Miguel Carini llega al IES Cerro de los Infantes con la mirada pura de la humildad sublime. Se baja con Guido, su hijo, que lo acompaña, lleno de orgullo, en lo que para el genial pintor es un acto de la mayor trascendencia.
En un Centro Educativo, el Instituto de Pinos Puente, se crea un Espacio que lleva su nombre, Espacio Pintor Miguel Carini.
El pintor bonaerense, afincado en Atarfe, lleva varios años ligado a un Centro que él siente análogo por el amor de ambos a la creación en todas las facetas artísticas.
Son las 11,40 horas del 29 de abril y una comitiva formada por José María Sánchez Aranda, director del Centro y maestro de ceremonias, equipo directivo, profesorado y alumnado acompañan al pintor hasta el que a partir de ahora será su Espacio.
El rostro de Miguel está iluminado, sus ojos son los del niño que está muy cerca de encontrar un tesoro de leyenda. Los rayos de sol irrumpen a su paso por los grandes ventanales que sirven de pórtico a la felicidad.
De repente, se encuentran delante de la puerta que se abre y deja entrever un espacio creativo abierto a la verdad del mundo.
Cinco piezas, cinco rostros de luz, donados por Carini presiden la sala y la iluminan, acompañando a una ingente biografía que da vida a la fotografía que su hijo Guido le hiciera, de manera furtiva, en uno de sus momentos creativos. A las emotivas palabras de José María Sánchez Aranda, le sigue el primer de los regalos, un tango realizado por dos profesores del centro, Pedro Almendral y Nuria Sánchez.
Miguel otea expectante el espectáculo inaudito por su singularidad. Pero eso no es todo, acto seguido, un alumno, Juan Ortega, se sienta al piano y cubre la atmósfera con notas de Manuel de Falla.
Al acabar la pieza, Miguel estalla en abrazos. Entonces, Ramón Martínez, poeta y profesor del centro, recita, ante la atenta mirada del pintor, dos poemas inspirados en su obra pictórica. El poeta ama la naturaleza y la comprende y La palabra Iluminada. Baile, música, pintura y poesía lo dominan todo. Buen ejemplo, sin duda, de la filosofía del instituto pinero.
Finalmente, Miguel, el pintor de las voces infinitas, agradece con los ojos vidriosos el cariño recibido.
Y es que a veces, sólo a veces, la humilde grandeza recibe una parte de lo que bondadosamente regala.
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