y lo firmé. Pero mi sorpresa fue al leer el folio por la cara de atrás, donde pone: “Historia clínica médica, cuestionario de salud”. Y debajo vienen quince preguntas (con una serie interminable de enfermedades, de manera que pocas habrán quedado en el tintero) y que transcribo literalmente, aunque lo he resumido debido a la extensión.
“1.¿Ha sido hospitalizado en los últimos dos años? ¿Tiene problemas cardiovasculares?: hipertensión; antecedentes de infarto de miocardio o angina de pecho; arritmias; antecedentes de trombosis o endocarditis…
2. ¿Tiene problemas endocrino-metabólicos?: diabetes, tiroides, otros.
3. ¿Tiene problemas respiratorios?: asma, bronquitis, neumonía, tuberculosis…
4. ¿Tiene problemas genitourinarios?: insuficiencia renal, diálisis, etc., problemas prostáticos.
5. ¿Tiene problemas en el sistema hematopoyético?: anemia, problemas coagulación…
6. ¿Tiene problemas digestivos y/o hepáticos?: úlcera gastrointestinal, hernia de hiato, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, hepatitis…
7. ¿Tiene problemas en el aparato locomotor?: artrosis, artrosis reumatoide, otros.
8. ¿Tiene o ha padecido alguna enfermedad infectocontagiosa?: herpes recurrentes, antecedentes herpes zoster, antecedentes hepatitis, sida, tuberculosis…”.
Y así hasta completar las quince preguntas, sin embargo, para no cansar demasiado, aporto la fotocopia escaneada que me entregó la auxiliar del dentista. Al final de las preguntas viene la guinda: “El paciente o el tutor se responsabiliza de la veracidad de los antecedentes clínicos declarados y afirma que no oculta ninguna información adicional en relación a su estado de salud. Granada, a…”.
Cuando yo vi aquella ristra de preguntas, me negué a rellenar el formulario, es más, me indignó ver tanta pregunta estúpida. En esto apareció el dentista y le aclaro: “Yo solo vengo a hacerme una limpieza de boca”. Y me responde el facultativo (tenía acento sudamericano), con sorna y poniendo el brazo en mi hombro, como si nos conociéramos de toda la vida: “Eres el primero que me dice esto”. A mí me picó la moral por el tono que utilizó y le devolví la pelota: “Me gustaría que me enseñara la ley o norma donde diga que yo tenga que rellenar este cuestionario, para hacerme una limpieza de boca, porque en el papel no lo dice”. El dentista ya no supo qué decirme y tiró por un atajo: “¡Pues si quieres, me puedes denunciar!”. Estaba claro que aquel cuestionario de preguntas era una invención suya, y no sé para qué le serviría tanta información innecesaria, de manera que le repliqué: “Yo no tengo por qué contestar a tanta pregunta, ni aunque fuera a empastarme una muela”. Salí de la consulta bastante malhumorado, por la forma que tenía el odontólogo de hablar y de tratar a los pacientes, y porque había perdido toda la tarde en acudir a la cita.
Como habrán comprobado, el cuestionario de salud es un examen concienzudo –una ficha policial–, donde no falta un detalle, y es más completo que un historial clínico. Mi pregunta es: ¿Es necesario exigir tanta información al paciente, para una simple limpieza de boca?, ¿es obligatorio rellenar el formulario? ¿Estamos ante un abuso del dentista, que te exige más información que si fueras a hacerte una operación en el hospital? A los pocos días, me dieron cita para un dentista del centro de Granada. No tuve que rellenar ningún formulario y sólo me hicieron dos preguntas: si había estado allí con anterioridad y cómo me había enterado de la dirección de la consulta. Y es que lo barato a veces sale bastante caro.
El 27 de agosto recibo una carta en Las Gabias, que ha sido enviada desde Francia. El matasellos indica la fecha del 11 de agosto, por lo que ha tardado 16 días en llegar a mi buzón, con los tiempos que corren. No hace mucho fui a quejarme a la estafeta de que el cartero pasaba por el barrio una vez a la semana. En Correos están con los ajustes de plantilla y así anda el servicio.