(A la MEMORIA de las VÍCTIMAS -mujeres, niños, ancianos, familias enteras-
siempre inocentes, y contra sus VICTIMARIOS).
“Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte” (Francisco de Quevedo, Poesías).
I. NECESIDAD DE DENUNCIAR LA BARBARIE Y EL TERROR
Si existe un escritor, cuyo ejemplo y figura -en estos momentos de recrudecimiento de pogromos inhumanos, trágicas masacres y despiadadas invasiones, de distinta autoría, signo y responsabilidad, en Israel, Gaza y Ucrania- pueda servirnos de denuncia y repulsa de las barbaries genocidas acontecidas en Europa en los años cuarenta del pasado siglo y en todo tiempo y lugar donde se produzcan (desde los genocidios y “eliminacionismos” de Auschwitz o el Gulag hasta Hiroshima, la Revolución Cultural maoísta y la Camboya de Pol Pot), (1) no podemos dejar de evocar a Primo Levi (Turín, 1919-1987), escritor judío italiano, uno de los más grandes testigos de la inhumanidad de nuestro tiempo, y a su libro, Si esto es un hombre (1946) (2), como trágico compendio de la más incuestionable y descarnada denuncia de tal inhumanidad.
Tras toda una vida consciente y expresamente dedicada a dar testimonio del calvario sufrido por millones de hombres, mujeres y niños inocentes por el simple hecho de ser judíos, gitanos, eslavos o simplemente por ser calificados de infra hombres, este gran escritor nos enseñó —en diferentes libros, conferencias, entrevistas y charlas a jóvenes— a proclamar constantemente la necesidad del recuerdo de lo acontecido, “la necesidad de hablar a los demás”, de hacer que los demás supiesen la experiencia límite que había sufrido y vivido. Necesidad de “contar”, pues, que obedecía, según cuenta el propio Primo Levi en su presentación de Si esto es un hombre, a un “impulso” casi biológico, tan “inmediato y violento […] que rivalizaba con nuestras necesidades más elementales”. Su obsesión, tras salir del campo, fue exclusivamente esa, “pues vivir en silencio hubiera significado no alertar a los hombres acerca de los sufrimientos que unos seres humanos habían sido capaces de infligir a otros, y si las nuevas generaciones ignoraban lo que habían hecho sus antecesores, la historia podría volver a repetirse” (3).
Como tantos otros escritores, testigos y víctimas de la barbarie nazi —Tadeusz Borowski, Jean Améry, Bruno Bettelheim, Paul Celan (4), y otros muchos— Primo Levi no pudo soportar el peso, la cruz de ese constante e imborrable recuerdo. Su trágica muerte, acaecida el sábado 11 de abril de 1987, arrojándose por el hueco de la escalera de la casa en que nació y donde había pasado casi toda su vida, cuarenta y tres años después de salir del campo de exterminio de Auschwitz (1944). Tenía 68 años y había pasado por un reciente proceso depresivo, intensificado por la angustiosa enfermedad de su madre de 92 años y por una reciente operación de próstata. Como cuenta su biógrafa Myriam Anissimov (5), aquel superviviente de Auschwitz, conocido en todo el mundo por sus libros acerca de su confinamiento y sus reflexiones sobre el Holocausto, acababa de confesarle al gran rabino de Roma, Elio Toaff, minutos antes de arrojarse al vacío, que el rostro cadavérico de su anciana madre, afectada de un cáncer terminal, le recordaba a los compañeros que, desnutridos y desahuciados, viera yacer moribundos en los camastros del campo de exterminio.
El libro de Myriam Anissimov relata, fielmente, las distintas etapas de su vida: desde su niñez y juventud hasta su existencia sedentaria de químico y escritor a la que dedicó su vida hasta su muerte, pasando por los años de internamiento en el campo de Auschwitz —período que, en el libro lógicamente ocupa la mayor parte del mismo— ya que, como el propio Levi consideró siempre, esos 18 meses de internamiento en los Lager nazis (Fossili y Auschwitz) en plena juventud, a sus 24 años, constituyeron el punto culminante de su existencia, la traumática experiencia de la que surgieron todas sus reflexiones y libros posteriores y el motivo fundamental que desde entonces inspirará y guiará la tarea exclusiva de su existencia: tratar de entender lo que había pasado. Gracias a Auschwitz, «había nacido, sin él haberlo buscado anteriormente, un escritor” (6).
