El lenguaje de las rosas,
de los lirios, la hierba buena,
de los jazmines, los nardos,
claveles y madreselva
enraizados en los cármenes,
arriates y macetas
frente a la Alhambra irisada
por la nieve de la Sierra,
inmaculada de día
y en los ocasos, bermeja.
El lenguaje de las flores
que a Rosita la enajena
cuyos aromas persigue
en noches de luna llena
por su jardín esperando
al novio que nunca llega.
El novio cruzó un mal día
los mares para irse a América,
tras prometerle a Rosita
volver muy pronto a por ella
y llevársela en volandas
coronada de azucenas.
Pero la vida se pasa
y él no cumple la promesa;
doña Rosita entre flores
esperando se hace vieja
mientras la luz en Granada
se disipa por la Vega
acunando al río Genil
con silbos de las choperas.
Combinación magistral
de una dulzura serena,
con un lenguaje exquisito
que se diluye en la niebla
de los ojos de Rosita
ante la inútil espera
cuando los sueños se achican
en litúrgica cadencia.
Pasan veranos, otoños,
inviernos y primaveras;
doña Rosita sonríe
contemplando las violetas
mientras los juncos se erizan
al socaire de la yedra.
Próximo romance: La casa de Bernarda Alba
Ver romances anteriores de CONOCER A FEDERICO:
6. García Lorca y Manuel de Falla
14. La Barraca
15. Bodas de sangre
17. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
18. Yerma
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