III. DE HUSSERL A SAN JUAN DE LA CRUZ
Como hemos visto, la historia de Edith Stein es la historia de una fuerte personalidad en busca de verdad y sentido, dialogando con el mundo, empatizando con los hombres, con las situaciones y con las cosas, para tratar de captar, finalmente, el sentido del ser en el logos eterno que, como un destello suyo o como una huella dolorosa de Dios en la memoria (en expresión del poeta Dionisio Ridruejo), está presente en el alma de cada hombre individual.
Edith Stein buscó el entendimiento de su fe —“mi nostalgia por la verdad era mi única oración”, confiesa en su apasionante autobiografía Estrellas amarillas (1)—– sin renunciar a la razón humana, esto es sin despojar al hombre de uno de los atributos que más lo dignifican e identifican, pero también —como apuntara el gran pensador y escritor español Jiménez Lozano— “sin idolizarla hasta el extremo de volverla ciega para el misterio” (2).
La discípula predilecta de Husserl, que, sin duda, figura en la filosofía del siglo XX a la altura de sus dos maestros (Husserl y Max Scheler (3)) dedicó toda su aventura existencial e intelectual a ver mejor la fe a través de la razón humana y su vida de mujer a tratar empáticamente de hacer mejores y más felices a los demás, renunciando a sí misma y denunciando con valentía todas aquellas ideologías y situaciones que trataban de despojar al hombre de su racionalidad y de su dignidad, ofreciéndolos ritualmente como corderos a los Absolutos de la Raza, la Clase social, el Confort, el Dinero, la Razón científica o el Poder.
Su obra filosófica fue asombrosamente extensa para su corta vida (51 años) y de la más variada temática, filosófica, religiosa, mística, además de cartas, conferencias, artículos, anotaciones biográficas etc. La edición de sus Obras Completas en Alemania a lo largo de 48 años (1950-1998), en un plan que se llegó a presentar, constaría de 25 tomos (4). Entre sus obras fundamentales destacan: Sobre el problema de la empatía (1922), Investigación sobre el Estado (1925); La fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo Tomás (1929) y sobre todo sus obras póstumas: Ser finito y ser eterno (1950) (5) y Ciencia de la Cruz (1950) (6).
Un somero repaso de su itinerario intelectual nos servirá para comprender el largo camino seguido por Edith Stein, desde su ateísmo juvenil y universitario hasta su profundo diálogo con Dios en la vida contemplativa. En ese camino, la fenomenología de Edmund Husserl y la filosofía de los valores de Max Scheler serán los primeros hitos por los que transcurrió su itinerante búsqueda filosófica. Después, tras su conversión religiosa, vendrá Santo Tomás de Aquino y los grandes místicos españoles: Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
La tesis doctoral de Edith Stein, defendida en Friburgo en 1916, sobre El problema de la empatía (Einfühlung) (7), su primer trabajo erudito, constituye la clave de su modo contemplativo y empático de ver las cosas y, por supuesto, de su espiritualidad. En ella se reflejan expresamente las influencias del maestro Husserl, desarrollando las implicaciones más escondidas de su enseñanza y de su método filosófico y, también, la influencia de las tesis expuestas por Max Scheler en Esencia y formas de la simpatía (1913) (8).
Como ha escrito Alfonso López Quintás, en un brillante ensayo (9), la vuelta a las cosas postulada por Husserl, «no era en Scheler un mero lema académico, constituía el impulso de su vida, la fuente de la que manaba esa torrentera de luz que eran sus escritos y conferencias» (10). Todo ello le sirvió para ir distanciándose de un racionalismo imperante -ya denunciado por Husserl, al rechazar la tendencia a pensar que sólo el conocimiento que significa un control exhaustivo de la realidad era digno de tal nombre- que había encerrado a Edith durante cierto tiempo en un mundo estrecho y sin salida, el único susceptible de tal género restringido de saber.
El trato con los fenomenólogos abrió, pues, su espíritu a esferas diversas de la realidad que superaban a ojos vistas los límites del mundo sometido al conocimiento objetivista y positivista. «Al realizar personalmente la experiencia de tales modos elevados de realidad, Edith Stein empezó a notar que las barreras interiores cedían y se ampliaban las fronteras de la vida espiritual» (11). Edith descubrió, de una vez por todas, que el método reduccionista, característico de ese modo de conocer positivista -muy inclinado al uso de la expresión «That is nothing but…» (“esto no es más que esto otro»)- no significaba más que una vulgar traición a la verdad. Su tesis doctoral sobre la Einfühlung le permitió la superación de ese objetivismo reduccionista, llevándola a desbrozar su camino hacia la verdad (12). Edith Stein entendía por Einfühlung el tipo de percepción afectiva que un yo tiene de otro yo, la experiencia vivida de relación con el otro, la capacidad de sentir con el otro, de ponerse en su lugar (13). Con su investigación, Edith Stein quería mostrarnos lo específico de una experiencia tan personal como sería, por ejemplo, el darse cuenta del dolor de un amigo. Como señala Laura Boella, dos caminos eran posibles para ello: uno, objetivo, por el cual trataría de explicarme y explicar las razones de su dolor, de indagar las manifestaciones y las reacciones que provoca en mí; el otro, empático, mediante el cual buscaría comprender el dolor del otro en su inmediatez y globalidad, esto es: el hecho de que el amigo sufre. «Se trata de una experiencia específica, porque no es la repetición o imitación de una experiencia mía pasada, ni la deducción por analogía de mis experiencias precedentes. Y, sobre todo, se trata de una experiencia de amor que nos libera de la indiferencia por el otro y del resentimiento ante el otro, que nos ciegan para los valores de los «otros». Un tipo de conocimiento-amor, en fin, que «entrevera nuestro ámbito de vida con los campos de posibilidades creativas que nos ofrecen las realidades valiosas» y «lo pone todo a una nueva luz» (14).
