En Rompiendo el silencio, Juan Ignacio Garzarán desvela el tránsito vital y literario que ha ido recorriendo hasta alcanzar un concepto propio de su ejercicio poético.
La editorial Devenir da a conocer el poemario Rompiendo el silencio (1999-2019), de Juan Ignacio Garzarán (Zaragoza, 1979), como número 127 de la colección Devenir El Otro, dirigida por Juan Pastor.
Como se debe esperar de un libro que recoge un trabajo de cerca de dos décadas, organizado en cinco partes, Rompiendo el silencio nos ofrece distintas etapas de su autor, diferentes tonos y divergentes intenciones perfectamente ensambladas. En algunos poemas es el braceo impetuoso de quien se obstina en abrirse paso entre las sombras; en otros, la censura y repulsa ácida de aquel que descontento con la sociedad y el tiempo que le ha tocado vivir abre los ojos a un mundo aciago por lo material; sin faltar aquellos en los que el poeta –como en un limpio espejo– expone con nitidez su Poética.
La Introducción supone una carta de presentación. Después de un tiempo aislado (que no abandonado) del mundo poético, J. Ignacio Garzarán reconoce en su vuelta un concepto depurado de la palabra y la poesía, de su ritmo y cadencia.
En la sección “Encuentros”, el poeta aborda el terreno movedizo de lo huidizo, el entendimiento del origen. Incluso en su estado de plenitud cognoscitiva no halla palabra que retenga dicho sentimiento en una incesante expresión poética que trasciende el mero juego de palabras o la antítesis (agua-fuego, amor-muerte, mente-cuerpo, inspira-expira). Es la suya una sucesión de metáforas que definen al objeto poético; ya sea el tiempo, la luna llena, el sol o el mismo cuerpo amado.
Otros poemas tienen un signo muy diferente, la noche electrizante y desenfrenada que atrajo a tantos noctámbulos a la popular discoteca flotante “Nightology”. En esta ocasión, el autor recurre a la acronimia para enmarcar el título, “Noches de narcohemia”.
En muchas ocasiones, el artista experimenta con la materia maleable que le permite la comunicación con el receptor. En el caso que nos ocupa, Garzarán se impone el reto de prescindir de la consonante “r” en “La mañana despierta”. En otros poemas se deja abrazar por secuencias prosaicas y narrativas en una historia de seducción perniciosa (“¿Sexo o muerte?”).
Si a nivel formal, Garzarán sorprende con metros de variada extensión y fidelidad a la rima, en la partición que compone “Desencuentros” también lo hace prescindiendo de cualquier signo gráfico (“Delirio tremens”) en el despertar a un mundo nocivo y fatalista. Que la poesía es una vía apta para la crítica social lo demuestra el poeta en “Gaia violada” donde –reivindicativo y directo– muestra su descontento hacia el uso de animales en la experimentación científica. El final no puede ser más claro y contundente: “¿acróbatas de la autodestrucción?”.
En la misma línea categórica esgrime su parecer sobre el hiperconsumismo y la incitación al gasto y a la compra (“Super”). En cambio, más reflexión existencialista domina espacios como el que ocupa “El hijo del hombre” sin faltar la adscripción a tópicos como el ubi sunt? en donde, si bien se percibe tránsito hacia la madurez y la consciencia (“Meditaciones”), ni la palabra puede venir al rescate de la soledad en la siempre inconstante y evasiva felicidad.
Construido sobre la base nominal del infinitivo, en “Sin sujeto, sin objeto” el poeta apuesta por la insinuación más que la alusión como credo creativo y existencial.
Las mismas notas de madurez y consciencia ya apuntadas laten en el grupo “Rencuentros”, con una visión minimalista de la vida apostando por la sencillez y la conciencia de todo cuanto uno tiene, como cuando en los gestos más cotidianos se vislumbra la auténtica felicidad, casi primitiva (“la amargura es el sabor de las cosas bien hechas” del poema “Vista atrás”).
En esta sección, Juan Ignacio Garzarán se inclina hacia la cultura oriental. Ocho haikús comparten página y tal y como explicita el título “Dakini” también la deidad femenina del budismo tiene su propio espacio. En este apartado la sintaxis se vuelve más sencilla y profunda simultáneamente. En nuestra opinión, ningún poema como el titulado “Como un libro abierto” escenifica mejor el talante ahora de autoconocimiento del poeta: “[…] Contempla tu pequeñez infinita. / Regocíjate. / Sé consciente. / Del surco insondable / que toda vida deja en la eternidad”.
Sobrio y concluyente es el epílogo integrado por un único poema, “Contra-manifiesto”, donde queda a las claras expuesto su sentido de lo poético como aquella sombra que no se deja atrapar, ajena e independiente a modas y etiquetas envolventes.
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Profesor de Educación Secundaria y Bachillerato
Comentarios
2 respuestas a «José Luis Abraham López: «La verdad de un poeta singular»»
Maravillosa reseña, José Luis. Siempre desgranando cada palabra de los poemas, sacando lo mejor de la literatura. ¡Felicidades por tu buen trabajo!
Muy agradecido a José Luis por una reseña tan lúcida y minuciosa