Los “isabeles” son un cierto tipo de fruta, una variedad de higo, creada artificialmente (cultivar le llaman en agricultura), para resaltar ciertas características. Hoy han dejado de ser tan famosos como lo fueron en los siglos XIX y XX. De hecho, hasta tienen su propia entrada en la “Wikipedia”, donde se da cabida al origen de su leyenda. Origen relacionado con La Zubia.
Cuenta la leyenda (después analizaremos su origen) que “momentos antes de originarse el combate denominado de La Zubia, la reina Dª Isabel, al pasar bajo hermosa higuera que junto a las murallas de Granada había, admiró el sazonado fruto pendiente de ella y se prometió comerlo al transitar de nuevo por aquel sitio, cuando regresase al real de Santafé”. Cuando se entabló la llamada “batalla de La Zubia” se olvidó del tema; pero al regresar al campamento real, la reina se volvió a acordar del fruto. Uno de sus caballeros, oyó el deseo de la reina católica, y se apresuró a buscar la fruta, atrapando de camino un moro que los estaba recogiendo en un cesto. De este modo se presentó ante la reina para ofrecerle, higos, canasto y cautivo, y lograr así su reconocimiento. El caballero fue Martín Fernández Álvarez de Bohorques, el antecesor de los duques de Gor. Parece que la reina celebró mucho la acción de este noble, y tras la conquista siguió disfrutando de esta variedad de higo, que al poco fue bautizado con su nombre.
No obstante, hasta ahora la referencia más antigua que he podido constatar (seguro que hay algunas más antiguas) data de 1859, concretamente del diario La Alhambra, donde aparece publicada una suerte de poema sobre las ferias de Granada, aunque lamentablemente el diario conservado está roto justo en ese espacio. No obstante suficiente para entender que se habla de frutas de temporada, pero como si fueran una exquisitez.: “y comerán azofaifa y los higos isabeles” dice el texto.
En septiembre de 1888, se describe una feria celebrada en la plaza del Campillo y se hace alusión a éste fruto, que aparecía en todos los puestos de frutas de aquella feria
Y en 1897 Gabriel Ruiz de Almodóvar, publicaba un artículo titulado “El mundanal ruido”, donde describe la imposibilidad de un granadino para echar una siesta, porque se pregonaba y voceaba de todo por las calles de Granada, incluyendo “Bendito Dios y qué higos isabeles llevo”. Esta colaboración fue llevada a la edición que bajo el título “El libro de Granada”, publicaron en 1899 cuatro escritores (Ángel Ganivet, Matías Méndez Vellido, Nicolás María López y el propio Gabriel Ruiz de Almodóvar Burgos) y cuatro ilustradores (Isidoro Marín Garés, Rafael Latorre Viedma, Adolfo Lozano Sidro y José Ruiz de Almodóvar Burgos).
Este mismo pregón, “Bendito Dios y qué higos isabeles llevo”, es el que recordará Melchor Fernández Almagro (1893-1966), en su libro Viaje al siglo XX, publicado en 1962, y en el que a modo de autobiografía, recogía las vivencias del autor.
A partir de estas fechas, finales del siglo XIX y comienzos del XX, las referencias en la literatura y en la prensa granadina a los higos isabeles se hace muy común, citando como se pregonaban por las calles, o bien para indicar su precio en tiendas que se anunciaban, o para expresar su presencia en menús opíparos.
Pero no será hasta 1911, cuando un desconocido autor que firmaba como “Caralampio” publique, en el diario El Defensor de Granada del domingo 8 de octubre, un artículo refiriendo la historia de este tipo de higos. Luego en 1922 el artículo volvió a ser publicado exactamente igual en la revista Granada Gráfica, esta vez firmado de nuevo por un seudónimo (Pp Di-Mar). Se incluía en el apartado de tradiciones granadinas. Estos artículos iniciarán la tradición y hoy podemos saber quién era su autor.
Al acabar el artículo, en cursiva, escribe: “Y… conste lector, si en ello miento, que yo… como me lo contaron lo cuento”, y firmaba como Pp Di-MAR, es decir José Díaz-Martín de Cabrera. Toda una declaración de intenciones. Entonces hay que preguntarse el origen del nombre de los higos isabeles es ¿realidad o ficción?, ¿leyenda o narración?, ¿invención o fábula? No queda, claro. Incluso aunque el autor quiera fundamentar su artículo en antiguos cronistas, y cite a los contemporáneos Durán y Lerchudi y Diego de Zafra. En ninguno de los escritos de estos autores hay referencia a esta anécdota de la reina, y tan sólo se cita la “batalla de La Zubia”.
Como licenciado en historia, tengo que admitir que los argumentos no son muy sólidos. Pero buscando entre los escritos de otras épocas, encuentro el siguiente de un médico granadino, pero con orígenes en La Zubia, del que ya escribimos una pequeña reseña en estas mismas páginas aromas del laurel, don Francisco Fernández Navarrete. Se trata del libro “Cielo y Suelo Granadino”, datado en 1732, dedicado a la geografía natural y humana del Reino de Granada.
