I. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA MUJER EN NIETZSCHE: SUS PLURALES REGISTROS
Una somera aproximación al corpus de textos de Nietzsche sobre la mujer (1) nos sume inevitablemente en una sensación de confusión y perplejidad: la mujer es presentada en ellos en una multiplicidad de formas absolutamente diversas, a veces incluso contradictorias.
En unos, Nietzsche se manifiesta con cierta agresividad verbal, llegando a utilizar un vocabulario en exceso despectivo al referirse a las mujeres y en otros, por el contrario, refleja una disimulada, pero latente, admiración por la personalidad, la creatividad y la fuerza de la mujer. Su ambivalencia hace imposible precisar con certeza si Nietzsche la aprecia o la desprecia, si la denosta o alaba. Es por eso por lo que Amelia Valcárcel escribe al respecto que “Nietzsche es un filósofo con muchos registros, no sólo temáticos, sino que suele adoptar posiciones divergentes y aun contradictorias sobre una misma cuestión. Sus claves de coherencia son difíciles porque pone demasiadas ideas en juego. De él se puede hacer, por ejemplo, una lectura feminista o misógina plana; los textos permiten ambas» (2).

En un simple acercamiento a la concepción nietzscheana de la mujer lo primero que puede apreciarse es la serie de epítetos despreciativos e insultantes (estúpidas mujeres, vengativas, agresivas, mentirosas) y de imágenes y metáforas peyorativas y de índole animalesco, con las que se refiere a la mujer y a lo femenino: vaca, serpiente, gato, pájaro, animal de presa, tigre, hiena. Llama la atención sus despectivos comentarios sobre la “mujer”, allí donde la reduce sólo a su función sexual, a lo largo de todos sus escritos (3). Así en la cuarta parte de Así habló Zaratustra “la mujer” no hace acto de presencia, sino en el dudoso contexto de las “hijas del desierto” y bajo la especie de fáciles y “encantadoras amigas”, “muchachas de Oriente, las “muchachas-gatos” Dudú y Suleica, en honor de las cuales el viajero y sombra compuso un salmo de sobremesa (4).
Anotaciones de ese cariz se extienden ininterrumpidamente por todos sus cuadernos de notas y cuando, por ejemplo, en el otoño de 1884, quería fundar una “nueva casta”, orden, liga o comunidad de “seres superiores” (5), llama la atención el que en ese “círculo sublime” no figure ni una sola mujer (6). Al parecer para Nietzsche ninguna mujer podía elevarse, por grande que fuera la estima que Nietzsche llegara a sentir por ellas, al nivel de los “seres superiores”. Otras veces, sin embargo, lo femenino comprende en Nietzsche aspectos positivos: los conceptos de devenir, de fecundidad, de inmediatez, de autenticidad se asocian frecuentemente a la mujer o a lo que representa.

Es cierto que para Nietzsche la mujer se opone al hombre como el cuerpo al alma y como la materia al espíritu. La mujer es siempre sujeto de pasión y sus acciones son las expresiones de sus instintos, mientras que el hombre es siempre sujeto del conocimiento y sus acciones son la manifestación de la razón. Naturalmente esta consideración de la mujer supone una descalificación a nivel político, social e intelectual. Pero, como suele ocurrir con muchos temas en el pensamiento de Nietzsche, este análisis de la cuestión podría ser invertido en cierto modo cuando, por ejemplo, en su pensamiento filosófico el instinto pase a ser considerado como más poderoso y profundo que la razón, y, a la vez, se reivindique el papel del cuerpo, el sexo y las pasiones, y entonces esos seres -las mujeres-, antes descalificados, pasarán a ser los exponentes de la posibilidad de concebir una nueva imagen del mundo y del hombre.
Para Nietzsche la mujer tiene valores, fuerzas y cualidades que la distinguen de las de los hombres: tiene el juego, la ficción, la ligereza, la capacidad de transformación, signos todos de una vitalidad instintiva originaria, que adquieren significado propio porque son radicalmente distintos de los masculinos. Lo femenino se identifica, pues, frecuentemente en Nietzsche con lo no codificado: la vida, el instinto, la inocencia, la espontaneidad. Como ha señalado Wanda Tommasi, para Nietzsche:

“Las mujeres, “guardianas de la tradición”, tienen en su apego a la costumbre, en la relación con la naturaleza y con la vida, la fuente de una continuidad con la existencia que es esencial para avanzar y para producir. La tierra, la gestación, el cuerpo, la naturaleza son símbolos de la capacidad femenina de contener en sí el pasado para abrirse al futuro. La mujer es cambiante, salvaje, bárbara, pero precisamente en esto está su fuerza, en ser completamente extraña a todo orden político, civil, institucional (7).
Su fuerza y su valor, en definitiva, se encuentra precisamente en lo que la hace diferente. No hay, pues, una concepción unívoca de la mujer en los textos de Nietzsche, una dilucidación objetiva de la esencia de la mujer, sino una serie de concepciones diferentes determinadas por diferentes puntos de vista. Y así anuncia que se referirá a la “mujer en sí”, con el cuidado de entrecomillar una expresión que no reconoce como suya, “suponiendo que se sepa de antemano […] hasta qué punto son cabalmente nada más que –‘mis’ verdades” (8).
Diana Carrizosa, en su valioso intento de exploración de la múltiple cartografía de la mujer en el pensamiento de Nietzsche, señala a este respecto que el corpus de textos sobre la mujer del pensador de Röcken “permite el ordenamiento de una demarcación, según la cual se dibujan series definidas que agrupan a la mujer de acuerdo con diferentes puntos de vista» (9), desde la imagen de la mujer como metáfora de ciertos conceptos (mujer-verdad, mujer-vida, mujer-sabiduría) hasta su conexión con ciertas relaciones de que ella es capaz o incapaz (mujer-hombre, mujer-matrimonio, mujer-amistad) o su definición a partir de una determinada cualificación animal (mujer-gato, mujer-vaca, mujer-pájaro), sin olvidar su caracterización desde la óptica de sus más altas posibilidades creativas (como mujer-amor, mujer-embarazo, mujer-sol, mujer-tierra, mujer-arte, mujer-felicidad) o desde la percepción que ha merecido a los ojos del hombre (mujer-reposo, mujer-felicidad, mujer-eternidad, mujer-ideal, etc. (10).

La posición de Nietzsche sobre la cuestión de la mujer y lo femenino es, pues, sumamente compleja y ambigua. Analizaremos los aspectos fundamentales de su conceptualización de la mujer. En primer lugar, la diferencia y el conflicto de los sexos, así como las notas distintivas de la mujer; en segundo lugar, el tema de la naturaleza de la mujer; seguida, en tercer lugar, de la creación por parte del hombre del eterno femenino, para, en cuarto lugar, adentrarnos en el tema del matrimonio y la fidelidad. Finalmente expondremos su toma posición claramente hostil en la cuestión de la emancipación femenina.
BIBLIOGRAFIÁ Y NOTAS
1) Sobre Nietzsche y la mujer no abundan en castellano ensayos o trabajos que aborden el tema de manera especializada comparable a los editados en las últimas décadas del pasado siglo, en países anglosajones: Peter J. Burgard (ed.) Nietzsche and the Feminine, Charlottsville, London, 1994; Carol Diethe, Nietzsche’s Women: Beyond the Whip, Berlín/Nueva York, de Gruyter, 1996 y Mario Leis, Frauen um Nietzsche, Reinbeck, Rowohlt, 2000.
2) Amelia Valcárcel, “Misoginia romántica. Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche” en Alicia Puleo, «La filosofía contemporánea desde un punto de vista no androcéntrico», cap. I, p 20. Véase también: Amelia Valcárcel, «La política de las mujeres», op. cit., p 45, En este apartado incluimos —citándolas— ideas y reflexiones procedentes de estos dos magistrales ensayos sobre la conceptualización nietzscheana de la mujer de nuestra filósofa feminista.
3) Véanse algunas muestras: “Ella ama y mira delante de sí con tan serena confianza que recuerda la de las vacas” (A, § 67); “La mujer fue el segundo fallo de Dios” (AC, § 48, p. 84); “La mujer es, por su esencia, serpiente, Eva. De la mujer viene todo infortunio al mundo” (AC, § 48, p. 84); “Dice Zaratustra: la mujer no es todavía capaz de amistad: gatos continúan siendo siempre las mujeres y pájaros. O, en el mejor de los casos, vacas” (AHZ, Del amigo, p.94); “La mujer es, por esencia, no-pacífica, lo mismo que el gato” (MBM, § 131, p. 103); es “animal doméstico bastante delicado, extrañamente salvaje y, a menudo, agradable” […] su naturaleza es la de un “animal de presa” con “su garra de tigre bajo el guante” […] “ese peligroso y bello gato que es la mujer” (MBM, § 239, pp. 187-189); «los bogos dicen: la mujer es una hiena)” (GM, ¿Qué significan los ideales ascéticos?, § 14, p. 144). Recordemos, en fin, que Nietzsche declaró que incluso su admirada Lou poseía el “carácter del gato, esa bestia de presa disfrazada de animal doméstico”.

4) Cf. Curt Paul Janz, F. Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo errante, op. cit., pp. 297- 298.
5) Casta, según Nietzsche, “a la que los espíritus y las conciencias acosadas puedan solicitar consejo; seres que no solo sepan vivir, como yo mismo, más allá de los credos políticos y religiosos, sino que hayan superado también la moral” (Ibid).
6) Curt Paul Janz, F. Nietzsche. 3. Los diez años del filósofo errante op. cit, p. 297.
7) Wanda Tommasi, Filósofos y mujeres, Narcea, Madrid 2002, pp. 174-175.
8) F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, Alianza, Madrid, 1972, § 231, p.181. En adelante: MBM.
9) Diana Carrizosa, “Nietzsche: aspectos de la relación mujer-verdad”, Saga, nº 4, II, Universidad Pontificia Bolivariana, 2001.
10) Ibid.
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