Un escritor que, además de su famosa trilogía de Auschwitz, nos ofrecerá, ya en el terreno de la ficción, relatos y novelas entre los que destacan El sistema periódico (1975), La llave estrella (1978) y Si ahora no ¿cuándo? (1982), así como dos libros de poemas L’osteria di Brema y Ad ora incerta, varios volúmenes de ensayos memorialistas (escritos entre 1952 y 1987) como La masacre como fin en sí misma, Verdad y mentira, La huelga moral del fascismo y numerosas entrevistas y conversaciones como la famosa Primo Levi en diálogo con Ferdinando Camon (1987).
Nacido en Turín (1919) en el seno de una familia burguesa judía asimilada, no tuvo especiales dificultades por su ascendencia judía hasta la promulgación en 1938 de las leyes raciales por el gobierno de Mussolini. Sin embargo, a partir de entonces, la cuestión de la identidad racial supuso un serio peligro para él y para toda la comunidad hebrea italiana (7). A pesar de ello, logró acceder a la universidad y doctorarse en química en 1941, así como trabajar casi clandestinamente en una mina de níquel. A sus 24 años, en 1943, tras una denuncia hecha por un traidor del grupo de partisanos al que pertenecía, Primo Levi fue arrestado por las milicias fascistas e internado en el campo para judíos de Fossili.
Producida la ocupación alemana de Italia, en febrero de 1944, fue enviado a Auschwitz, tras un viaje de pesadilla durante cinco días, hacinado en vagones de ganado con otros cientos de deportados, la mayoría de ellos inmediatamente destinada a la cámara de gas. Levi se salvó al ser declarado como apto para el trabajo. Su formación de químico le salvó su vida y le permitió trabajar durante casi un año en la fábrica I. G. Farben del Lager de Buna-Monowitz (Auschwitz), un complejo químico industrial donde se producía gasolina y caucho sintéticos, que se beneficiaba de la explotación de una mano de obra compuesta de esclavos.
En enero de 1945, liberado por los soviéticos, con los pocos internos italianos que aún sobrevivían, tuvo que superar toda una inexplicable odisea de repatriación a través de media Europa, antes de llegar a Turín. Su tortuoso periplo, de casi nueve meses, le hará atravesar Polonia, Bielorrusia, Ucrania, Rumanía y Hungría. Tras infinitas penalidades el interno número 174.517 del campo de Auschwitz llegaba a su destino en octubre de 1945. En Turín, pronto reemprenderá su profesión de químico, la labor «de anfibio, de centauro» de toda su vida: mitad escritor, mitad científico, como solía afirmar.
En su voluminosa y documentada biografía la escritora suiza Myriam Anissimov indaga con fidelidad y objetividad —basada, sobre todo en abundantísima documentación autobiográfica— además de las distintas etapas de su singular biografía ya aludidas, las polémicas y desacuerdos surgidos por su interpretación del holocausto con otros escritores judíos (Bruno Bettelheim, Hannah Arendt, Jean Améry), así como la odisea que tuvo que sufrir para publicar su primera obra, Si esto es un hombre, rechazada por varias editoriales y sobre todo por la editorial Einaudi, directamente salida de la Resistencia (cuyos consejeros lectores eran nada menos que Cesare Pavese o Natalia Ginzburg) porque el momento no se juzgaba «oportuno para su publicación» y tal vez, también, porque su autor era un desconocido del mundillo literario que, a la sazón, se movía en Italia en el terreno de una literatura de corte experimentalista. Se publicaría en 1947 por un pequeño editor, casi clandestinamente y sin que nadie se hiciera eco de la misma durante decenios. Mucho más tarde la editorial de Giorgio Einaudi, que durante 11 años seguidos le negara el pan y la sal, pudo sobrevivir gracias precisamente a las ventas de ésta y de sus otras obras.