En el texto no se mencionan a los “higos isabeles”, sino a los “higos de Santa Isabel”, que eran producto de algunos cármenes y jardines de la Alhambra, muy selectos. Esta misma referencia se recoge en el importante compendio titulado “Enumeración y revisión de las plantas de la Península Hispano-Lusitana é islas Baleares…”, que escribió Miguel Colmeiro, decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, y director del Jardín Botánico. La obra fue publicada en cinco volúmenes, entre 1885 y 1889 en Madrid, donde se recogen los nombres de las numerosas variedades de higos.
Pocas personas se han interesado sobre el estudio de los higos isabeles. Seguramente corresponda mejor a un botánico estudiar esta variedad de higo, pero hasta ahora no parece que nadie haya abordado esa investigación. Y el único trabajo sobre higos granadinos que he encontrado, los de la variedad zajarí, de 1993, menciona otra hipótesis a tener en cuenta. Se trata de un artículo redactado por José Mondéjar, en el Boletín de la Real Academia Española, referido a la palabra “zajarí”, un arabismo de Andalucía Oriental. La teoría es digna de ser tenida en cuenta: según este autor los higos procederían de la huerta de Santa Isabel la Real, el después conocido como “Huerto de Carlos”, y por eso llevarían el nombre de la Huerta: “higos de Santa Isabel”.
De este modo, pues, tenemos dos teorías, que podrían hasta ser dos tipos de higos: los higos isabeles, y los higos de Santa Isabel. Parecen ser los mismos, y la cronología ayudaría a ellos: los higos procedentes del convento podrían ser los mismos que tras la desamortización de su huerta cambiasen de nombre por el de isabeles, olvidando el antiguo nombre relacionado con su origen. Ya en el siglo XIX, los intelectuales granadinos se hicieron eco de esta variedad de higo, sobre todo, por los pregones que los vendedores voceaban por las calles de Granada; y en algún momento se intentó buscar una explicación a esta denominación. En una época de reivindicación de lo granadino, parecía lógico que fuese la reina Isabel la que dio nombre a esta variante.
¿Pudo ser la batalla de La Zubia, el origen de los higos isabeles? Todavía parece que queda mucha investigación por hacer. Tal vez sí, tal vez no. En cualquier caso, en último término sería la mismísima reina Católica la que dieran origen al término: o bien fundado el convento del Albaicín, o bien degustándolos antes de la batalla de “La Zubia”. Sea como fuere, es bueno reivindicar una variedad de higos tan granadinos, y más, si están asociados a nuestro pueblo.
Seguramente otro municipio, habría usado esta leyenda y este producto para promocionarse. Famosos son los roscos de Loja, los piononos de Santafé o los miguelitos de La Roda, por poner algunos ejemplos más o menos cercanos. La investigación sobre el pasado no sólo nos permite conocer nuestros orígenes y comprender nuestro presente, sino que también puede proporcionar materiales para ayudar en el futuro. Suministramos información que puede contribuir al futuro desarrollo. Otros ejemplos muy válidos podrían ser el mamut de Padul o la fiesta de la prehistoria en Píñar que han permitido el avance económico de ambos municipios. Los profesionales de la historia, y en este caso el CEI en particular ofrece en éste y en otros muchos artículos materiales que pueden ser usados precisamente para el progreso de La Zubia y su entorno (aunque eso así, citando las fuentes). Esperemos que nuestros esfuerzos no caigan en saco roto.
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AROMAS DEL LAUREL:
Un recorrido por la historia de La Zubia.
Alberto Martín Quirantes
Miembro del CEI Al-Zawiya
VER CAPÍTULOS ANTERIORES:
01 La Inquisición en La Zubia
02 Antonio Gala y los Sonetos de La Zubia
03 La Infanta de La Zubia
04 Los cementerios de La Zubia (1ª parte)
05 El órgano de la Iglesia de La Zubia
06 Los cementerios de La Zubia (2º parte)
07 La Huerta Iberos
08 Los cementerios de La Zubia (3ª parte)
09 La ocupación francesa en La Zubia
10 Los cementerios de La Zubia ( y 4º parte)
11 Trogloditas en La Zubia
12 Los mozárabes en La Zubia
13 Una escritora desconocida de origen zubiense: Doña Carmen Espejo Valverde
14 La llegada de la guardia civil a La Zubia (1ª parte)
15 La llegada de la guardia civil a La Zubia ( y 2)
16 El campo de Tiro de La Zubia
17 Los falsos señores de La Zubia y sus casas principales (1ª parte)
18 Los falsos señores de La Zubia y sus casas principales (2ª parte)
19 Los verdaderos señores de La Zubia
20 Francisco Fernández Navarrete (c. 1680-1742), un médico en la corte de Felipe V
21 Los marqueses de Bacares. (Parte 1ª)
22 Los marqueses de Bacares. (Parte 2ª)
23 De tesoros y moriscos en La Zubia
24 La primera coronación de Zorrilla fue en La Zubia
25 De cruces y Vía Crucis en La Zubia
26 Don Antonio de la Blanca, farmacéutico de La Zubia
27 El catastro del marqués de la Ensenada
28 Un santo en La Zubia: San Francisco Solano