Cuando le preguntamos si se trata de una novela autobiográfica, puesto que el protagonista, Manuel es un niño de diez años, casi los mismos que tenía el autor en ese tiempo nos responde citando a la escritora Betty Smith, autora de ‘Un árbol crece en Brooklin’ indicando que «está basada en la realidad, lo que pasa que es que he contado la vida como me hubiese gustado que fuese y no como fue en realidad. Podríamos decir que es una realidad novelada». Así pues, la obra se desarrolla en unos años duros, de extrema precariedad, que todos los que vivieron esta época recordarán al leerla. Añade que aunque era una época oscura la gente piensa erróneamente que se trata de una novela triste al haber elegido a un niño como protagonista pues «si hubiese sido un adulto sería una novela más árida. No quería hacer algo donde alguien saliera herido para eso cogí a un niño de 10 años pues todos sabemos que la sonrisa de un niño tiene la capacidad de aliviarnos hasta en los peores momentos». Cosa que ha conseguido, o al menos éstas son las opiniones que le están haciendo llegar sus primeros lectores.
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También hay que decir que estamos ante una «novela río» por el alto número de personajes que desfilan por sus páginas de los que el autor destaca a Pepe «con el que sigo manteniendo la amistad, y que cuando la ha leído ha dicho éste no soy yo. Le he dicho que en efecto es él un trozo de la novela, y que cuando se escriba su biografía entonces estará completo». También cita un tal Casanova, por el que le tiene un gran cariño pero que hace 30 años no ve. «Era el amigo trasto que hay en todas las pandillas y al que he agudizado la situaciones que vive y buscado un desenlace adecuado. Otros personajes nos lo podríamos encontrar en cualquier ciudad, de hecho lectores de Barcelona, La Coruña o Canarias le han dicho que lo que cuenta también lo vivieron en sus respectivas poblaciones.
Puestos a destacar resalta la relación de Manuel, con su padre y su abuelo republicanos. El primero como el sostén del día a día, del que se depende y el abuelo como referencia ética para cualquier niño, «base emocional que nos recuerda que venimos de algún sitio y que en este caso cimienta su personalidad». Algunos lectores le han observado que el abuelo sobrevuela en toda la novela pese a no estar vivo, y que realmente «aparece cuando muere, se habla de él pero no está vivo, que es el modo de decir que es el referente lejano de lo que no se va». También son muy importantes en esta obra los antiguos ritos, como por ejemplo si alguien iba a la playa tenía que bañarse nueve días porque si no te salían granos. También aparece este número en las oraciones de difuntos pues en el velatorio había que hacer nueve rezos para que el alma del muerto no se quedara en el purgatorio. Igualmente se pone de manifiesto la importancia del juego en la calle como actividad socializadora.
Segunda parte
Manuel Isidro Navarro su interés por los archivos históricos pues «se aprenden muchas cosas». En su obra se habla de la masonería pues el abuelo era masón pero se habla a través de las preguntas que hace el niño y de otras muchas cosas por lo que es una buena obra para conocer los años de la posguerra en España, de cómo la vivieron ciudadanos de a pie, el estraperlo, la gran influencia de la iglesia, la vida escolar en ese período, etc. Navarro Flores ha sido durante cinco años subdirector de una entidad financiera. También ha desempeñado las funciones de director administrativo de una agencia de publicidad y ejercido la gerencia de la sociedad propietaria de La Voz de Almería. Desde 1988 se dedica al asesoramiento de empresas. Hasta el momento cuenta con un poemario autoeditado y ya tiene la segunda parte de esta novela que seguirá estando protagonizada por Manuel aunque cambiará de voz ya que lo hará en primera persona y la acción se desarrollará dos décadas después.