Quienes hemos desarrollado nuestra actividad profesional durante muchos años en centros educativos en el nivel de Secundaria, andamos bastante sorprendidos y preocupados al comprobar, cuando hablamos con profesores que siguen en ejercicio, lo mal que están los ánimos en la mayoría de los casos, como consecuencia de algunas de las medidas de diverso tipo que ha impuesto la administración educativa en los últimos años en aplicación de la LOMLOE y que apuntan a una intención bastante clara de reducir las cifras de fracaso escolar por vías bastante heterodoxas y demagógicas. Citaremos dos casos en concreto:
1. Las nuevas directrices para evaluar y calificar al alumnado. Hay aquí un cambio trascendental sobre el sistema tradicional, en que los profesores, desarrollando en todos sus aspectos los programas de sus materias, tenían la capacidad de ponderar y establecer de forma justificada y plenamente racional algunos objetivos como inexcusables para alcanzar una calificación positiva. Con la nueva ley, esto ya no es posible porque hay que dar igual importancia a todos los criterios de evaluación que establece la norma, sin ponderar ninguno. El resultado es que la equiparación de objetivos fundamentales de cada materia con otros muchos que tienen que ver con actitudes y destrezas que, siendo importantes, están a distancia de aquellos, puede desvirtuar, como sucede a menudo, la visión global del profesorado sobre la superación o no de los objetivos evaluados. Profesores que, siguiendo criterios lógicos y ponderando algunos objetivos fundamentales, consideran que un alumno o alumna no ha superado la materia comprueban cómo con el nuevo sistema obtiene incluso una calificación de 6 o más. Es decir, poniendo el ejemplo de alguien que comete numerosas faltas de ortografía o de expresión escrita en general, objetivo trascendental en cualquier materia y especialmente en Lengua, el nuevo sistema le permite alcanzar hasta buena nota si los demás objetivos compensan de sobra sus carencias. Se le dice al profesor que se ve en tal situación que puede disentir de esa calificación positiva y suspender al alumno, pero que si este reclama, no habría más remedio que darle la razón porque el profesor no había aplicado adecuadamente el procedimiento evaluador.
2. Las nuevas directrices en materia de promoción y titulación. También aquí encontramos normas y criterios que facilitan de manera más que cuestionable la superación por parte del alumnado de un curso o de toda una etapa educativa:
ESO: la promoción al curso superior se consigue, como siempre, aprobando todas las materias o aprobando todas menos dos o, esta es la novedad, aprobando todas menos tres, siempre que, en este caso, el equipo docente considere que, por las características del alumno y de las materias no superadas, el alumno o alumna puede “seguir con éxito el curso siguiente”, y siempre que dos de esas materias no sean simultáneamente Lengua y Matemáticas. Para obtener el título de graduado en ESO, habrán de superar todas las materias, pero también si no superan hasta dos asignaturas, siempre que no sean simultáneamente Lengua y Matemáticas.
BACHILLERATO: En este nivel, los criterios han cambiado solo en lo referente a la titulación. Puede obtener el título de Bachillerato el alumnado con todas las asignaturas aprobadas y, también aquí la LOMLOE rebaja las exigencias, el que tenga una asignatura suspensa. Las nuevas directrices hacen recaer sobre el equipo educativo la decisión final sobre lo procedente de que un alumno en esta última situación consiga el título, si este equipo considera que ha conseguido globalmente los objetivos propuestos. En principio, parece un criterio racional y poco objetable, pero si añadimos los otros tres requisitos planteados, las cosas cambian: que no haya faltado a clase de forma continuada e injustificada; que se haya presentado a todas las pruebas de evaluación y que su calificación global sea superior a cinco. Esas condiciones implican que se dé por bueno que un alumno que suele ir a clase, que se presenta a los exámenes y pruebas, aunque los deje en blanco -o casi- y que se haya esforzado suficientemente en otras materias como para obtener calificaciones que compensen su ínfimo rendimiento en la suspensa implica que pueda obtener el título con toda legitimidad. Nos temíamos, por experiencia, que una norma de este tipo fuera a tener un efecto perverso, ahora amparado por la ley, y así ha sido, como confirman numerosos profesores: hay alumnos que cada año hacen cálculos sobre qué hacer para superar el curso completo sin trabajar lo más mínimo una materia “desagradable”, convencidos de que los profesores con los que sí trabajan no darán crédito al profesor “hueso” que se ha salido de la tónica mayoritaria y presionan, muy a menudo con éxito, al exigente compañero para que cambie su calificación, pero si no la cambia, la norma permite la titulación sin más problema. La nueva norma está haciendo crecer los casos de forma muy notable.
La racionalización y adaptación a los nuevos tiempos de la LOMLOE tienen que ver, por supuesto, con la actualización de los objetivos, los contenidos y otros elementos del currículo escolar, pero no con la relajación del sistema de evaluación, incentivando subterfugios y tretas que, lejos de beneficiar a los alumnos afectados, estarían posibilitando la acreditación de una preparación realmente inexistente en alguna materia que fuera clave para competir con otros aspirantes a un determinado puesto de trabajo. Una medida aparentemente favorecedora y progresista se convertiría en discriminatoria y negativa para el alumnado afectado por la misma.
La solución, por tanto, pasaría por poner en marcha un repertorio amplio de medidas: entre otras, promover socialmente la importancia del conocimiento y el esfuerzo, incrementar apreciablemente las becas para alumnos estudiosos con pocos recursos y en cuanto al alumnado con dificultades, crear mecanismos eficaces de apoyos personalizados, que permitan recuperar en un período limitado de tiempo el nivel medio del grupo al que pertenecen los alumnos rezagados, de modo que estos pudieran proseguir sin más dilación ni obstáculos su proceso de aprendizaje, reintegrándose de nuevo y plenamente en el grupo.
Granada, 12 de febrero de 2025
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