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1) Estrellas amarillas. Autobiografía: infancia y juventud, traducción de Carlos Castro Cubells y Ezequiel García Rojo, Editorial de Espiritualidad, Madrid, 1992. Esta es la principal fuente que utilizamos para su biografía hasta su doctorado con Husserl.
2) Vid.: J. Jiménez Lozano (Premio Cervantes de las Letras de 2002) en una de sus memorables Cartas de un cristiano impaciente (publicadas en la Revista Destino, por los años sesenta del pasado siglo) dedicada a Edith Stein, analizaba con lucidez y maestría la significación de su figura y de su proyecto filosófico.
3) Significativamente Karol Wojtyla también se sintió influenciado por el pensamiento de Max Scheler, al que dedicó su tesis doctoral.
4) Se trata de la Edith Stein Gesamtausgabe (ESGA), dirigida por el Instituto Internacional Edith Stein de Wartburg, a cargo del Padre Michael Linssen, OCD, todavía en curso de publicación en su segunda edición.
5) Ser finito y ser eterno, en Obras Completas, III: Escritos filosóficos: etapa de pensamiento cristiano, El Carmen/Espiritualidad, Monte Carmelo, Vitoria, Madrid, Burgos, 2008.
6) Ciencia de la Cruz, en Obras Completas, III: El Carmen/Espiritualidad, Monte Carmelo, Vitoria, Madrid, Burgos, 2008.
7) Sobre el problema de la empatía, en Obras Completas, II: Escritos filosóficos: etapa fenomenológica, El Carmen/Espiritualidad, Monte Carmelo, Vitoria, Madrid, Burgos, 2005.
8) Editorial Sígueme, Salamanca, 2005. Sobre la filosofía de Edith hasta su conversión véase la extraordinaria obra del filósofo escocés Alasdair MacIntyre, Edith Stein. Un prólogo filosófico, 1913-1922, Editorial Nuevo Inicio, Granada, 2008
9) Alfonso López Quintás, Cuatro filósofos en busca de Dios, Ediciones Rialp, Madrid, 1990; cap.II «Edith Stein y su acceso a la plenitud de lo real», pp. 116-150.
10) Ibid., p. 137.
11) Ibid., p. 138.
12) Ibid., p. 136.
13) Laura Boella, Pensar con el corazón. Hannah Arendt, Simone Weil, Edith Stein, María Zambrano, Narcea, Madrid, 2010. pp. 50-51. Según Laura Boella, en la Einfühlung, «el oído es el órgano que me abre al otro en su entera persona, alma y cuerpo. El otro se me presenta ante todo a través de su expresión corporal, su rostro y sus gestos: una mirada o una sonrisa me dan inmediatamente al otro». Mediante ellas se «nos pone frente a un acceso originario a la realidad que no pasa por la vía de un sujeto que se compara con un objeto, una cosa, e intenta darle sus leyes o de indagar sus mecanismos, causa, etc., sino que se apoya en el salir de sí mismo, en el encuentro y la apertura al otro, que no es nunca fusión afectiva o traspaso de límites. Hay un enorme potencial cognoscitivo en la experiencia empática: cuando nuestro yo es criterio de relación con el mundo, permanecemos encerrados en nuestra prisión; los otros son enigmas para nosotros o los moldeamos según nuestra imagen. La percepción empática, al contrario, ofrece una ‘comprensión’ de la realidad, en la cual la irrepetible singularidad y unicidad de la persona, en vez de bloquear la comunicación, muestra un horizonte común de comprensión y de manifestación» (Ibid.).
14) Ese conocimiento-amor del “darse cuenta” del sufrimiento o dolor del “otro”, o del amigo, es resultado de pensar con el corazón (Laura Boella). A este tipo de “conocimiento-empático”, evocador de las “razones del corazón” pascalianas y también unamunianas —indiscutiblemente vigente y necesario en nuestro desorientado y atribulado tiempo. A este “pensar cordial”, en forma de Einfühlung, término acuñado e impulsado por Edith Stein, y secundado por Simone Weil, Hannah Arendt y María Zambrano, entre otras muchas pensadoras y filósofas ilustres del siglo XX, se refiere Papa Francisco implícitamente en su última “Carta Encíclica”, “Dilexis nos” (del jueves 24 de octubre de 2024), en la que se nos invita “a recuperar” y ” reivindicar” esa forma de conocimiento empático-cordial, en el que razón, sentimientos y emociones se unifican humanizándolo. En ella el Papa Francisco nos recomienda la necesidad de “volver a hablar nuevamente del corazón” en un “mundo líquido como el nuestro”, instándonos “a recuperar la importancia del corazón” para el cristiano y para el hombre de nuestro tiempo y no sólo en el plano espiritual o religioso sino también en el plano o dimensión cognoscitiva e intelectual.
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