Isidro García Cigüenza: «Lapsus romántico en la Pedagogía Andariega»

Burra: Le noto a usted como abstraído, señor arriero.

Arriero: Estoy meditando mientras escribo, Molinera.

Burra. ¿Y qué es eso de meditar?

Arriero: Pensar en algo transcendente…

Burra: ¿Y qué significa “transcendente”?

A: Escucha y lo sabrás. En esta ocasión dedico esta reflexión a la montaña de ahí enfrente. Y más concretamente al pináculo que la remata.

Enhiesta roca en lo más alto de la cumbre…; señora de paisajes y referencias…; masa resurgente que desde lo más profundo de la tierra aspiras a tocar el cielo. ¡Oh Roca Madre: yo te venero!”

Roca que, envuelta en esa tenue y colorista epidermis de líquenes, algas y hongos con que te vistes, nos muestras a un tiempo un afecto familiar y una mirada prepotente. A ti, Roca millonaria en años que conformas el sustrato existencial de nuestra supervivencia, parte constitutiva de estas Serranías…, yo te nombro por la gracia de los hados “Diosa protectora de las Cimas Grises…”

Molinera en una de las rutas

Roca que, si de caliza, has resultado oradada por las aguas subterráneas (arterias de vida allá afuera) y conformado cuevas y oquedades, refugio en su día de enjambres de murciélagos, clanes de mujeres y hombres prehistóricos, partidas de bandoleros ofuscados en la extorsión y el contrabando…, y hoy, de profanadores de simas en busca de tu más recóndita y geológica intimidad.

Roca también que, si de arenisca, has elevado a la categoría de “Soberbios”, los minúsculos granos de sílice que conformaron antaño el fondo de mares, playas y sustratos de tu entorno. “Roca sedimentaria -dicen los que de esto saben- de tipo detrítico, color variable, conteniendo clastos de arena”. Arenisca del Aljibe, preñada de abrigos formados por la corrosión del agua en simbiosis con el fuerte viento de Levante, y que hoy custodias las más bellas composiciones rupestres del denominado Arte sureño.

A vuestros pies, gigantescas moles, levantaré con la fuerza de mis brazos mi propio túmulo funerario. Una losa que ha de servir como asiento de fatigados andariegos y bebedero de animales salvajes.

Yazgo muerto y atento a lo que a mi alrededor sucede. Y cuento por docenas la gente que transita por este nuestro Camino Romántico. Gente venida de los cinco continentes, de los cuatro puntos cardinales, de las tres tribus en liza, de los dos inframundos existentes y del único Planeta que habitamos todos: nuestra bendita Tierra.

Porque si mis huesos, ayer constitutivos de un esqueleto fuerte y vigoroso, han acabado desparramados por el suelo…, no penséis que vuestro poder ha de quedar indemme. Vuestros peñascos, hoy roquedos insalvables, acabarán mañana en ruinas debastadas por efecto del tiempo y en desechos desvastados por causa del olvido!

Mi burrita contempla el paisaje de la sierra

¡Serranía a caballo entre las de Grazalema y Nevada! ¡Cordillera constitutiva de las del Norte de África y las Penibéticas andaluzas…, no desesperéis porque sintáis dentro de vosotras la decrepitud! ¡A poco que nuevas fuerzas tectónicas se contraigan y eleven…, que nuevas tectónicas endogenas o exógeneas ¡qué mas da! nos empujen hacia arriba, volveremos a ser lo que fuimos.

¡Dejemos que gire la rueda de esta insospechada noria que es la vida! ¡Que los ciclos sigan ordenando nuestro destino! ¡Que también este texto que escribo de la vuelta y donde dije…:

Enhiesta roca en lo más alto de la cumbre; señora de paisajes y referencias; masa resurgente que desde lo más profundo de la tierra aspiras a tocar el cielo… ¡Oh Roca Madre: yo te venero!”

diga ahora, tras sufrir tu mismo proceso orogénico:

Cual Venero quiero resurgir, madre, de tu Roca. Ser Cielo que ilumne la tierra a la que aspiro. Resurgente Masa que con señeras referencias y nobles paisajes aciertes a crear nuevas Cumbres, altas y enhiestas”.

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Y de regalo esta nana, adaptada por Virginia Elosegui e Isidro G. Cigüenza:

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Isidro García Cigüenza

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Isidro García Cigüenza

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