Como hemos indicado, Si esto es un hombre fue su primer libro, el primero de una trilogía, desarrollada a lo largo de su vida, en la que se incluyen La Tregua (1963) (8), que trata de su viaje de regreso a Italia tras su liberación del Lager y Los hundidos y los salvados (9) (1986), la última reflexión sobre la experiencia de los campos, su summa moral y también su alegato a favor de la piedad como categoría básica de la ética humana. De este impactante primer libro Claudio Magris afirmaría que “volveremos a encontrarlo en el Juicio Final”. En efecto, si tuviéramos que recomendar un sólo y único libro para tomar conciencia de lo que supuso la Shoah y los campos de exterminio nazi, el elegido, sin ninguna duda, sería Si esto es un hombre. Si, por el contrario, se tratara de reflejar el otro infierno, el averno estaliniano de los campos de trabajo y de eliminación el libro elegido no sería otro que Archipiélago Gulag de Alexandr Solzhenitsyn (10).
Ambos constituyen los testimonios de barbarie inhumana mejor documentados y más dramáticos que se hayan escrito sobre los pavorosos y brutales acontecimientos que tuvieron lugar en la civilizada Europa y en la Rusia soviética durante las dos últimas décadas de la primera mitad del pasado siglo XX. Ambos pueden considerarse como los más fieles y descarnados cronistas del Inferno dantesco trasplantado al siglo XX. Tanto es así que Antonio Muñoz Molina ha llegado a señalar, en el prólogo de la última traducción española de la Trilogía de Auschwitz (11), que “casi nadie ha contado el infierno con tanta claridad y hondura como Primo Levi”.
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1) A ellos habría que añadir otros numerosos acontecimientos trágicos que continuaron la infernal y apocalíptica “producción” de asesinatos en masa o “eliminacionismos” — en expresión de Goldhagen— a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y en el mismo inicio del XXI, con matanzas genocidas, continuas agresiones contra la Humanidad, perpetradas en el Tíbet, Corea del Norte, Turquía, Yugoslavia, Sudán, República D. del Congo o Ruanda, Darfur y las Torres Gemelas, etc., que serán denunciadas oportunamente por Daniel Jonah Goldhagen en su impresionante ensayo Peor que la Guerra, Taurus, 2010).
2) Primo Levi, Si esto es un hombre, Muchnik Editores, traducción de Pilar Gómez Bedate, Barcelona 2002, p.10.
3) Luis Fernando Moreno Claros, «Sobrevivir al infierno», El País, 1 de septiembre de 2001.
4) Autores que dieron también testimonio desgarrador de sus experiencias en los campos en obras como Nuestro hogar es Auschwitz (1949), Más allá de la culpa y de la expiación (1966), Sobrevivir: el Holocausto una generación después (1983) y Amapola y Memoria (1952), respectivamente.
5) Myriam Anissimov, Primo Levi o la tragedia de un optimista, traducción de Teresa Marín Sanz de Bremond, Universidad Complutense, Madrid, 2001.
6) Mercedes Monmany, «Un muerto en vacaciones. El partisano desastroso», Revista de Libros nº 21, septiembre, 1998.
7) Véase al respecto el ambiente en que se movían los judíos de Italia en esos momentos en la novela de Giorgio Bassani, Il Giardino dei Finzi-Contini, Arnaldo Mondadori Editore, Milano, 1962.
8) Primo Levi, La Tregua, Muchnick Editores, traducción de Pilar Gómez Bedate, Barcelona, 1988.
9) Primo Levi, Los Hundidos y los Salvados, Muchnik Editores, traducción de Pilar Gómez Bedate, Barcelona, 1989.
10) Archipiélago Gulag, dos volúmenes, traducción de Joseph M. Güell y Enrique Fernández Vernet, Biblioteca El Mundo, Barcelona, 2002. Esta obra de Solzhenitsyn junto con los Relatos de Kolymá de Verlam Shalámov y El Vértigo de Eugenia Ginzburg (o también Un mundo aparte de Gustav Hertling) constituirán la gran trilogía denunciadora del otro gran genocidio totalitario de la época: el de los»gulagui» (los campos de trabajo soviéticos).
11) El Aleph, Madrid, 2006.
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